La plausible santidad en
Kierkegaard
Los libros escritos por el filósofo danés son innumerables. De su copioso bagaje solo he tenido la oportunidad de leer el «Tratado de la desesperación». Gran suerte para mí que precisamente sea su obra más famosa y compendia muy bien su pensamiento, desvela su esencia, de la manera que lo hace El existencialismo es un humanismo con Sartre.
Desde el prólogo se atisba un
profundo ideario religioso y se deja claro esto, además de lanzar el autor
muchas verdades al aire que evidencian su preocupación por el lector, por el
alma de este, pues pretende que el escrito no sea severo sino más bien edificante,
en términos cristianos, es decir, que construya el espíritu y sea positivo,
todo lo que no intenta edificar es de golpe acristiano, afirma. Entonces ¿por
qué a Kierkegaard lo rodea un aura de iniquidad? Como la de esos poetas
malditos, a lo Bukowski o peor, a lo Nietzsche. Entre más se avanza en sus
páginas y capítulos, más se encuentra uno con el desarrollo de una filosofía
que explora la condición humana y el ser (por eso es considerado
existencialista), definiendo la desesperación como el peor de los males
humanos, en sus propias palabras, el más horrible. Apunta que es para el
cristiano principalmente el mayor temor, sobre el terror ordinario a la muerte,
la muerte física. La desesperación es estar muerto en vida, rebelarse contra el
yo de tal forma que se quiere morir.
Para entender la desesperación en
Kierkegaard se debe comprender particularmente sus definiciones sobre: El yo y
la culpa. El yo lo ve como la relación directa del ser con el ser,
es decir, la consciencia que toma consciencia de sí misma (algo muy
heideggeriano). Refiere y distingue esta relación como si se tratasen de dos
mentes, una que «observa» la realidad y otra que «observa» al observante de la
realidad. Lo más impactante es que esas dos mentes coexisten en un mismo lugar
y tiempo, en el cuerpo del sujeto (a quien también llama «el autor»). Pues en
ese yo se origina la culpa cuando existe una discordancia entre ambas
consciencias. Cuando el autor actúa, piensa o desea de cierta manera de una
forma consciente, pero al contemplarlo inmediata o mediatamente ese mismo autor
siente displacer por ello y se genera la culpa, además de la imperiosa
necesidad de escapar de ese yo, se niega (reniega de sí mismo), sin embargo, no
puede escapar de él. Y ahí es cuando aparece la desesperación, como un
sentimiento esquizoide y visceral de querer apartarse de lo que se es y no
poder, siendo pues por lógica el peor de los males (de todo se puede «escapar»
menos de uno mismo porque va contigo, hasta la muerte física o suicidio es un
escape real y más apetecible).
Tanto Kierkegaard como Sartre o
Camus (existencialistas) siempre se empecinaron en exponer la angustia, la
soledad, el suicidio y la desesperación como las grandes enfermedades del
hombre, más bien las verdaderas, y no las que de común se cree, debido a que al
ser pensadores intentaron vivir en la introspección y de forma reflexiva
(su yo perennemente mirando su yo), y no de «mala fe», en el auto engaño
vertiendo el ser en el mundo exterior y no en su ser. De alguna manera
Kierkegaard se enfoca en hablar del mal de la desesperación, y en definirla, lo
cual es loable y de esta manera sería plausible su santidad en algún sentido
pues identificando una enfermedad y sus causas se puede hallar más fácil la
cura.
Quizá por esto sea también
considerado tan polémico y poco ortodoxo, por describir con precisión una
condición que se intenta soslayar. Nadie recuerda a un médico que detalla un
padecimiento tanto como sí se hace con quien descubre el remedio. Sin embargo,
de forma subrepticia Kierkegaard arroja pistas para alcanzar el fin de la
desesperación, el alivio del «desesperado» como una deficiencia del alma que
fue adquirida y no de nacimiento a su decir. Para que el yo no niegue tanto a
su yo debe buscar crear para sí un yo que tienda a lo perfecto, a lo
universalmente perfecto, a esos valores consagrados en el universo metafísico
que son incuestionablemente positivos (como la veracidad, la generosidad o la
paciencia). Es por esto que Kierkegaard es tan cristiano y sus escritos
igualmente. ¿No es acaso su tratado una apología a la beatitud? Sobradamente, empero
no debemos confundir su complejidad con oscuridad.
Iris Yuviana Hernández Robles
La plausible
santidad de Kierkegaard
Cómo citar este artículo: HERNÁNDEZ ROBLES, IRIS YUVIANA. (2024). La plausible santidad de Kierkegaard. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CL3). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2024/01/la-plausible-santidad-en-kierkegaard.html
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