Galicia: Javier Fajardo, la música y una jubilación
El 1 de febrero de 1891, hubo elecciones generales en España. Eran los tiempos de la Restauración y las elecciones, cuya base legal era la Constitución española de 1876, se celebraban de aquella manera. Regentaba la monarquía María Cristina de Austria. Cinco meses más tarde, el 30 de junio de 1891, Maria Cristina accedió a la petición de título de Ciudad y tratamiento de Excelencia de una pequeña localidad lucense. Desde entonces, la muy noble y muy leal villa real de Vivero pasó a ser ciudad; una ciudad pequeña, eso sí, de unos quince mil habitantes. Y fue en esa ciudad —que en 1983, tras la llegada de la democracia a España, tomó el nombre gallego de Viveiro— donde un siglo más tarde nació un niño que, con el tiempo, se convertiría en músico. De la capital de La Mariña Occidental es el director de orquesta Javier Fajardo. Y allí vive, en Viveiros, junto con su mujer y dos hijas pequeñas.
Galicia es «vivero» de artistas y gentes de letras. No muy lejos de Viveiros, a unos sesenta kilómetros de distancia hacia el sur, se encuentra Mondoñedo. Allí nació un grande de las letras gallegas y españolas, el autor de Merlín y familia, de Un hombre que se parecía a Orestes, de Las mocedades de Ulises, de Vida y fugas de Fanto Fantini della Gherardesca… Quien no haya leído al prolífico Álvaro Cunqueiro, no sabe lo que se está perdiendo. Cerca de Mondoñedo, a veinticinco kilómetros, en la comarca de Tierra Llana, se encuentra el pequeño pueblo de Pastoriza. Allí nació y creció sin libros el gran crítico literario Ángel Basanta: «Non quero esquecer o tempo no que fun un neno sen libros». Gracias a él, Pastoriza cuenta hoy con una de las mejores bibliotecas de Galicia, con más de catorce mil ejemplares. De Ferrol, más hacia el oeste, en la provincia de La Coruña, era Gonzalo Torrente Ballester, el autor de dos libros imprescindibles: Fuga y saga de J.B y Fragmentos de apocalipsis. De La Coruña era también Emilia Pardo Bazán y de Santiago de Compostela fue Rosalía de Castro…
Precisamente en Santiago de Compostela, en el Auditorio de Galicia, fue donde hace justamente una semana, el pasado 19 de diciembre de 2024, se celebró Cantamos!, un concierto participativo dirigido por el viveirense Javier Fajardo y que reunió al Coro de la Orquesta Sinfónica de Galicia con seis coros participativos —Coro Asubío, Coro Cardenal Quiroga Palacios, Coro CMUS de Ourense, Coro da Escola Municipal de Música de Santiago, Coro Harmonía Stellae y Coro de Cámara Thalassa— junto con la Real Filharmonía de Galicia. Más de 250 músicos en el escenario. Era la segunda vez que Javier Fajardo dirigía un proyecto como este en Santiago de Compostela. El primero de ellos fue en diciembre de 2023 cuando se interpretó la Misa en honor al apóstol Santiago del compositor lucense del siglo XIX Juan Montes. Para la edición de 2024, el maestro Fajardo eligió como repertorio el Gloria de Antonio Vivaldi y una selección del Mesías de Georg Friedrich Händel.
La función principal de este tipo de conciertos es acercar la música clásica a la gente. Así que antes de que diera comienzo el recital, hubo también un breve encuentro con Sabela Fonte, directora técnica de la Real Filharmonía, y Javier Fajardo, en el que explicaron el origen del proyecto y su vocación de continuidad. El maestro Fajardo hizo una interesante reflexión al señalar que la diferencia entre un cantante profesional y uno aficionado está en que el profesional puede y debe preparar el repertorio en mucho menos tiempo, mientras que el aficionado necesita más tiempo y ensayos. El resultado del trabajo con aficionados, sin embargo, puede estar a la misma altura de calidad que el que se obtiene con músicos profesionales. Fajardo también dijo que con este proyecto participativo también se pretendía destacar a cantantes gallegos que darán mucho que hablar en el futuro. Se refería a la soprano Susana García Pico, a la mezzosoprano Charlene Harriswangler, al contratenor Alberto Miguélez-Rouco —los tres son de La Coruña— y al barítono monfortino Lucas López.
Y no se equivocó el maestro en sus apreciaciones respecto a la calidad de la música que interpretaron. Espléndidos fueron tanto el Gloria de Vivaldi como la selección del Mesías de Händel. No es fácil poner de acuerdo a tantas personas encima de un escenario, y aunque uno no pudo estar presente en los ensayos, es muy probable que el temple, la paciencia y el buen carácter de Javier Fajardo contribuyeran a que la combinación de músicos profesionales extraordinarios como los de la Real Filharmonía y del Coro de la Sinfónica de Galicia con los coros participativos fuese a las mil maravillas. En el Gloria destacaron las intervenciones —fantásticas, por cierto— del contratenor Alberto Miguélez-Rouco en Domine deus y Agnus Dei.
Con respecto a la orquesta, las cuerdas de los violines, sonaron demasiado tapando en algunos momentos a los cantantes y coros. Las voces de la soprano Susana García Prieto y Charlene Harriswangler, bonitas de timbre y bien proyectadas, quizás tuvieran demasiado vibrato para este tipo de repertorio. La interpretación culminó con el número final, Cum Sancto Spiritu, que hizo que el público aplaudiera calurosamente esta obra de Vivaldi.
En la segunda parte del programa, que se interpretó sin pausa, los coros, por si no había quedado ya clara su calidad interpretativa en el Gloria, lo bordaron. La orquesta comenzó la obra con la Sinfonía I —por cierto, la oboísta Esther Viúdez tocó maravillosamente durante todo el concierto— a la que siguió And the glory con coro en una selección de lo más granado de este oratorio que Händel compuso en 1741. Excelente la intervención del barítono Lucas López en Thus saith the Lord. Este cantante de Monforte de Lemos y formado musicalmente en Suiza tiene una voz bonita y bien afinada. Excelentes también fueron las intervenciones del contratenor en But who may abide, Behold, a virgin shall conceive y Then shall the eyes of the blind be open’d. Brillante también estuvo la soprano en Rejoice greatly, o daughter of Zion. Por lo que respecta a los coros, briosos, bien afinados y sonoros, sus intervenciones fueron sobresalientes. La selección no incluía el archiconocido Aleluya. Así que el público que aplaudió al terminar His yoke is easy, his burthen is light, esperaba que se interpretara el Aleluya como propina. No fue así. Hubo una sorpresa, la orquesta interpretó una música popular gallega y un fragmento de la sinfonía de los Adioses de Haydn que sirvió para dar una sorpresa al violonchelista Plamen Velev Nikolchovsky quien se jubilaba después de tantos años en la orquesta. Le entregaron un ramo de flores mientras seguía tocando y el público reconoció su trayectoria con una pequeña ovación. Después, ya sí, cantaron el Aleluya y terminó un concierto que fue, sin duda, estupendo.
Michael Thallium
Galicia: Javier Fajardo, la música y una jubilación
*Fotografías del archivo de la Real Filharmonía de Galicia
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). Galicia: Javier Fajardo, la música y una jubilación. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (RM43). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/12/galicia-javier-fajardo-la-musica-y-una.html
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