Numinis
Lo del nombre tiene su aquel. Se le ocurrió a uno de los colaboradores, Alberto, en los albores de la revista. Yo no lo conocí. Igual que llegó, se fue, pero el nombre permaneció. Numinis acaba de cumplir dos años. La crearon un grupo de estudiantes universitarios en abril de 2022 con el fin de investigar y difundir la cultura. Decía que lo del nombre tiene su aquel. El latín desapareció de la enseñanza básica hace ya muchos años; antes había desaparecido de la sociedad cuando las misas dejaron de darse en latín. Todavía queda algún grupo que mantiene el idioma vivo en Madrid, una rareza: Latinitas Viva Matritensis. Volviendo al nombre, numinis —pronunciado esdrújulamente— es el genitivo de numen, que significa deidad. En la tradición pagana de la antigua Roma, un numen era un dios que presidía un lugar determinado. En literatura, numen pasó a ser sinónimo de inspiración. Muchas disertaciones filosóficas del pasado solían encabezarse con Divini numinis auspiciis, algo así como Bajo los auspicios de la deidad (o inspiración) divina. Así que Numinis bien podría traducirse como De la inspiración.
Aquí lleva
uno ya escritas cincuentaisiete columnas semanales. Un año y cuatro meses. Me
uní al grupo de fundadores como colaborador medio año después de su creación.
Gente joven que contagia entusiasmo y demuestra su talento, pero, sobre todo,
con ganas de construir una revista que transcienda el ámbito académico. Fue
Ayoze G. Padilla, director de la revista, quien me preguntó si quería unirme al
proyecto. Y eso hice, unirme a un foro donde prima la libertad de expresión, el
rigor y la variedad de pensamientos. Algunos colaboradores vienen y se van;
otros seguimos. Llegarán más —savia nueva— y algunos nos iremos. Así es la
vida. Pero entre todos, la revista seguirá creciendo. Así son los proyectos
colectivos. En Numinis participamos muchas personas, cada cual
como puede: unas escriben, otras corrigen, otras maquetan, otras coordinan…
Con algunas
de esas personas, uno llega a entablar amistad. Ya lo dice el latín: sine
amicitia, vita esse nullam. Por cierto, con esa sentencia latina —sin
amistad, la vida no es nada— encabeza el poeta y artista plástico Alfredo
Gavín el poemario Juanitus Magnificus, un homenaje a Juan
López-Carrillo. De él escribí hace una semana y a ambos los conocí en Cambrils
por otro poeta, Ramón García Mateos, de quien también escribí hace dos.
Permítanme servirme de un soneto de Alfredo Gavín que aparece en La casa del lenguaje —365 días, 365
poemas con su correspondiente dibujo; apogeo de creatividad— para conmemorar
estos dos años de una revista de filosofía que va más allá; una revista
sencilla, una atalaya desde la que contemplar el mundo:
Ojalá
fuera inteligente y amable,
un
hombre que transmite seguridad
y
alegría; que ejercita la bondad
sin
majadería; un hombre razonable.
El
mundo prefiere al héroe manejable,
al
genio que busca la fatalidad
de la
fama; que alcanza la parquedad
de la
grama; al perfecto domesticable.
La
sencillez no es para nada sencilla.
Hacer
un verso es como hacer una silla.
Ambos
sirven para contemplar el mundo.
Mi
deseo es ser sencillo y fecundo,
dejar
que la pasión me haga profundo
y
vivir sin caerme de la silla.
No nos
caigamos de la silla. Tal como uno llega, se va; y en el camino, lo celebra.
Michael Thallium
Numinis
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). Numinis. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV57). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/04/numinis.html
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