Un librero libertario
Ahí está. Ahí lo tenéis. Con la mano derecha apoyada sobre una pila de libros y la izquierda sobre otra ligeramente más elevada; los dedos al aire, como si estuviera tocando el piano de la literatura o repiqueteando el tambor de las palabras. El índice derecho se eleva sobre los otros cuatro que reposan sobre la cubierta de un libro; en la otra pila, el meñique izquierdo —y el pulgar, aunque no se vea— sustenta el ataque del corazón, el anular y el índice en lo que parece será un redoble de alegría sobre el precio de la libertad, quién sabe. Contento parece, desde luego. Bajo ese poblado bigote entrecano que destaca sobre la barba más blanca, se vislumbra una sonrisa, aunque son los ojos, oscuros, detrás de las lentes, los que verdaderamente sonríen. Las cejas, negras. El pelo canoso en las sienes como la barba. Al fondo, borrosos, anaqueles de libros, montones de libros.
La foto se la tomé hace algunos meses, no tantos. Cuando se la envié, me dijo: «Esta la voy a imprimir para regalársela a mi señora mujer». A su señora mujer debió de gustarle la foto. Yo solo la conocí un día, hará algo más de un año, aunque entonces no sabía que ella era la señora mujer de Santiago Palacios. Fue en la presentación de Me creí inmortal hasta que me morí, en la librería Sin Tarima Libros que estaba cerca de El Rastro y que ahora se mudó a la calle del Conde de Romanones. Con ella intercambié solo unas pocas palabras. Le hice una pregunta que no recuerdo y ella respondió tímidamente. Concha, que así se llamaba la señora mujer de Santiago, murió hace un par de meses. Lo supe casi un mes más tarde cuando me encontré por casualidad con Santiago en La Sanabresa y me lo contó. Tampoco sabía que Concha y Santiago llevaban años conviviendo con el cáncer. Por eso, cuando miréis esa foto, sabed que entonces Concha aún vivía y que llevaba junto a Santiago cuarentaisiete años, desde el año 1977. Fue maestra. Se casaron y tuvieron dos hijos: Manuel y Miguel. Como en todas las vidas, habrá habido luces y sombras. Yo solo conozco a Miguel, porque trabaja en una de las dos librerías Sin Tarima Libros que regenta Santiago. Con Miguel tampoco es que haya conversado mucho. Lo típico: que si tienes este libro, que si te encargo este otro, que si buenos días, que si buenas tardes… Las conversaciones típicas que un bibliómano anónimo puede tener con un librero joven.
Pero volved a mirar a Santiago en esa imagen. No me digáis que no se le ve feliz, satisfecho. Ahí donde lo veis, tiene setenta años y lleva más de cuarenta —que van más bien para cincuenta— dedicado al noble oficio del buen librero. Estudió magisterio, pero pronto se dio cuenta de que la enseñanza no era lo suyo; no por los niños, sino por los padres y el sistema educativo. Madrid ganó un librero. No lo he dicho, pero el interés de Santiago Palacios por los libros surge en el entorno libertario alrededor de la cárcel de Carabanchel, allá por el año 1976. Entonces Santiago era un veinteañero. Seguro que tendría el pelo negro, quizás largo, y a lo mejor también barba. Eso no lo sé, porque no se lo he preguntado. Un día cuando la Asociación de Familiares de Presos y Ex-presos de la calle de Moratín organizaba un acto informativo y de protesta por la muerte del anarquista Agustín Rueda en la cárcel de Carabanchel, Santiago salió a hacer fotocopias para no sé qué que andaban haciendo en apoyo a la Cooperativa de Presos en Lucha. Hubo una redada y todos menos él terminaron arrestados o encarcelados. A Santiago lo salvaron las fotocopias. Ya llevaba algunos años poniendo con dos amigos un puesto de libros en El Rastro. Era aquella época en que había que hacer cola los sábados hasta bien entrada la noche e incluso la madrugada para saber si había algún hueco y poder montar el puesto en las mañanas dominicales. Así empezó: vendiendo libros en El Rastro. Lo de Sin Tarima Libros llegaría muchos años después, allá por 2008. Y en esa aventura vital estuvo Concha entre líneas. No sé por qué, me viene ahora a las mientes ese poema que Pedro Sevilla escribió en Serán ceniza y que en 2018 se recopiló en Para cuando volvamos:
Eso que os he contado no se ve en la foto, como tantas otras cosas tampoco se aprecian en la mayoría de fotografías que pasan ante nuestros ojos. Las imágenes valen más que mil palabras, pero muchas veces unas pocas palabras las describen como nadie puede jamás llegar a verlas. Hace unos días, me tomé un café con Santiago. Charlamos un rato y le pregunté cómo llevaba lo de la muerte de Concha. Me respondió con conciencia de viudo un escueto «A ver, tengo mis momentos», y con eso a buen entendedor palabras sobran. También le pregunté si se sentía solo. Sus hijos, Manuel y Miguel, viven con él ahora. Y luego están los libros y las dos librerías Sin Tarima, la de la calle Magdalena y la de Conde de Romanones, justo enfrente de Olmata, una librería de viejo que lleva Juanjo, un tipo grandullón, de pelo negro y rizado y barba generosa, con esas gafas que achican tanto los ojos a quienes se los dejan en los libros. Santiago suele quedarse hasta bien tarde haciendo ese trabajo de librero que nadie ve cuando la librería duerme al conticinio de una gran ciudad que parece siempre estar en vela. Supongo que eso le da la vida, como se la ha dado desde hace tantos años.
Miradlo bien. Está satisfecho, como si en la vida no hubiera sombras. No olvidéis que detrás de cada imagen hay unas pocas palabras que os cambian el modo de verla. Cambiad el modo y cambiaréis la perspectiva. Cuando entréis por la puerta de Sin Tarima, sabed todas esas cosas y otras muchas más, las más abundantes, que solo cada cual se guarda dentro. Y si leéis estas palabras algún día, dentro de muchos años, cuando el tiempo quizás nos haya borrado, sabed que en esa esquina de la calle Magdalena con Ave María hubo una vez una librería donde estuvo Santiago y en la que algunos también anduvimos por allí trajinando con los libros, con la vida. Mirad esa fotografía una última vez. Aunque algunos veáis a un viejo de setenta años que vende libros, recordad que ese hombre que repiquetea los dedos sobre las pilas de libros es un librero, un librero libertario.
Michael Thallium
Un librero libertario
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). El librero libertario. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV91). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/12/un-librero-libertario.html
Esta revista está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
Hermoso retato gráfico y literario
ResponderEliminarGracias.
ResponderEliminar