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Verde como la albahaca

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Varietés naturoculturales sobre una hierba admirable

La albahaca, hierba real, basílico o alhábega es una planta de la familia de las lamiáceas. La palabra “albahaca” viene de la voz árabe al-habaqa (الحبق), denominación de las plantas apreciadas en medicina o en cocina. Su nombre taxonómico es Ocimum basilimcum. Ambas palabras son latinas, pero de origen griego. “Ocimum” proviene de okimon (óκιμον), que significa "labio perfumado" u "oloroso", en referencia al aroma que desprende la planta. “Basilicum” es una adaptación del griego basílikon (bασιλικον), es decir, “real” o “regio”, dado que se pensaba que era usada por reyes para fabricar perfumes.

Es originaria de África central y el sudeste asiático, aunque en la actualidad se extiende por amplias regiones de la Tierra al ser cultivada por humanos, que la aprecian por su versatilidad de usos culinarios. La encontramos en multitud de pizzas, en la berenjena a la parmesana, la patata cajún y todos los platos con la emblemática salsa pesto. Yo mismo le pido prestada una ramita de vez en cuando a la albahaca de mi huerto para mis andanzas gastronómicas. Como curiosidad, la albahaca de mi huerto se llama Zeinab, en honor a una de las compañeras con las que cociné en la acampada interuniversitaria por Palestina de Madrid. Ya que su labor en la comisión de cocina, tan crucial como invisibilizada, apenas recibirá menciones en los relatos oficiales y espurios del movimiento, qué menos que bautizar una hierba regia con su nombre. Una maravillosa casualidad quiere además que Zeinab (زينب) signifique en árabe “árbol fragrante”.

     La albahaca se puede encontrar, si uno la busca, entre las brozas de algunos cultos humanos. En el hinduísmo simboliza al dios Vishnu. En Bolaños de Calatrava (Ciudad Real, Hespaña) las fiestas patronales reciben el sobrenombre de “Fiestas de la Albahaca” en honor al Cristo de la Albahaca, que se llama así por la vetusta tradición de llevarle un ramo de esta planta como ofrenda. Por su parte, en la santería cubana la albahaca se relaciona con Obatalá, deidad justiciera y protectora de todas las cabezas. Según se dice, “mediante la albahaca Obatalá brinda paz a los hogares”.

    También en el arte la albahaca hace acto de presencia. Un cuento del Decamerón de Boccaccio lleva por título “El tiesto de albahaca”, y culmina con los siguientes versos: “¿Quién pudo ser el mal cristiano/ que me robó el tiesto de albahaca?”. Cómo se llega a este amago interrogante no lo revelo para no espoilear un magnífico cuento. En la literatura popular encontramos el relato “La maceta de albahaca”, mientras que la pluma de Rafael de León y Salvador Valverde encumbrarían a nuestra hierba en el estribillo de una de las más ilustres coplas del cancionero hespañol, Ojos verdes. Difícil es no estremecerse al oír cantar a Antonio Molina, Conchita Piquer o Buika: “Ojos verdes, verdes como la albahaca”…

        La relación entre el ser humano y la albahaca es condimental. Esta hierba nunca ha sido un ingrediente principal en la construcción de ninguna sociedad humana (al contrario que otras especies como el trigo o el maíz), pero su presencia enriquece áreas concretas de muchas de ellas.  Esto se ve claramente en la cocina, pero también en otras facetas. El cristianismo manchego ha ganado en singularidad y colorido al ligar su culto a la albahaca, que también ha insuflado fuerza a diosas caribeñas y ha inspirado bellos retazos líricos y narrativos. Por su parte, nuestra especie también ha condimentado la existencia de esta planta. Gracias a la alianza con los humanos, la albahaca ha pasado de ser una hierba más entre la maleza a ser una "hierba de reyes". Nunca enteramente domesticada y en una relación de dependencia parcial, albahacas y humanos llevan siglos aportando sabores novedosos a sus respectivas vidas. 

     Que nadie se llame a engaño. Ninguno de los datos que he vertido aquí responde a un derroche de erudición, sino más bien a algunas búsquedas rápidas en Wikipedia y otras páginas web. Mi única intención era homenajear a una planta a la que admiro y ver cómo, involuntariamente, por una trenza de palabras que aspiraba a ser solo botánica se van encaramando a lo alto de la torre hechos lingüísticos, culinarios, políticos, religiosos, históricos y artísticos. Una simple mención a la albahaca ensambla épocas, geografías y culturas diversas con aquello que llamamos, más por costumbre que por convicción, naturaleza. Ajena a las fronteras conceptuales del ser humano (o más bien de algunos de ellos), sin embargo, las cuestiona y se mueve entre ellas como si fuese consciente de su artificialidad. Y así, cara a cara con la albahaca uno no puede sino preguntarse: ¿dónde acaba la naturaleza y empiezan la sociedad y la cultura?


Pavlo Verde Ortega

Verde como la albahaca


PD: mi deuda filosófica aquí, como casi siempre que observo el mundo desde hace un par de años, es con Donna Haraway y sus conceptos de "naturocultura" y "especies de compañía", expuestos por primera vez en su Manifiesto de las especies de compañía.

 

Cómo citar este artículo: VERDE ORTEGA, PAVLO. (2023). El nombrar y la responsabilidad. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 3, (CM34). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/07/verde-como-la-albahaca.html

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1 comentario:

  1. Muy instructiva tu 'albahaca', que no tiene que ver con el animal ni el metal 'alpaca'...

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