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Cuando la justicia y el poder duermen en la misma cama


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Cuando la justicia y el poder duermen en la misma cama

Una democracia real y efectiva va mucho más allá de que simplemente se pueda votar por un candidato, o de que uno pueda decir opiniones sin que una policía política se lo lleve de paseo. Uno de los elementos más importantes para cualquier democracia es la separación de poderes. El concepto en sí de un gobierno subdividido en diferentes ramas ha sido formulado de múltiples formas desde la antigua Grecia, pero no encuentra su formulación moderna hasta la publicación anónima en 1690 de los «Dos tratados sobre el gobierno civil» de John Locke. En dicho tratado encontramos la división tripartita de los gobiernos en tres ramas principales; la legislativa (encargada de crear las leyes), la ejecutiva (encargada de aplicar dichas leyes) y la judicial (encargada de resolver conflictos conforme a las leyes establecidas).

Todo esto se da prácticamente por hecho en occidente, pero la verdad es que hasta bien entrado el siglo XIX, las monarquías autoritarias o absolutas eran la norma común. Del mismo modo, los dictadores y los déspotas han estado en varios países hasta finales del siglo veinte, en occidente al menos. Del mismo modo que una constitución tiene por objetivo principal limitar los poderes del estado, la separación de poderes aspira a dificultar la aparición de aventureros y aspirantes a dictadores que intenten aunar todos los poderes en su figura, ya sea desde dentro o fuera del sistema. Sin embargo, no basta con simplemente separar los poderes y garantizar su independencia, sino que cada rama habría de tener sus propias herramientas en casos de interferencias entre los poderes.

La separación de poderes ha sido, hasta hace poco, uno de aquellos consensos que parecía prácticamente incuestionables, igual que el partido que ganaba las elecciones formaba el gobierno, o que la justicia se aplica igual para todos, pero a luz de los recientes acontecimientos esto no parece seguir siendo así. Creo, querido lector, que sabrás a dónde quiero llegar. Los políticos, con tal de aumentar su poder y sus prerrogativas, han empezado a meter obscenamente sus narices en la justicia con la clara intención de controlarla políticamente. De nuevo son los extremos quienes parecen coincidir en sus deseos de dominar la judicatura.

La intromisión de cualquiera de las ramas en las competencias de otra es un hecho que inequívocamente degrada la democracia, por más que se proclame a los cuatro vientos soflamas populistas como “la voluntad del pueblo ha de prevalecer sobre todo” o “poderes ocultos conspiran contra el gobierno”. Este es un claro caso de manipulación y de propaganda política que debemos de observar críticamente, especialmente conociendo la mezquina naturaleza de la inmensa mayoría de los políticos. Por desgracia, la constitución es lo necesariamente ambigua como para que el ejecutivo, en 1985 durante el gobierno de Felipe González, reformase el sistema para que los políticos introdujeran su nefasta presencia en la rama judicial.

¿La solución al problema? Ya se ha dicho muchas veces: separar completamente el poder judicial haciéndolo independiente del ejecutivo. Que los jueces no sean colocados a dedo por los políticos como sucede a día de hoy en el Consejo General del Poder Judicial, sino que solo sean elegidos por otros jueces y basándose en el  mérito. De este modo no sólo evitaríamos la intromisión política, sino que se garantizaría su pleno y efectivo funcionamiento aunque haya bloqueo entre los partidos en los que depende la renovación de los jueces.


Sergio Cánovas

Cuando la justicia y el poder duermen en la misma cama


Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2024). Cuando la justicia y el poder duermen en la misma cama. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CM41). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/03/cuando-la-justicia-y-el-poder-duermen.html

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