

A veces
me detengo a pensar en lo extraño que es que las máquinas estén empezando a
"pensar". No en el sentido humano, claro, no sienten ni sueñan ni
dudan. Pero de alguna manera, procesan, analizan, deciden. Y eso, aunque sea
producto de líneas de código y cálculos matemáticos, se parece peligrosamente a
lo que durante siglos creímos que solo nosotros podíamos hacer.
La
inteligencia artificial no es una promesa del futuro: ya está aquí, tomando
decisiones invisibles en nuestra vida cotidiana. Elegimos qué ver en Netflix
gracias a sus recomendaciones, hablamos con asistentes virtuales que entienden
nuestra voz, confiamos en algoritmos para traducir, diagnosticar enfermedades,
sugerir rutas, filtrar correos. Y lo más impresionante es que cuanto más
interactuamos con ellas, más aprenden. Aprenden sin cansarse, sin distraerse,
sin olvidar.
¿Es eso
inteligencia? Tal vez. O tal vez solo estamos redefiniendo la palabra para
adaptarla a nuestra nueva realidad. Lo que sí es cierto es que algo ha
cambiado. Ya no somos los únicos en el juego del conocimiento. Las máquinas
están ocupando un lugar que antes nos pertenecía exclusivamente: el de la
lógica, la estrategia, la predicción. Y eso, francamente, da miedo.
No porque
crea que las máquinas vayan a rebelarse o tomar el control del mundo, como en
las películas. Sino porque nos están obligando a cuestionar lo que significa
ser inteligente. Durante siglos, nuestra capacidad de razonar fue el orgullo de
la humanidad. Pero ahora hay sistemas que juegan ajedrez mejor que cualquier
humano, que redactan textos con coherencia, que crean imágenes que parecen
reales. ¿Dónde queda entonces nuestra singularidad?
La
inteligencia de las máquinas es fría, precisa, eficiente. No se detiene a
pensar en el “por qué” de las cosas, solo en el “cómo”. No duda, no siente
culpa, no tiene ética propia. Y eso, paradójicamente, es lo que las hace
peligrosamente útiles. Porque el mundo, al final, no necesita máquinas que
entiendan lo que hacemos, sino que lo hagan mejor que nosotros. ¿Y qué pasa cuando
lo logran?
A veces
siento que, al enseñar a las máquinas a pensar, estamos olvidando cómo pensar
nosotros. Nos apoyamos en ellas para tomar decisiones, para recordar datos,
para entender lo que no tenemos tiempo de investigar. Es cómodo, sí, pero también
inquietante. Porque la inteligencia no debería ser solo eficiencia, sino
también conciencia.
En el
fondo, creo que la gran pregunta no es si las máquinas son inteligentes, sino
qué haremos nosotros con esa inteligencia prestada. Si la usamos para complementarnos,
para crecer como especie, para resolver los problemas que solos no pudimos,
será un avance. Pero si dejamos que piense por nosotros, que decida por
nosotros, que nos sustituya en lo que nos hace humanos… entonces, tal vez,
habremos sido nosotros quienes dejamos de pensar primero.
Numar González Alvarado
Cuando las Máquinas Piensan
Como citar este artículo: GONZÁLEZ ALVARADO, NUMAR. (2025). El Avance de la Tecno-política en América Latina. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CJ10). ISSN ed. electrónica: 2952-4105 https://www.numinisrevista.com/2025/04/cuando-las-maquinas-piensan.html




Esta revista está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario