Las manos de Teresa
La conocí por sus manos. Las vi en una foto en blanco y negro, en un libro de Almudena Alfaro que llevaba por título Manos que suenan. Ahí quedaron sus manos blancas retratadas mientras hacían sonar unos crótalos. A los poetas les gusta emplear palabras que suenan distintas a las que habitualmente correspondería oír o leer. ¿Qué tiene el crótalo que no tenga la castañuela? El crótalo tiene esa capa de antigüedad helénica que no tiene la castañuela, más típicamente española. Pero quien dice crótalo, dice castañuela, un instrumento de percusión presente en la música popular, asociado con el folclore, y posteriormente con el flamenco. Un océano desconocido para el profano que se queda en la superficie, un universo por explorar.
Aquel libro con fotos de manos de artistas se presentó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Entre el público se encontraba la dueña de aquellas manos blancas que hacían sonar las castañuelas. Son manos de artista, son las manos de Teresa. No hace ni un año que la conocí. Teresa es una mujer muy trabajadora, muy creativa, muy emprendedora, muy innovadora. La he ido conociendo poco a poco, a pequeños sorbos, consciente de que al prójimo nunca se le llega a conocer del todo. Ni siquiera a nosotros mismos. Y para cuando empezamos siquiera a conocernos apenas un poco, llega la muerte y se nos acaba la vida.
A Teresa habrá muchas personas que la admiren por su arte al tocar las castañuelas. Es comprensible: siempre nos asombra el prodigio del virtuosismo. Teresa lo tiene, pero para llegar a él, al virtuosismo, no basta con tener esa cosa tan abstracta que llamamos talento. Detrás de toda interpretación bien hecha, hay muchas horas solitarias de trabajo, un trabajo que la gente no ve, una soledad que solo conocen los verdaderos artistas. Da igual si se trata de un pintor, de un escritor, de un músico, de un escultor… El conocimiento profundo de uno mismo surge en soledad. Y Teresa ha tenido momentos de soledad, de esa que el artista busca, pero también de esa que uno no desea cuando la vida te arrebata lo que más quieres. Esa indeseada soledad la lleva uno anónimamente, como puede.
Teresa ha empezado de cero unas cuantas veces y ha creado algo insólito que no tiene parangón en el mundo. Para muchas personas, sin embargo, ha pasado inadvertido durante años. Este fin de semana, en Madrid, se celebra el X Festival Internacional de Castañuelas, un festival que convoca a gentes de Argentina, México, Colombia y otros países del mundo. Diez años en los que Teresa ha procurado llevar las castañuelas a ese lugar que merecen, más allá de un instrumento tradicional que acompaña los cantos populares, las jotas, las sevillanas, el flamenco. Ha hecho evolucionar las castañuelas para convertirlas en un instrumento solista y de concierto.
Jamás pensé que yo también acabaría retratando sus manos meses más tarde. Procuré captar la belleza de las castañuelas. Querer captarla es un error de principiante. El verdadero logro, el auténtico prodigio, para quien aspira a conocerse a sí mismo hubiera sido captar el universo que hay detrás de esas manos blancas, de esos dedos que hacen repicar el alma: el alma de Teresa Laiz.
Michael Thallium
Las manos de Teresa
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2024). Las manos de Teresa. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV45). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/02/las-manos-de-teresa.html
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