Art(e)ficial: Un «upgrade» para
las Humanidades
El contenido de Arteficial, dirigido por Eva Astorga, profundiza en cómo la inteligencia artificial generativa puede ser un puente entre el humanismo y la tecnología. La página promueve una reflexión sobre cómo estas herramientas pueden ser utilizadas para enriquecer la cultura y las artes, manteniendo siempre una visión ética y responsable. Además, explora temas como la autoayuda a través del arte y la evolución del arte digital, desafiando a los visitantes a pensar críticamente sobre el papel de la tecnología en la creación artística y la vida cotidiana.
Es también un espacio dedicado a
explorar la intersección entre cultura, historia y tecnología, destacando cómo
las innovaciones modernas pueden enriquecer la experiencia humana y la
expresión cultural. La web aborda temas como el uso ético de la inteligencia
artificial generativa en las artes, la interpretación de iconografías en el
arte para el coaching personal, y la evolución del arte digital y generativo,
ilustrando su impacto y potencial. Además, propone un acercamiento humanístico
a las nuevas tecnologías, enfatizando la necesidad de buenas prácticas en su
implementación.
Del mismo modo, el libro Arteficial: Humanismo en la era de la inteligencia artificial generativa examina cómo la inteligencia artificial está influyendo en las artes visuales contemporáneas. Aborda la evolución de las humanidades desde el Renacimiento hasta la era digital, destacando la importancia persistente de los principios humanistas en la comprensión de nuestra humanidad en tiempos de incertidumbre. El ensayo explora también la interacción de los artistas con las tecnologías emergentes y cómo la ciencia ficción ha anticipado desarrollos tecnológicos, culminando en una discusión sobre la tensión entre la creatividad humana y la generativa.
Eva Astorga
Por este motivo, me he animado a
entrevistarla y aquí os dejo este singular diálogo que hemos mantenido:
¿Cómo ha influido tu experiencia
profesional en la concepción de tu libro Arteficial: Humanismo en la era de
la inteligencia artificial?
El arte y la tecnología han
estado entrelazados siempre para mí. Desde mis inicios he trabajado en temas
relacionados con los ordenadores y la tecnología, con lo cual la interrelación
entre ambos mundos me parece necesaria, generosa e incluso inevitable. Comencé
mi carrera profesional trabajando en una empresa de videojuegos cuando aún se
estaba transicionando desde los dibujos y animaciones en papel al diseño y
animación por ordenador, primero en 2D y luego en 3D. Esto no solo eficientaba
tremendamente los procesos de producción, sino que aumentaba las posibilidades
de la narrativa, la interactividad y, sobre todo, la experiencia de usuario.
Más adelante, tuve la oportunidad de participar en el proyecto de
virtualización de la formación en habilidades blandas de una consultora
internacional, generando cursos online y una plataforma LMS (primero
unidireccional, luego cada vez más interactiva y social), lo cual abría las
puertas a un nuevo modelo de consumo de formación en las empresas, desde
cualquier lugar, en cualquier momento. La tecnología de nuevo se presentaba
como una facilitadora de experiencias (en este caso de aprendizaje), y en un
conector de pensamientos y conocimiento entre los profesionales. En este
contexto era fundamental entender quiénes son los consumidores de la
experiencia, qué esperan conseguir, cuál es su preferencia a la hora de
consumir los contenidos, cuáles son sus competencias digitales y, en
definitiva, conocer sus necesidades y problemas. Creo que es algo muy similar
al reto en que se encuentran los museos, las galerías y los espacios de
divulgación cultural en su más amplio sentido: cómo conectar con el visitante,
entenderle y ofrecerle una experiencia única, rigurosa, didáctica y
memorable.
Por otro lado, muchos de los
proyectos en los que he participado a lo largo de mi carrera profesional han
tenido que ver con la gestión del cambio y la transformación, con desarrollar
una actitud favorable y constructiva hacia el cambio. Dicho de otro cómo,
ayudar a las personas a entender qué hay de bueno en todo esto que está
ocurriendo para ellas, y entender los mecanismos que favorecen querer
participar en el cambio que se les propone. En el momento actual, de cambios
tecnológicos constantes, se ha llegado a cierta «ansiedad» provocada o
percibida en cuanto a la velocidad y rapidez con la que se suceden las
innovaciones: bigdata, blockchain, realidad aumentada, metaverso
y hoy, inteligencia artificial generativa. Se transmite cierta «advertencia
desde el miedo» por parte de algunos autores o foros: si no entras ya en esta
tecnología, estás fuera. Este mensaje reduccionista es el que se intenta paliar
desde una visión humanista. En este contexto nació primero un Upgrade
llamado «Humanismo en la era digital» que lanzamos un grupo de expertos en
humanidades en The Valley Business School. En este ciclo, acometíamos todos
estos cambios desde una perspectiva narrada por un historiador, un filósofo, un
psicólogo y mi visión como historiadora del arte. De aquí a la experiencia de
escribir el ensayo Arteficial. Humanismo en la era de la inteligencia
artificial generativa fue sencillo, con el mismo objetivo de ofrecer una
perspectiva pausada, constructiva y crítica sobre el impacto de las
innovaciones tecnológicas en el mundo del arte y de la cultura, recordando los
valores del humanismo que nos caracteriza como seres humanos.
En tu ensayo, mencionas la
evolución de las humanidades en la era digital. ¿Cómo ves la relación entre la
tecnología y la cultura, especialmente en el contexto actual de alta
digitalización?
Como una gran oportunidad,
siempre que la tecnología responda a un propósito didáctico o de divulgación
claro, y la experiencia tecnológica se diseñe y lleve a cabo con rigurosidad
científica, y pensando en su sostenibilidad. La digitalización está facilitando
desde hace años la preservación y el acceso sin precedentes al patrimonio
cultural. Museos y bibliotecas de todo el mundo están digitalizando sus
colecciones, lo que permite a las personas acceder a obras de arte,
manuscritos, excavaciones y artefactos históricos desde cualquier lugar. Esto
ayuda en la preservación del patrimonio (ya sea en 2D o en 3D), ya que las
versiones digitales no sufren el deterioro físico, e incluso se habla de un
concepto emergente de turismo virtual. Por otro lado, también se está
observando una tendencia hacia la «espectacularización» del arte. Cada vez hay
más espectáculos tipo video mapping en fachadas de ayuntamientos,
palacios, catedrales e iglesias, que ayudan a acercar la cultura al espectador
de forma más vistosa y atractiva. Muchos de estas recreaciones audiovisuales,
como la de San Climent de Taüll o la del Luz Toledo, sirven para atraer
visitantes a la ciudad, y también para dar a conocer de otra manera los
procesos constructivos, la forma en que se pintó una bóveda o los personajes
históricos que vivieron en esa ciudad.
Al hablar de la interacción de
los artistas con las tecnologías a lo largo de la historia, ¿cuáles son algunos
ejemplos concretos que destacarías y cómo han influido en la representación
visual de las artes plásticas contemporáneas?
Uno de los ejemplos que cito en
mi ensayo es la caja oscura, un dispositivo óptico que se utilizaba a menudo
para ayudar a los artistas a dibujar y pintar con mayor precisión en la
perspectiva y la composición. El artista colocaba la cámara oscura en una
habitación oscura y proyectaba una imagen en una superficie plana, como una
pared o una mesa. Esta imagen invertida y en miniatura sería utilizada como
referencia para la composición de la obra. El artista utilizaría seguramente
una cuadrícula en la imagen proyectada y la transferiría a su lienzo o panel de
madera, dividiéndolo en las mismas proporciones que la imagen de la cámara
oscura. Esta técnica permitía a los artistas asegurarse de que la perspectiva y
la composición fueran precisas y proporcionales, así como a pintar detalles
(como bordados, flores o reflejos) con exactitud. David Hockney (1937), pintor
y fotógrafo, defiende en su obra «El conocimiento secreto: El redescubrimiento
de las técnicas perdidas de los grandes maestros» (2001) que muchos artistas
como Leonardo da Vinci, Caravaggio, Vermeer en incluso Velázquez usaron la
cámara oscura y otros instrumentos ópticos para ayudar a componer y ejecutar
sus obras maestras, aunque, como bien indica, tan solo era una tecnología más.
Es decir, que la cámara oscura o los espejos les podrían ayudar a potenciar su
talento o ayudarles en el proceso creativo, pero nunca actuarían como
sustitutivo de su creatividad. Un ejemplo más es el de la artista Giovanna
Garzoni, y su «Naturaleza muerta con melón en un plato, uvas y un caracol» (c.
1650); en esta obra al temple, el meticuloso detalle con el que se representan
el caracol y la mosca presentes en la fruta denotan el uso de lentes de
aumento. De hecho, estas obras se llamaban «miniaturas» precisamente por el uso
de las lentes, más que por su formato o tamaño. En la actualidad, el debate en
torno a la inteligencia artificial generativa (IAG) orbita en buena parte sobre
el mismo asunto, es decir, si la tecnología es suplente o potenciadora del
talento del artista y si, por tanto, el resultado de la interacción con la IAG
durante el proceso se puede considerar arte o no.
En tu libro, abordas la tensión
actual entre la creatividad humana y la creatividad de la inteligencia
artificial generativa. ¿Cómo crees que esta tensión está impactando el mundo
del arte y la creatividad en general?
Al penetrar en el campo de la
creatividad humana, la inteligencia artificial generativa está generando una
polémica justificada, aunque es importante entender que estamos en los primeros
pasos de esta tecnología y que hay que dar la oportunidad a creativos y
artistas de entenderla y empezar a aplicarla para propiciar nuevas formas de
expresión artística. Antes que nada, es relevante tener en cuenta que muchas de
las obras con las que se están entrenando los algoritmos de los modelos de IAG
fueron tomadas de Internet sin el consentimiento, el crédito o la compensación
de su autor, con lo cual se exigen con razón que se establezcan mecanismos
legales para frenar o revertir este abuso contra la propiedad intelectual. Por
otro lado, también cabe suponer que, si solo se generan obras utilizando
imágenes previas y sin la capacidad divergente que tiene un artista para crear
estilos o formas de expresión nuevas, llegará un momento en que la IA solo sea
capaz de generar obras similares a las ya “cargadas” en su base de datos, por
así decirlo. ¿Sería capaz una IAG de crear una obra cubista por sí misma, sin
haber sido alimentada con los cuadros de Picasso o de María Blanchard?
Además, la observación de las obras generadas con las máquinas utilizando
métodos de análisis de las obras de arte como por ejemplo el método Panofsky,
concluiría que dichas imágenes carecen de la intencionalidad y el contexto
cultural inherente al arte humano y que, por tanto, no podrían considerarse
obras de arte. También es cierto que estas producciones «arteficiales» son «hijas
de su época», y por tanto significativas de la irrupción de una nueva
tecnología y de cómo los artistas están empezando a experimentar con ella. Ya
hay artistas como Mario Klingemann (1970) que trabaja con un robot llamado «Botto»
para crear obras que han llegado a venderse por millones de dólares y exhibirse
en galerías de prestigio. En España, concretamente en el Museo de Palencia,
existe un interesante proyecto de la artista multidisciplinar Ana Marcos
(coordinadora de la AVAM y cofundadora de 3dinteractivo.com) llamado «Museo IA,
el museo rescatado del olvido», en el que se reinterpretaron y generaron con
diferentes algoritmos 57 obras desaparecidas tras la desamortización, y que se
muestra aún en https://aivirtualmuseum.com. Otros artistas están comenzando a
tokenizar sus obras y generar galerías virtuales en las que mostrar sus
creaciones, adquiribles tanto en formato físico como NFT.
Te refieres a la capacidad
visionaria de la ciencia ficción para anticipar futuros tecnológicos. ¿Cómo
crees que la ciencia ficción ha influido en la percepción y creación de
tecnologías en la realidad?
La propia palabra «metaverso» es
un ejemplo del salto de la literatura de ficción a la realidad. En la novela de
«Snow Crash» se describen escenas que, al cabo de pocos años, se han hecho
realidad, como por ejemplo la entrega de una pizza con un dron aéreo, los
implantes neuronales para expandir las capacidades físicas o mentales y, por
supuesto, la vida en universos virtuales gracias a dispositivos hápticos y de
realidad aumentada. De hecho, ya se puede decir que vivimos en una realidad
virtual paralela a través de las redes sociales y de la proyección de nuestros
avatares en ellas, no siempre coincidentes con nuestro yo físico. Sin embargo,
esta capacidad para imaginar futuros no es algo exclusivo de «Snow Crash» (Neal
Stephenson, 1992), ni siquiera de la literatura ciberpunk de William Gibson y
su «Trilogía del Sprawl» («Neuromante», «Conde Cero» y «Mona Lisa acelerada»).
En el siglo XIX Mary Shelly ya imaginó la vida artificial y sus implicaciones
éticas, y Julio Verne soñó con artilugios voladores y máquinas fantásticas, que
otros polímatas extraordinarios llevaron a cabo, como es el caso del español
Leonardo Torres Quevedo, inventor de un aparato para grabar discursos, del
mando a distancia o del dirigible flexible. En la actualidad, la inteligencia
artificial generativa también puede ser un instrumento para ayudarnos a pensar
en alternativas de futuros, «jugando» con ella para encontrar la inspiración
para nuevos proyectos o soluciones disruptivas, es decir, para expandir
nuestras capacidades e investigar formas de pensar alternativas. De hecho,
algunos artistas se refieren a la IAG como su musa para crear, utilizando
métodos muy similares a los de los artistas surrealistas.
Hablas sobre la transformación de
las artes plásticas en la búsqueda de la «obra de arte total», desde los
videojuegos hasta el metaverso. ¿Cómo ves el papel de la realidad virtual y las
experiencias inmersivas en la evolución del arte en la era digital?
La búsqueda de la realidad
aumentada no es algo exclusivo del siglo XXI. Ya en el siglo XVII se utilizaban
las cajas ópticas, una especie de cajones portátiles que eran muy populares y
atraían a grandes cantidades de espectadores a los sitios a los que llegaban. A
través de la mirilla de estos dispositivos se podían ver ciudades, interiores
de edificios con un gran efecto de profundidad o «inmersión», e incluso se
podían aplicar efectos ópticos adicionales que generasen la ilusión del
anochecer o del amanecer. Estas cajas ópticas curiosamente se llamaban
tutilmundi o mundinovi, es decir, «todos los mundos» o «nuevos mundos», y
podrían considerarse los primeros dispositivos de realidad aumentada como
tales. Las linternas mágicas, las cajas catóptricas y otros instrumentos fueron
los antepasados de la fotografía y del cine, y se basaban en los mismos
principios de la perspectiva lineal que aplicó Brunelleschi y que, siglos
después están presentes en muchos de los mundos de los videojuegos y por
supuesto, del metaverso. Tanto estos mundos virtuales como las exposiciones
inmersivas representan una nueva materialización de «la obra de arte total»
(Gesamkunskwerk) donde se intentan unir las artes plásticas con la arquitectura
y la música para ofrecer «una experiencia memorable» a un espectador que busca
entender el arte con los cinco sentidos. Estas exposiciones tienen en ocasiones
el aval de instituciones culturales reconocidas, con lo que gracias a
tecnologías como la realidad aumentada o virtual el espectador puede entender
de forma más vivencial cómo era el interior de una pirámide o de una casa
pompeyana. Quizás estas experiencias le animen también a conocer más sobre esos
periodos históricos, y a seguir aprendiendo a través de la lectura, la visita a
museos o yacimientos o incluso escuchando podcast de expertos -historiadores,
arqueólogos, filósofos, etc.- También hay perfiles de redes sociales de
influencers humanistas muy interesantes, que con un lenguaje cercano y sin
perder rigurosidad dan a conocer artistas, monumentos o épocas históricas. Por
citar algunos, la YouTuber Ter o «El barroquista» en X podrían ser referentes
de esta nueva forma de comunicar para un público más joven.
¿Cuáles consideras que son los
mayores desafíos y oportunidades para las humanidades en un contexto cada vez
más digitalizado, según tu perspectiva y experiencia?
Quizás uno de los mayores
desafíos es el de desarrollar las capacidades digitales y tecnológicas por
parte de los profesionales humanistas que, siendo expertos en su campo, están
más alejados de las nuevas herramientas digitales (fotogrametría, digitalización
del patrimonio, programas 2D-3D, video mapping, realidad aumentada o
virtual…) En este sentido, para desarrollar estas capacidades, mejorar la
empleabilidad de los estudiantes y de los profesionales de humanidades y
fomentar el emprendimiento, desde la UNED y el Ministerio de Cultura y Deporte
se ha puesto en marcha el posgrado de Tecnologías Avanzadas para la Difusión y
Puesta en Valor del Patrimonio Cultural. Esto es muy relevante en España, ya
que somos es el cuarto país del mundo con más bienes declarados Patrimonio
Mundial por la UNESCO, y por tanto es muy grande la responsabilidad de
preservarlo y darlo a conocer. Otro desafío es el de dar a conocer tanto dentro
como fuera de nuestras fronteras las iniciativas de aplicación de la tecnología
tanto al patrimonio como a los proyectos de los artistas, que en muchas
ocasiones están lanzando muchos proyectos interesantes sin la suficiente
visibilidad. También creo que hay un gran desafío para las galerías y espacios
de arte y culturales más tradicionales, en el sentido de que los grandes museos
como el del Prado o el Thyssen—Bornemisza ya han empezado a recorrer hace años
el camino hacia la digitalización, pero las pequeñas instituciones, los centros
de interpretación, las galerías y otros museos tienen más dificultades para
saber cómo empezar, o para encontrar fondos o profesionales para su
digitalización.
En el lado de las grandes
oportunidades hablaría de generar experiencias que conecten a los ciudadanos
con el patrimonio, generando orgullo de pertenencia y una mayor sensibilidad
hacia el mismo y, por supuesto, hacia el arte y la cultura en general. Uno de
los caminos puede ser el que sugería antes: si a través de una experiencia
inmersiva se consigue que un niño compre un libro sobre los últimos días de
Pompeya, o que un adulto escuche un podcast sobre la música de las compositoras
coetánea a las grandes artistas eclipsadas históricamente, estaremos abriendo
una pequeña gran puerta, la de la curiosidad, que nos conecte con el pasado
para valorarlo y hacerlo nuestro.
Como blogger en Womenalia y
responsable de la sección Cultura Digital de la revista Mistérica Ars Secreta,
¿cómo ves la participación y representación de las mujeres en la convergencia
de arte, cultura y tecnología?
Es un camino en proceso de
construcción, pero muy prometedor. Ya en 1971 Linda Nochlin examinó en su
ensayo «¿Por qué no ha habido grandes artistas mujeres?» las estructuras
patriarcales que han excluido a las mujeres del canon artístico, cuestionado
incluso las nociones tradicionales de genialidad. Exposiciones como «Maestras»,
en el Thyssen-Bornemisza, con una declaración de intenciones en cuanto a la
necesidad de visibilizar el talento femenino y, con ello, crear referentes
inspiradores. No se puede admirar ni respetar lo que no se conoce, y lo que se
oculta, no existe. En este mismo sentido, en el ámbito de las llamadas carreras
STEM la situación parece similar. La falta de referentes femeninos, la
dificultad para proseguir la carrera profesional conciliando con la decisión de
ser madres por parte de las profesionales, el síndrome del impostor y en
ocasiones la desigualdad de reconocimiento o salario son algunas de las
dificultades a las cuales se pueden enfrentar las mujeres que específicamente
estudian estas carreras tecnológicas. Es necesario entender por qué ocurre
esto, evitando caer en falacias como que las mujeres «no son buenas en
matemáticas».
Finalmente, ¿cómo esperas que tu
libro contribuya al diálogo sobre el futuro de las humanidades en la era
digital, y cuál es el mensaje clave que esperas que los lectores obtengan de Arteficial:
Humanismo en la era de la inteligencia artificial?
Arteficial: Humanismo en la era
de la inteligencia artificial propone una pausa. Pasar de la opinión a la crítica,
de la ansiedad por el cambio a la reflexión sobre el mismo. A entender que
mucho antes que nosotros, constantemente, a lo largo de la historia, las
personas se han enfrentado a cambios e innovaciones que han generado malestar,
polémica, injusticia y, por supuesto, también oportunidades. Un ejemplo fue la
irrupción del telar, y los movimientos luditas. Otro, la llegada de los
ordenadores y, con ellos, los neoluditas que los destruían. Ahora estamos en un
mundo donde existen mecanismos para regular la irrupción de estas tecnologías y
evitar o al menos frenar, en la medida de lo posible, que generen abismos
sociales, injusticias o abusos. De ahí los intentos por conocer cómo se
entrenan los algoritmos de las inteligencias artificiales o frenar los abusos
por parte de las tecnológicas o de las empresas (un ejemplo fue la reciente
huelga de guionistas y actores de Hollywood). La transición que se avecina con
la llegada de la IAG es grande. Arteficial: Humanismo en la era de la
inteligencia artificial generativa propone un discurso conciliador,
exploratorio, de entendimiento. Umberto Eco hablaba de «apocalípticos o
integrados», dos posturas respecto a las innovaciones. En este caso «Arteficial»
propone que seamos pragmáticos, es decir, de aquellos que creen que «el futuro
puede ser bueno si tomamos decisiones inteligentes y prácticas».
Arantxa Serantes
Art(e)ficial:
Un «upgrade» para las Humanidades
Cómo citar este artículo: SERANTES, ARANTXA. (2024). Art(e)ficial: Un «upgrade» para las Humanidades. Numinis Revista de Filosofía, Época
I, Año 3, (EN6). ISSN
ed. electrónica: 2952-4125. https://www.numinisrevista.com/2024/05/Arteficial-Un-upgrade-para-las-Humanidades.html
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