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Capacitismo y eugenesia: La trampa detrás de 'amar es dejar ir'

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Capacitismo y eugenesia: La trampa detrás de 'amar es dejar ir'

Las redes sociales se han convertido en una ventana hacia muchas realidades, pero también en un espejo que refleja nuestros intereses, deseos y, a veces, nuestros prejuicios más profundos. Los algoritmos nos muestran lo que nos gusta y, con solo deslizar la pantalla –scrolling, cómo se dice en inglés–, nos sumergimos en un flujo constante de contenidos que parecen diseñados para mantenernos enganchados. Este movimiento aparentemente inocente tiene efectos profundos en nuestro cerebro: cada vez que encontramos algo que nos agrada, liberamos dopamina, la molécula del placer, y seguimos buscando más. La recompensa inmediata nos empuja a repetir el ciclo, y así, sin darnos cuenta, nos encontramos atrapados en esta dinámica adictiva.

Hace unos años, Neil Harbisson, un defensor del cyborgismo (famoso por la antena implantada en su cabeza), hablaba de un futuro en el que internet se convertiría en un sentido más, un canal directo de experiencias y posibilidades. Y, ciertamente, internet es eso: un universo lleno de potencial. Pero, para muchos, también es una especie de prisión, un lugar donde las redes sociales pueden amplificar las desigualdades y donde el anonimato sirve tanto para expresarse libremente como para ejercer juicios implacables.

Deslizándome hace unos días por TikTok, me encontré con un vídeo que no he podido sacar de mi cabeza. Era el testimonio de una madre del estado de Aragua, en Venezuela, que relataba lo sucedido con su hijo, quien tiene autismo severo. La mujer había intentado recargar una bombona de gas utilizando el carnet de discapacidad de su hijo, pero los funcionarios exigieron "pruebas" de que su hijo realmente tenía la discapacidad que se acredita en la tarjeta. Tenía que ir con el hijo, con lo que ello conllevaba. Su historia se hizo viral, atrajo solidaridad y también la atención de la fiscalía, lo que le generó miedo en un contexto de libertades limitadas, si es que podemos llamarlas así en ese régimen dictatorial.

Lo que más me impactó no fue sólo la indignación que generó su caso, sino los comentarios que se repetían una y otra vez en su vídeo y en otros donde explicaba la condición de su hijo. Frases como "amar es dejar ir" aparecían una y otra vez, no aisladas, sino con una frecuencia perturbadora. En un principio, mi reacción fue de absoluta indignación. Pero después de haberlo visto tantas veces, y porque uno no puede estar enfadado todo el tiempo, comencé a reflexionar: ¿por qué esa idea de “dejar ir” parece tan recurrente en estos casos? ¿Qué revela sobre nuestra sociedad?

La respuesta me llevó a un concepto incómodo: el capacitismo como un deseo eugenésico. Las frases bienintencionadas que sugieren que el amor hacia una persona con discapacidad implica "dejarla ir" en realidad esconden un trasfondo inquietante: la idea de que esas vidas son menos valiosas, menos dignas de ser vividas. Estas narrativas, amplificadas por el alcance de las redes sociales, no solo refuerzan el capacitismo, sino que también nos muestran cómo, de manera implícita, muchas personas normalizan un pensamiento que no está tan lejos de los ideales eugenésicos del pasado.

El caso de esta madre y su hijo no es una anécdota aislada, sino un espejo de cómo seguimos enfrentándonos como sociedad al desafío de valorar cada vida en su singularidad, más allá de su funcionalidad o conveniencia. Y en este espejo, las redes sociales son tanto una herramienta poderosa como un espacio donde aflora lo mejor y lo peor de nosotros mismos.

Vivimos en una sociedad que habla de inclusión y diversidad, pero que a menudo reproduce dinámicas que excluyen y marginan a ciertas personas. Uno de los fenómenos más evidentes es el capacitismo: una forma de discriminación basada en la percepción de que las personas con discapacidades son menos valiosas o capaces. Pero, ¿qué sucede cuando este prejuicio se cruza con la eugenesia, esa ideología que busca "mejorar" las características humanas eliminando lo que se considera indeseable? ¿Podemos decir que el capacitismo tiene un trasfondo eugenésico?

Para responder a estas preguntas, es importante aclarar qué significan ambos términos. El capacitismo se basa en la idea de que ciertos cuerpos y mentes, aquellos que no cumplen con los estándares dominantes de normalidad, son inferiores. Esto no solo implica prejuicios personales, sino también barreras sistémicas que dificultan la vida de las personas con discapacidad. Por otro lado, la eugenesia es una ideología que pretende "mejorar" la especie humana, eliminando características consideradas negativas o indeseables, muchas veces a través de políticas coercitivas como la esterilización forzada o el aborto selectivo.

Aunque no son lo mismo, capacitismo y eugenesia comparten una raíz común: ambos parten de la creencia de que ciertos seres humanos tienen menos valor que otros. Esta conexión puede observarse en múltiples aspectos de nuestra sociedad. Por ejemplo, cuando los avances tecnológicos permiten la detección prenatal de discapacidades como el síndrome de Down, las decisiones que toman las familias no son completamente libres. A menudo, están influenciadas por un entorno social que percibe esas vidas como menos valiosas o como una carga. En este contexto, el capacitismo alimenta un deseo eugenésico implícito, promoviendo la idea de que sería mejor evitar que esas vidas existan en lugar de adaptarnos como sociedad para incluirlas plenamente.

Históricamente, la relación entre capacitismo y eugenesia ha sido mucho más explícita. Encontramos movimientos eugenésicos en países como Estados Unidos, Alemania o Suecia promovieron políticas que buscaban erradicar la discapacidad de la población. Las esterilizaciones forzadas y otras medidas se justificaban bajo la idea de mejorar la "calidad" genética de la humanidad, una visión profundamente capacitista y deshumanizadora. Aunque estas prácticas fueron condenadas tras la Segunda Guerra Mundial, la mentalidad que las sustentaba no ha desaparecido por completo.

Hoy en día, el capacitismo no necesariamente implica un deseo consciente de practicar la eugenesia, pero sí puede facilitarla. Por ejemplo, cuando las políticas públicas no garantizan la accesibilidad o cuando la sociedad refuerza narrativas que asocian la discapacidad con sufrimiento o dependencia, se crea un terreno fértil para actitudes que favorecen la eliminación de estas características. Esto se manifiesta en la falta de apoyo a familias con hijos con discapacidad o en la normalización de ciertas decisiones médicas que buscan "prevenir" la discapacidad en lugar de trabajar por la plena inclusión.

Es importante señalar que combatir el capacitismo no sólo implica cambiar actitudes individuales, sino también desmontar las estructuras sociales que perpetúan estas dinámicas. Esto incluye cuestionar prácticas que, aunque se presenten como avances tecnológicos o decisiones personales, pueden estar influenciadas por una visión del mundo que no valora plenamente la diversidad humana.

La verdadera inclusión no consiste sólo en aceptar la diversidad, sino en construir una sociedad que valore a todas las personas por igual, independientemente de sus capacidades físicas o mentales. Solo así podremos superar las lógicas que marginan y reducir el impacto de actitudes y prácticas que, consciente o inconscientemente, perpetúan la exclusión. En el fondo de esta cuestión está en juego la comprensión de la dignidad humana. ¿Se podrá llegar a un consenso? 


Valentín González Pérez

 Capacitismo y eugenesia: La trampa detrás de 'amar es dejar ir'


Como citar este articulo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2023). Capacitismo y eugenesia: La trampa detrás de 'amar es dejar ir'. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3 (CS 30). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2025/03/capacitismo-y-eugenesia-la-trampa.html

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