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El Director

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El Director

Nuestra Ley de Enjuiciamiento Criminal, promulgada en 1882, ha sufrido varias reformas a lo largo de su historia, pero la base legal sigue siendo en gran parte la misma que hace casi dos siglos. Esta ley, que nació en un contexto social y político radicalmente distinto, refleja las necesidades de una España que ya no existe. Las multas que aún se calculan en pesetas, por ejemplo, son un símbolo de lo obsoleta que se ha vuelto. El problema no es solo la moneda, sino la estructura misma de una normativa que no ha sabido adaptarse plenamente a los retos del siglo XXI.

El anacronismo de esta ley se hace evidente en la confusión que genera entre la población. Muchos ciudadanos no entienden por qué un juez no puede actuar de manera autónoma en casos donde la opinión pública demanda justicia rápida y contundente. La prisión provisional es un tema delicado que la sociedad suele simplificar, sin darse cuenta de que, sin un marco jurídico moderno y adecuado, los jueces están atados de manos. ¿Es justo que la percepción pública dicte sentencias? ¿O deberíamos revisar nuestras leyes para que estén más alineadas con la realidad actual?

En un contexto donde la información fluye a una velocidad vertiginosa, la claridad y la precisión se han convertido en bienes escasos. Vivimos en una era de posible desinformación. La sociedad no comprende que un juez no puede acordar la prisión provisional por propia iniciativa si no lo solicitan las partes involucradas en la causa. Esto no significa que el ciudadano común deba tener una licenciatura en Derecho para entender lo que dice el telediario, sino que el telediario debería ser más claro y transparente con sus espectadores.

La desinformación no solo se propaga a través de redes sociales, sino también desde medios tradicionales que, en su afán por captar la atención, sacrifican la profundidad y el rigor. Cuando los telediarios no explican con detalle los fundamentos legales detrás de decisiones judiciales controvertidas, se fomenta una cultura de la indignación que no busca comprender, sino juzgar. Esto crea un caldo de cultivo ideal para la manipulación. La falta de contexto en la cobertura de noticias judiciales no es solo un problema de comunicación, sino un riesgo para la democracia. Un público mal informado es un público fácilmente manipulable, y ahí es donde las esferas de poder encuentran su oportunidad. Desde los despachos de los políticos hasta los de los grandes empresarios, la falta de transparencia en los medios se convierte en una herramienta para moldear la opinión pública a conveniencia.

David Jiménez, exdirector de El Mundo, lo dejó claro en su libro El Director. Su relato expone cómo la prensa se ha visto coaccionada por intereses económicos y políticos, resultando en una información sesgada y parcial. La lucha de Jiménez por mantener la integridad periodística en un entorno hostil es un testimonio de la difícil situación que enfrenta la prensa libre en España. Si bien logró publicar su libro, la cuestión que queda es: ¿Cuántos más han sido silenciados? ¿Cuántas historias cruciales nunca llegaron a ver la luz?

Las noticias no pueden quedarse a medias, ni ofrecer información poco clara solo porque un periodista no esté seguro de la veracidad de sus fuentes. Probablemente estemos viviendo en la era del titular, o lo que los más entendidos llaman ahora clickbait. Nos movemos más por el morbo de lo que se publica que por el interés real de lo que no se publica. Creo que hay tiempo para todo: para el programa de prensa rosa, pero también para aquel en el que se debata sobre la sanidad o la educación en nuestro país.

Pero no solo es culpa del televidente, que ya está cansado del circo mediático que protagonizan determinadas personas, todos los miércoles en la sesión de control al gobierno o de los continuos hechos delictivos que ocurren en nuestro país. También es culpa de la esfera de poder que trata de manipularnos. No lo digo yo, lo dijo David Jiménez, quien tuvo que salir por la puerta de atrás por no querer someterse a este yugo. Probablemente él fue uno de los últimos periodistas en este país que, a pesar de recibir presiones por todas partes, intentó siempre no solo contar la verdad, sino informar sobre lo que realmente ocurre. Aún hoy me sorprende cómo su libro no es un superventas o cómo sigo votando al mismo partido que presionó al director de El Mundo para que no salieran a la luz ciertas informaciones.

El periodismo tiene la función de informar. No importa lo que el lector quiera creer; estos profesionales deberían tener un deber ético inquebrantable de contar lo que pasa, guste o no guste. Sin embargo, mientras tanto, Florentino Pérez despide a Óscar Campillo, director de Marca, porque creía que este último era del Barcelona.

 

Saray Rodríguez Pérez

El Director

 

Como citar este artículo: RODRÍGUEZ PÉREZ, SARAY. (2024). El Director. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CS05). ISSN ed. electrónica: https://www.numinisrevista.com/2024/08/el-director.html

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