Siéntate a la orilla y escucha
La vida tiene mucha profundidad. Es un misterio hondo. Siéntate a la orilla de ese misterio y escucha, estate atento. Que la vida no pase por ti sin darte cuenta… Μe lo dijo José un día sentado en mi casa. La única vez que ha estado. Luego hemos intercambiado mensajes y alguna que otra conversación telefónica. También un día de abril nos encontramos por casualidad en El Rastro de Madrid. Casualidad porque él vive en Jerez de la Frontera, a muchos kilómetros. Es poeta. Y conversar con un poeta es también un misterio hondo. Cuando lo haces, la vida no pasa sin que te des cuenta. La vida te toca, más aún, te conviertes en el propio toque que la hace vibrar como una campana al aire. José es un poeta sencillo y profundo. No escribe poesía: la camina. Sus versos son caminos por los que transita el peregrino en busca de la palabra. Los escribe hasta en servilletas de papel, en papeles rotos de las calles. Si Cervantes aún viviera, seguro que los leería.
¡Qué triste estar preñado de Dios para después dar a luz un libro!, escribía José en uno de los suyos. Es creyente. Y cree tanto en Dios como en la poesía, en la palabra, en la verdad. Pero también me dijo aquel día, sentado frente a mí en mi casa, que la poesía no es cosa de personas instruidas, que también hay muy buenos poetas casi iletrados. Y me habló del Chocolate que cantaba esos versos que dicen: De toíto me siento colmao cuando tú estás a mi vera, si ahora viniera la muerte, creo que no la sintiera. Y también me habló de aquel analfabeto que en una noche de lluvia celaba de su mujer cantando: La noche del aguacero, no sé dónde te metiste que no te mojaste el pelo.
Con José también pasé un día lluvioso de junio en la Feria del Libro de Madrid, justo el día en que, por casualidad, conocimos a Rolando Peña y hablamos de arte y de poesía y de esas cosas de la vida que quizás luego terminan consignadas sutilmente en un verso.
Un día, conversando por teléfono, le pregunté qué poeta vivo me recomendaría. Me habló de un tal Pedro Sevilla a quien yo no conocía. Busqué algún libro suyo por las librerías, pero no lo encontré. El nombre de Pedro Sevilla engaña, porque uno podría pensar que es sevillano; pero no, nació en Arcos de la Frontera, en Cádiz. Después de varios meses, por fin —no hace tanto, apenas tres semanas— me hice con un ejemplar de Para cuando volvamos, el poemario que publicó Renacimiento y que reúne su poesía completa entre los años 1992 y 2018. Cuando lo tuve en mis manos, vi que su poesía se contenía en poco más de doscientas páginas. Lo dejé en la mesa sin leerlo hasta hace un par de días. No porque no lo quisiera leer, sino por el pudor del lector que no quiere finiquitar veintiséis años de poesía, de vida, en unas pocas horas de lectura. Ya me pasó con la poesía completa de Eloy Sánchez Rosillo o del propio José. Así que ahora estoy leyendo a sorbitos, para que no se agote, a Pedro Sevilla. ¡Y qué razón tenía José cuando me dijo que Pedro es un gran poeta! En Para cuando volvamos encuentro unos versos, un consejo inútil, que me llega muy dentro:
Reconoce que todo tu afán por escribir
no es más que el desamparo
y el miedo que le tienes a la vida.
Si tuviera ahora a José delante, le agradecería el haberme descubierto a un poeta tan grande. Ya me previno cuando le escribí diciendo que había encargado el libro: «Hay otro libro suyo que creo te gustaría. Se titula La fuente y la muerte. Una especie de memorias infantiles». Todo llegará, José. Ahora voy sorbiendo los versos de Pedro y no hay poema malo que me entre por los ojos al leerlo. Todos buenos, muy buenos. Y una vez más golpea en mi ignorancia ese pensamiento: ¡Pero cómo no habré conocido yo antes a este poeta! Y así es: en mi caso, los voy conociendo más que mediada mi vida.
Sí, la vida es un misterio. Y algunos poetas, solo algunos, no todos —muy pocos—, me vuelven campana al aire que hace sonar su voz con brío y se me enciende el amor a flor de piel. Y es entonces, en esos momentos, que quisiera decirte: Ven aquí conmigo, mujer, y siéntate a la orilla y escucha... que la vida no nos pase sin que nos demos cuenta.
Michael Thallium
Siéntate a la orilla y escucha
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). Siéntate a la orilla y escucha. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV90). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/12/sientate-la-orilla-y-escucha.html
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Estas breves lecturas, me aportan un breve sosiego al acelerado vía crucis de supervivencia diaria
ResponderEliminarMe alegra saberlo y me gusta la palabra sosiego.
EliminarSiempre es un gusto leer tus andanzas por el bello subsuelo de la literatura española
ResponderEliminarPues desde ese subsuelo te llegan unas letras en forma de gracias.
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