El cálamo prodigioso
De oca. Esas son las mejores. Al igual que el gladio para muchos es la mejor espada que jamás haya existido —por su corte y estocada, que tantas muertes infligieron—, la pluma de oca —dicen que las de cisne son óptimas— es la mejor para afinar el cálamo con el que después escribir letras. De hierro, el glaudio; de queratina, la pluma del ave. Quien a hierro mata, a hierro muere, eso dicen. A quien con pluma escribe, el magín vuela. Unos gladiadores, otros escritores; todos, soldados de voluntades.
En cualquier caso, tanto espada como pluma de ave en mano son cosas del pasado, que para eso existen las pistolas y las estilográficas o, mejor aún, la IA y los teclados de los ordenadores, aunque dentro de poco tampoco hará falta ya teclear letras; tampoco hacer fotos con la cámara, por no hablar de pintar cuadros. Todo cosas del pasado. Ahora para volar la imaginación tenemos Minecraft o las series turcas. ¿Y los libros? Estarán donde siempre han estado: en manos de minorías. Así cumplimos ya el primer cuarto del siglo XXI: con un mundo cada vez más complejo en el que habrá que cultivar con ahínco el arte de ser dichosos.
En España hay un pueblo con castillo que se llama Belmonte donde vive —en el pueblo, no en el castillo— una de esas aves raras que cultivan el pasado, viven el presente y forjan el futuro. Tiene un nombre que parece inventado, pero no, no lo es. Así se lo parecería a quienes todavía manejen algunos rudimentos del latín o sepan alemán: Dativo Donate. Es su nombre de pila. Podría haberse llamado Genitivo Sajón o Acusativo Legal, pero no. Sus padres le pusieron Félix Dativo —un dativo feliz—; lo de Donate va en el apellido. Y así va él bien servido. Lo de Félix se lo deja para la intimidad, como quien se deja alguna palabra en el tintero. En Belmonte vive y allí lleva muchos años ganándose el pan enseñando literatura a los jóvenes del maincraf, del fornait, del ligofleyens, la IA, el selfi, el bro, el instagrán, el tictoc… Don Dativo tiene un don para las letras. Cultiva el arte de la caligrafía con pluma de oca, aunque también alguna estilográfica de punta caligráfica ha comprado en el Lidl. Las plumas se las fabrica él mismo, con tiento y tino, y también, de vez en cuando, la tinta que las alimenta. La prepara a base de agallas de roble, caparrosa, goma arábiga y cáscara de granadas. Pluma en mano de tinta bien nutrida, Dativo Donate escribe de pie, porque dice que así se concentra más uno y se pierde menos el tiempo contemplando las musarañas. Y también escribe novelas históricas y, por cierto, muy buenas, muy bien documentadas e ingeniosas como La isla de Caravaggio.
Michelangelo Merisi pasó a la historia como pintor y Dativo Donate lo ha inmortalizado en Malta junto con el legendario Galcerán de Cos que capitaneara la galeota Donosa en La Mala Zorra. No hay lance de espadas que no haya pasado el escrupuloso examen de quien también maneja la espada y el arte de la esgrima. También aparece en esta historia el hijo de De Cos, el mozalbete Gasparico cuya brutal esclavona vuela por lo alto hasta encontrar la garganta de un desafortunado capitán turco:
La cabeza quedó colgando del cuello erguido y atónito, hecho un surtidor entrecortado, la vida roja escapándose del corazón aún tenaz e inútil. Y solo entonces, acaso cuando comprendía la jugarreta de su enemigo, el capitán turco cayó cuan largo era, con la cabeza unida al cuerpo por una tira mísera de carne.
Dativo Donate juega con las palabras, como si de los colores de la paleta de Merisi se tratase, para describir con maestría los lienzos del pintor lombardo y las vidas de los personajes que aparecen en La isla de Caravaggio. Muchos personajes —la mayoría reales, de los que de verdad vivieron sus vidas a comienzos del siglo XVII, y unos pocos inventados con muchísimo ingenio—, muchas situaciones, muchas aventuras enmarañadas con amores rotos, sólidas amistades, traiciones, mentiras, envidias, violencia, amenazas, sexo, dinero… y poder.
Ya lo veis, de Belmonte surgió esta fascinante novela. Quien la escribió se la dedicó a Patricia, su compañera de viaje en la vida. No fue genitivo ni acusativo. Fue Dativo Donate, ese hombre que enseña literatura a la generación del bro y del selfi, que compra estilográficas de punta caligráfica en el Lidl, que afina plumas de oca y alguna de cisne para convertirlas en el cálamo con que hacer volar el magín, el cálamo prodigioso de Dativo Donate.
Michael Thallium
El cálamo prodigioso
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). El cálamo prodigioso. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV93). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/12/el-calamo-prodigioso.html
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