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De los creadores de quitarse la corbata para ahorrar energía, llega a nuestros hogares el carnet digital para limitar el acceso a menores al contenido pornográfico. El reciente anuncio del Gobierno español sobre la implementación de un «carnet digital» para acceder a páginas de contenido para adultos ha generado una ola de debate. Esta medida, diseñada para restringir el acceso de menores a contenido pornográfico, ha sido recibida con escepticismo por muchos, que cuestionan tanto su viabilidad como sus implicaciones para la educación sexual y la privacidad. Desde mi perspectiva, esta iniciativa no solo parece poco factible, sino que obvia la responsabilidad expresa que tienen los progenitores respecto a sus hijos y la urgente necesidad de implantar una educación sexual adecuada que enseñe que por ser de sexo masculino no se es un verdugo y que por ser de sexo femenino no se es siempre una víctima.

El nuevo sistema de verificación de edad, que requiere el uso de un «carnet digital» y la verificación con DNI electrónico, pretende limitar el acceso a contenido pornográfico a menores. Sin embargo, este enfoque parece más una medida simbólica y partidista que una solución efectiva. Es evidente la intención del actual gobierno de regular todo lo relacionado con la sexualidad: ley sobre el consentimiento, ley sobre la identidad de género, ley para abolir la actividad de la prostitución... y ahora una ley para restringir el acceso a contenido sexual explícito. No juzgo la intención, sino la forma de materializarla y los constantes errores que el gobierno parece no corregir en cada una de las leyes que propone.

Sin entrar en la evidente falta de practicidad de esta medida, se olvida que prohibir solo aumenta el deseo. Al niño o niña en cuestión hay que decirle que el contenido que pretende ver no puede hacerlo porque aún es joven, pero no porque lo que allí se reproduce sea bueno o malo. Nadie tiene derecho a opinar sobre ello porque, como algunos lectores deben saber, en el derecho penal rige el principio de exclusiva protección de los bienes jurídicos y gracias a esto se despenalizaron ciertas conductas y actividades sexuales. Lo que se reproduce en el contenido pornográfico no es delictivo, simplemente, el menor no va a saber diferenciarlo. No lo digo yo, lo dicen los actores y actrices que graban el contenido. Todo lo que allí pasa es ficción. Nadie tiene que fijarse en las conductas que allí se reproducen, y si se hace, siempre debe ser con el consentimiento de la otra parte. Las filias sexuales de cada persona es algo que nadie, ni el derecho, tiene facultad de juzgar salvo que se cometa un delito.

Tener sexo, grabarlo y subirlo a determinadas plataformas no es delito y está para que cada uno disfrute de su sexualidad libre y plenamente. Se graba con consentimiento de los actores, quienes se someten a controles constantes para evitar las ITS y además reciben pago por hacerlo, porque no deja de ser un trabajo. En las charlas de educación sexual no hay que explicar solamente que el porno puede crear, si se diera el caso, potenciales agresores sexuales. Hay que explicar que es para lo que es y que es todo ficción y que eso la mayor parte de las veces no pasa en la realidad, pero eso no implica que alcanzada una edad no se pueda consumir libremente.

No hablemos entonces de la posible recopilación y manejo de datos personales para emitir y controlar estas credenciales porque de esta forma nadie querría consumir este contenido y las páginas que lo publican perderían dinero. Porque debemos decir que solo se aplicaría a las empresas con sede en España y todos sabemos lo que va a pasar: fuga de cerebros y de más cosas.

En lugar de imponer restricciones que pueden ser fácilmente sorteadas, deberíamos centrarnos en educar a los jóvenes sobre la sexualidad de manera abierta y responsable ,pero parece que aquí los padres no existen ni se les espera. Un padre debe decirle a su hijo que cuando sea mayor podrá consumir ese contenido si quiere y lo desea, porque no hay una obligación y no todo el mundo consume este contenido. Y quien lo haga, mientras no hiera a otro, es totalmente lícito. El problema se crea, entre otros, porque sigue existiendo un tabú con la pornografía. La pornografía es una performance y no una guía de actividad sexual en la vida real, pero cualquiera es libre de practicar esas actividades sexuales con consentimiento.

El verdadero cambio viene de educar a los jóvenes y a los padres sobre cómo abordar la pornografía y otros temas sexuales con una perspectiva crítica y bien informada. La educación sexual adecuada puede ofrecer las herramientas necesarias para que los jóvenes comprendan y naveguen por el contenido que encuentran en línea, reduciendo así los posibles riesgos asociados con su consumo.

Hay una canción del álbum «Sorry I'm Late» de la cantante británica Mae Muller que se titula «Porn Lied to Us». Y no es verdad, el porno no miente a nadie, los actores y las actrices avisan que todo lo que se ve allí es ficción. El porno no miente a nadie, somos nosotros los que nos mentimos con lo que el porno nos enseña. No hay que poner límites tecnológicos que cualquiera podría sortear, sino contarles la verdad a nuestros hijos, que todavía carecen de la madurez suficiente para tener el discernimiento necesario sobre lo que están viendo. Porque esa es la verdad, de lo contrario, jamás estarían bajo la tutela de nadie hasta cumplir la mayoría de edad.


Saray Rodrigues Pérez.

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Cómo citar este artículo: RODRÍGUEZ PÉREZ, SARAY. (2024). X. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 3, (CS03). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/07/x.html  

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