Latest courses

Cuando dejaste de ser letra

Encabezados
Print Friendly and PDF



Cuando dejaste de ser letra


A mis queridos papá y mamá y hermanos
 en prueba de cariño que les profesa este querido hijo
 que nunca les olvida y desea verles pronto. 
Alfredo, Larache, 27-12-27


Cuando Alfredo escribió esas letras debía de tener veintiún años. Nació en 1906. Una persona anónima como tantos miles de millones de personas en el mundo. La letra es primorosa, impecable. Si no fuera por la fecha que data el reverso de esa fotografía tomada por Enrique Perera, parecería que sus palabras habían salido de una impresora moderna. Pero no: son palabras escritas a mano y con estilográfica. En 1927, Larache pertenecía a España. Allí nació cinco años más tarde un grande de las letras y la traducción, Miguel Sáenz, que aún vive; Alfredo murió en 1983.

En esa foto en blanco y negro —amarillenta por el paso de los años— cuyo reverso nos dice que se tomó en Larache, acabando el año 1927, aparece Alfredo vestido de militar, apoyado en lo que parece el respaldo de un sofá estampado. Su mano derecha ase el cinturón muy cerca de la hebilla; la otra mano reposa sobre el muslo izquierdo. Mira a la cámara fijamente. Probablemente, aún no conocía a quien luego sería su esposa durante muchísimos años. Tampoco se imaginaría que tendría seis hijos. El primogénito, a quien llamaron Alfredo, murió antes de cumplir un año. Los otros cinco saldrían adelante: dos varones y tres hembras. Volvamos a la foto, a ese hombre joven que posa para sus padres y hermanos. Él, en el protectorado de Marruecos; ellos, en Asturias. El traje que viste tiene el cuello alzado con una insignia que probablemente fuera dorada. Es una cruz. Siete botones, probablemente dorados, abrochan la chaqueta. Lleva un gorro que posiblemente sea de cabo…

En el año 1610, el sultán Mohamed esh-Sheik el-Mamún dio la ciudad de Larache al rey Felipe III, a quien se considera el primero de los Austrias menores. Tres siglos más tarde, en 1911, durante la guerra del Rif, las tropas españolas desembarcaron en Larache. En 1913, el protectorado de Marruecos se dividió en tres comandancias generales: Ceuta, Melilla y Larache. En 1921, se inauguró la primera línea aérea de España que cubría la distancia entre Sevilla y Larache. En 1927, Cuando Alfredo se encontraba haciendo el servicio militar en Larache, se creo la Compañía Agrícola del Lukus, conocida como CAL, que llegó a ser la empresa más importante del Marruecos español. Cuando Alfredo remitió esa fotografía a sus padres, España se encontraba bajo la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Cuatro años más tarde se proclamaría la II República que, cinco años después, desembocaría en la Guerra Civil de 1936 que algunos partidos políticos hoy, casi noventa años más tarde, enarbolan para captar la atención de votantes que, de no azuzarlos con esa monserga política de los dos bandos enfrentados, muy probablemente no los votarían. Dos bandos que se enfrentaron a sangre y fuego, esa sangre y fuego que tan bien retrata el sevillano Manuel Chaves Nogales en algunos de sus libros.

Alfredo, ya lo dije, engendró tres varones y tres hembras. En el año 1930 ingresó en los Caminos de Hierro del Norte de España, una empresa ferroviaria que se había creado en 1858 y que más tarde, terminada la guerra civil, se integró en la Red Nacional de Ferrocarriles Españoles, que en España todos conocen como RENFE. Alfredo comenzó a trabajar en Oviedo como meritorio, a los dos años, ya en la II República, pasó a factor de jornal y luego a factor fijo. Con el tiempo logró ascender a jefe de estación y comenzó a recorrer España de destino en destino: Mieres, Avilés, Segovia, Arévalo, Las Matas, Sancti Spiritus, Bogajo y, por último, Santa María de la Alameda, adonde llegó en 1967. Vio nacer nueve nietos, y dieciséis años más tarde un cáncer se lo llevó por delante a los setentaisiete años de edad. 

Una vida anónima como tantas otras. Y, sin embargo, esa letra suya tan primorosa en el reverso de una foto me hizo pensar en una conversación que hace algunos meses tuve con Ayoze G. Padilla. Me decía que creía que escribir a mano condicionaba también el modo en que uno escribe y que ahora que la mayoría escribimos con el móvil o el ordenador, se ha perdido algo identitario… Al respecto de lo de escribir a mano y su influencia en el estilo, el escritor Dativo Donate me contó hace unos días que la observación le había llevado a concluir que el estilo de oración en la Edad de Oro estaba relacionado con la carga de tinta que aguantaban las plumas de ave. El asunto es que tanto aquella conversación con Ayoze como mi encuentro con Dativo, me llevaron a retomar el hábito de la escritura a mano con estilográfica en un cuaderno. 

Es verdad. Nos hemos despersonalizado. Ahora todos somos Times New Roman o Arial o Garamond o Helvetia… Vivimos con la urgencia de la modernidad en la que todo ha de ser inmediato y, por tanto, rápido. Nos hemos alejado de esa lentitud que hacía que nuestra letra nos identificara. Doy fe de que algo cambia cuando se escribe al ordenador. Ahora tú, lector, que lees estas palabras sin saber —¡y qué más da no saberlo!— que antes fueron letra manuscrita en un cuaderno, recoges el resultado de las muchas horas que uno pasó intentando recuperar la íntima voz de su letra, esa letra que lo identifica, que lo singulariza, y que ahora tú te pierdes. También es muy probable que te dé igual saber que mientras transcribía algunos párrafos, tuve que subirme a una escalera para recoger de lo más alto de un mueble un periquito albino al que saqué de la jaula. Ha venido hoy mismo a vivir conmigo. Lo he bautizado Victoria. Pensé que podría haberme caído en el intento de atraparlo para devolverlo a la jaula. ¿Y si así hubiese sido? ¿Y si hubiese tenido una mala caída y la hubiese palmado? ¿Qué habría quedado de mí? Una mesa blanca, un cuaderno manuscrito, un ordenador con un texto inacabado, un periquito albino revoloteando a sus anchas y yo en el suelo, descalabrado. Quien echase un vistazo al cuaderno, podría deducir el esfuerzo y el esmero que puse por no dejar de ser letra, aunque solo fuera para emular aquella impecable de mi abuelo cuando en 1927, en Larache, escribió a sus padres y hermanos ignorando que muchísimos años después de su muerte, un nieto, haciendo equilibrios sobre una escalera para atrapar un periquito albino, lograría ganarle este texto al destino.


Michael Thallium


Cuando dejaste de ser letra


Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). Cuando dejaste de ser letra. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 3, (CV78). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/09/cuando-dejaste-de-ser-letra.html

Numinis Logo
UAM Logo
Lulaya Academy Logo

Licencia de Creative Commons
Esta revista está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional

No hay comentarios:

Publicar un comentario