Esta columna pertenece a una serie llamada Ciencia y crisis ecosocial. Véanse aquí la primera, segunda y tercera columna de la serie, previas a esta cuarta.
¿El cambio climático es un hecho científico?
Tras
los rodeos por el conocimiento no científico del cambio climático vuelvo ahora
a las ciencias (del clima y relacionadas). El objetivo de esta columna será
analizar por qué estas ciencias tienen tantos problemas para presentarse como
«conocimiento de hechos» con relación al cambio climático.
Partiré de una definición generalísima: «los hechos son parte del
inventario de lo que hay» (Zalta y Correia, 2021). Una definición así podría
aceptarla una gran parte de la población, filósofa, científica u otra, y es a
grandes rasgos la que está implícita en el uso común de expresiones como «te
guste o no, así son los hechos» o «estoy hablando de hechos, no de opiniones».
En definitiva, los hechos son las cosas indiscutibles de este mundo,
independientes de nuestras creencias, ilusiones o cualquier valor humano. Y las
ciencias son las conseguidoras de hechos por antonomasia.
En
la primera columna manifesté de pasada mis dudas acerca de esta visión de la
ciencia y de los hechos, pero démosla por buena al menos provisionalmente y
repitamos la pregunta que da título a esta columna: ¿es el cambio
climático un hecho científico? Resulta complicado responder
afirmativamente. En primer lugar, porque el cambio climático no es una sola
cosa, sino una multitud de fenómenos entrelazados. Además, y lo que será más
importante aquí, poque una gran parte del trabajo de las ciencias del clima no
se enfrenta con realidades ya sucedidas, sino con cálculos probabilísticos
sobre atribuciones y predicciones. Es decir, con cosas que han pasado, pero
cuyas causas profundas hay que determinar, y cosas que todavía no
han pasado, pero que podrían pasar.
Esto se ve claramente en una de las sagas científicas más importantes de
los últimos 30 años: los informes del Panel Intergubernamental de Expertos en
Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Desde su fundación en 1988 el
IPCC ha publicado seis informes que sintetizan toda la información relevante
disponible sobre el cambio climático y sus consecuencias. Se podrían hacer
infinidad de apreciaciones sobre el IPCC, su trabajo y sus publicaciones, que
son clave, y casi da vergüenza tratarlo de pasada en una columna de toda esta
serie. Balones fuera aparte, si atendemos al último informe, publicado en 2022,
una buena parte de lo que nos encontramos son, como anunciaba, atribuciones
(esto es, cuánto efecto ha tenido el cambio climático es eventos o procesos ya
sucedidos o en curso):
Aunque la productividad agrícola general ha aumentado, el cambio climático ha ralentizado este crecimiento en los últimos 50 años a nivel mundial (confianza media) (IPCC, 2022a: 9)
Cientos de pérdidas locales de especies han sido impulsadas por aumentos en la magnitud de los extremos de calor (confianza alta). Lo mismo sucede con los eventos de mortalidad masiva en tierra y en el océano (confianza muy alta) y la pérdida de bosques de algas marinas (confianza alta) (ib.)
El cambio climático ha afectado negativamente a la salud física de las personas en todo el mundo (confianza muy alta) y a la salud mental de las personas de las regiones evaluadas (confianza muy alta) (ib. 11).
Y
también predicciones:
La futura urbanización amplificará el aumento proyectado de la temperatura local del aire, particularmente por una fuerte influencia en las temperaturas mínimas, que es aproximadamente comparable en magnitud al calentamiento global (confianza alta) (Arias et al., 2021). Dentro de las ciudades, la exposición a los efectos de las islas de calor es desigual, y algunas poblaciones están desproporcionadamente expuestas al riesgo, como las comunidades de bajos ingresos, los niños, los ancianos, las personas con discapacidad y las minorías étnicas (Quintana-Talvac et al., 2021; Sabrin et al., 2020; Chambers, 2020) (IPCC, 2022b: 922).
En Hawái y el Caribe, se prevé que el ascenso del nivel del mar aumente exponencialmente las inundaciones Casi cada centímetro de aumento podría causar una duplicación de la probabilidad de inundaciones (ib.: 2053).
Como
se ve, el IPCC no lanza sus afirmaciones sin más, sino que las divide en cinco
niveles de confianza, en función de una «evaluación de la evidencia y el
acuerdo subyacentes» (ib.: 5, nota 4): muy bajo, bajo, medio, alto y muy
alto.
Todo
esto encaja medio mal con la definición de hecho que esbozábamos arriba. No se
trata solo de hablar de «lo que hay» y punto. También de evaluar por qué ha
pasado «lo que hay» y de analizar «lo que podría haber». Estamos más cerca de
lo que Marres (2018) llama: «hechos experimentales». Este autor parte de la
base de que el conocimiento público es procesual, abierto y cambiante. Así:
Las
declaraciones públicas no son ni deben ser sólo «de acuerdo con hechos
preestablecidos»; también hay una clase de enunciados que pueden concordar o no
con el conocimiento certificado, pero que contribuyen activamente a la
formulación y reformulación de nuevas verdades empíricas por parte de
diferentes actores (440).
Una
buena parte del conocimiento científico sobre el cambio climático parte de la
siguiente fórmula discursiva: estos hechos que han tenido lugar han
pasado porque no estábamos a lo que teníamos que estar; y estos
hechos que todavía no han tenido lugar podrían suceder (o sucederán) si
no tomamos las medidas adecuadas. La clave aquí no es la verificación, la
pura data, sino la evaluación, el assessment. No son enunciados que
se pronuncien con indiferencia ni deberían dejar indiferente a quien los
escucha. Al invocar todo tipo de catástrofes naturales (o mejor
socio-naturales), el IPCC nos está animando a no dejar pasar el tiempo, a
actuar para que nunca lleguen a ocurrir las desgracias que se anuncian. El IPCC
atribuye y predice, pero preferiría no tener razón a estar en lo cierto. No
quiere que suceda aquello que predice para así probar que sus hipótesis eran
correctas. Lo que quiere es que cambiemos de rumbo, que espabilemos, que
transformemos nuestra sociedad para que no tenga que existir un Panel de
Expertos/as alertando sobre la deriva suicida de nuestro sistema político y
económico.
Esto
nos lleva directamente al segundo aspecto en el que las ciencias del clima y de
la tierra no encajan en la definición tradicional de «conocimientos de hechos»:
no solo constatan, sino que, como se ve con el IPCC, valoran riesgos a partir
de los daños humanos potenciales y ofrecen alternativas políticas. En resumen,
no hay una distinción clara entre hechos y valores.
No
se trata de una característica exclusiva del tema que ahora nos ocupa. En las
últimas décadas ha proliferado una rica bibliografía que pone en cuestión la
dicotomía hecho-valor en general y en el ámbito científico en particular. Ahora
bien, si para desenmascarar la vinculación entre el «ser» y el «deber ser» en
ciencias como la biología molecular o la física cuántica hace falta un pequeño
esfuerzo filosófico, en el caso del cambio climático salta a la vista.
Así
se ve en el léxico «técnico» de los informes, que incluye términos como:
«riesgo» (risk), peligro (hazard), «exposición» (exposure)
o «vulnerabilidad» (vulnerability) (ver en el Anexo abajo las definiciones del IPCC de estos términos). Cuando las y los expertos del IPCC
empelan estos términos, ¿qué están haciendo? ¿Describir fríamente? ¿Valorar
subjetivamente? Cualquiera de estas preguntas carece de sentido, ya que parten
de una división tajante entre la frialdad de la ciencia y la subjetividad de
las valoraciones (ético-políticas) que en la práctica no se sostiene. Y esto es
algo que saben los mismos miembros del panel cuando afirman: «Este informe
reconoce la interdependencia del clima, los ecosistemas, la biodiversidad y las
sociedades humanas» (IPCC, 2022a: 5).
Se
me puede objetar que este último párrafo está basado en el resumen del informe
para los legisladores (policymakers), lo que facilita la aparición de
temas valorativos o políticos en el documento, pero si uno explora el informe
técnico también aparecen menciones a la salud y el bienestar, las migraciones
climáticas o la seguridad alimentaria.
En
conclusión, y respondiendo a la pregunta que da título a la columna: no. No
estamos ante un hecho científico. En primer lugar, porque no se trata de un solo
fenómeno. Seguidamente, porque, si por hecho entendemos algo que ya ha ocurrido
y se puede constatar, buena parte del conocimiento climático se basa en
predicciones modeladas, es decir, cosas que aún no han sucedido; y en
atribuciones, o lo que es lo mismo, interpretaciones de por qué algo ha
sucedido y qué influencia ha tenido el cambio climático en ello. En tercer
lugar, y tal vez más importante, porque si los hechos son lo opuesto a los
valores, al mundo social, lo que las ciencias del clima nos arrojan es, por el
contrario, un escenario inquietante que no admite separación posible entre
fisis y polis.
Al
final de la columna pasada planteaba la conexión entre vida y conocimiento del
cambio climático. A la luz de estas reflexiones parece claro que esa conexión
también se da en las vidas de las científicas del clima, aunque sea
implícitamente. Basta con asomarse al trabajo del IPCC para darse cuenta de que
a ellas también les va la vida en ello (al menos en calidad de integrantes de
las sociedades que se ven amenazadas por aquello que estudian) y así procuran
transmitirlo en sus informes. No se trata de investigaciones sin más ni de un
asunto técnico, sino político de extremo a extremo. Finiquito esta columna con
una cita de Donna Haraway (1997) que resume bien el espíritu de lo que he querido transmitir: “Las formas que
adopta el mundo son convencionales y revisables, aunque también eminentemente
sólidas y llenas de consecuencias para unas posibilidades desigualmente
distribuidas de vida o muerte” (1997: 269).
Pavlo
Verde Ortega
¿El
cambio climático es "un hecho" científico?
Anexo:
definición oficial de los términos «técnicos» del IPCC
Tal
y como aparecen recogidos en las notas al pie de la página 5 del Resumen
para legisladores.
Riesgo (risk): «Risk is defined as the
potential for adverse consequences for human or ecological systems, recognising
the diversity of values and objectives associated with such systems» (5, nota
al pie).
Peligro (hazard): «the potential occurrence of
a natural or human-induced physical event or trend that may cause loss of life,
injury, or other health impacts, as well as damage and loss to property,
infrastructure, livelihoods, service provision, ecosystems and environmental
resources».
Exposición (exposure): «the presence of people;
livelihoods; species or ecosystems; environmental functions, services and
resources; infrastructure; or economic, social or cultural assets in places and
settings that could be adversely affected».
Vulnerabilidad (vulneability): «the propensity
or predisposition to be adversely affected and encompasses a variety of
concepts and elements, including sensitivity or susceptibility to harm and lack
of capacity to cope and adapt».
Bibliografía
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Mulligan, K. y Correia, F. (2021). Facts, The Stanford Encyclopedia of Philosophy. Edward N. Zalta (ed.), URL =
https://plato.stanford.edu/archives/win2021/entries/facts/
Para
entrar en la cuestión de la falsa dicotomía hecho-valor recomiendo el artículo «Creating
facts and values» de Ruth Anna Putnam y el libro El desplome de la dicotomía
hecho-valor de Hilary Putnam. La power couple de los hechosvalores.
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