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El cuento inverosímil de Colate Agraz

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El cuento inverosímil de Colate Agraz

Hacía muchos años que Colate Agraz Moriegos había dejado de conducir camiones. Fue un camionero enorme, no tanto por su pericia al volante —lo apodaban «el Torpércules»—, sino como por su gran envergadura y sus casi dos metros de altura. Le faltaban diez centímetros para alcanzarlos. Ahora conducía los designios del país que presidía desde que Haitor Narváez, arquitecto de revoluciones y exitoso reclutador de masas de esperanzados menesterosos, murió después de una agonía larga durante la que Colate Agraz permaneció a su lado como el más fiel servidor y sucesor imparajitable.

Colate estuvo en la sombra de otros casi toda la vida, valiéndose de su naturaleza de can leal que ladraba a quien se atreviese a arrimarse sospechosamente a sus dueños. Si había que tarascar, también lo hacía, aunque siempre arropado por la manada que guardaba el rebaño de seguidores incondicionales y nescientes. De pequeño, su madre, doña Clara de Asís Moriegos de Agraz, le reprochaba que siendo tan gigantón hiciese honor al apellido que le había dado su padre: «Eres un bobalicón, agraz como la uva cuyo zumo nadie quiere beber». Clara de Asís Moriegos de Agraz era una mujer extranjera en el país natal que su hijo llegaría a gobernar con guante de hierro y mano blanca muchos años después. Conoció a don Colate Agraz Rodríguez en Arcas, la capital de Atenuela, un país de exuberante naturaleza y recursos abundantes que terminaban menoscabados en manos de los dirigentes políticos a los que don Colate Agraz Rodríguez combatía recordando siempre al mítico revolucionario del siglo XIX, Antón Manuel Francisco del Espíritu Santo Oloíbar Pontón y Castillos Cano, más conocido como Antón Oloíbar, que liberó Atenuela de los colonizadores allende los océanos. A Colate Agraz, el hijo gigantón e inmaduro, le fascinaba aquella lucha que su padre emprendía contra los opresores del siglo XX.

Luego llegaron los camiones y con ellos las reivindicaciones del Sindicato Nacional de Camioneros que Colate Agraz llegó a liderar más por su envergadura que por su inteligencia. No obstante, supo arrimarse bien a los guardianes que custodiaban el rebaño, era astuto. Conoció a Haitor Narváez y se esforzó por demostrar que era su más fiel criado de librea, el edecán maravilloso. Narváez se hizo con el poder en unas elecciones y gobernó Atenuela durante catorce años. Fue él quien cambió la Constitución y el nombre del país. Desde entonces se llamaría oficialmente República Oloibaresca de Atenuela, en honor al revolucionario Antón Oloíbar, azote de los explotadores extranjeros y libertador de los pueblos oprimidos. Cuando Narváez enfermó, Agraz anduvo como un perro fiel lloriqueando y lamiendo las heridas de su amo. Cuando murió, Agraz lo sucedió y se mantuvo en el poder contra vientos y mareas llevando siempre en el corazón y en la boca al líder Haitor Narváez y al libertador Oloíbar. Fue entonces cuando descubrió que ya no tendría que ladrar ni tarascar para defender el rebaño. Urdiría una red clientelar sirviéndose de la explotación de las riquezas del país. Serían otros perros quienes ladrasen y mordiesen por él. Ya nadie podría decirle que era un bobalicón. Tantos años en la sombra le habían enseñado a cultivar la virtud de la paciencia. Nadie podría quitarle el mando ni arrebatarle el poder ni nadie podría argumentar que no ganaba las elecciones. Volvió a hacerlo por tercera vez. La oposición protestó, pero no importó. Las fuerzas, las armas y las riquezas esquilmadas estaban de su parte, Atenuela era suya y él sabría guardar bien el rebaño… Solo de vez en cuando asomaba un temor dentro de aquel enorme cuerpo. No lo compartía con nadie, era un temor íntimo e intransferible. Aquellas palabras maternas de la infancia, brotaban como la mala hierba resonando en algún lugar profundo de su ser: «…agraz como la uva cuyo zumo nadie quiere beber». ¡Bah! ¡No! ¡La mala hierba se escarda! Por fin era maduro y nadie, absolutamente nadie, le arrebataría el fruto de la sazón: Yo El Supremo, la voz única del pueblo, inmortal, libertador del siglo XXI y azote de las potencias imperiales, Colate Agraz.

 

Michael Thallium

El cuento inverosímil de Colate Agraz


Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). El cuento inverosímil de Colate Agraz. Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 3, (CV71). ISSN ed. electrónica: 2952-4105.  https://www.numinisrevista.com/2024/08/el-cuento-inverosimil-de-colate-agraz.html

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3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Excelente Michael, cualquier parecido con la realidad, o personajes, es pura coincidencia.....Fuerte abrazo.....

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