Lengua Franca
El lenguaje es una de las herramientas más particulares y poderosas del ser humano, que demuestra su capacidad de inteligencia y abstracción. Muchos animales serán capaces de comunicarse entre ellos, pero ninguno será capaz de expresar conceptos tan complejos como el eterno retorno Nietzscheano, de recitar algo tan bello como un poema de Miguél Hernandez, o de proferir una sarta de insultos tan superlativos como los de los cosacos zapórogos en la carta que enviaron al Sultán Otomano Mehmed IV.
Una lengua es más que una simple herramienta física, porque influye en nuestra forma de ser, de entender el mundo y de cómo lo plasmamos en los distintos medios; ya sea un mensaje de texto, una canción, un guión cinematográfico. Cultura y lenguaje están tán íntimamente relacionados que cuesta delinear los límites que los separan: con frecuencia encontramos expresiones como «irse a freír espárragos» o «estar en babia», basadas en fenómenos concretos del pasado que ya no se dan, pero que el lenguaje las ha hecho trascender para representar un concepto.
Como podemos ver, el lenguaje es un mundo fascinante lleno de recovecos y características insospechadas, y hoy quisiera centrarme en el de la «lengua franca». A lo largo de la historia, siempre ha habido necesidad de una lengua puente entre hablantes de distintos idiomas, especialmente para el comercio. En las civilizaciones antiguas, el griego koiné y el latín fueron lenguas que unieron pueblos muy distintos entre sí bajo las civilizaciones grecolatinas. Los galos y celtíberos, conquistados por los romanos, tenían sus propias lenguas, pero las fueron abandonando porque el latín abría muchas más puertas que las de sus lenguas locales. Sino ¿cómo se explica que las lenguas prerromanas fueran abandonadas hasta el punto de que apenas sabemos casi nada de ellas?
Mucho después de que la civilización romana colapsara, el latín se siguió usando no sólo como lengua franca en todo el continente europeo hasta el fin del Renacimiento, sino también como lengua de cultura. La literatura, los textos legales, la correspondencia, los tratados teológicos, científicos y un largo etc. Las lenguas romances, derivadas del latín, no aparecieron hasta el siglo X, finales de la alta edad media. La era de los descubrimientos y el establecimiento de los primeros imperios globales (el español y el portugués) establecieron las primeras lenguas francas a un nivel global.
A día de hoy, el inglés se mantiene como lengua franca global. Seguramente tú, querido lector, tengas nociones básicas de inglés, que te habrán servido (o te servirán) para viajar a distintos países, comunicarte con personas de diferentes culturas. Seguramente habrás tenido que leer textos en otros idiomas o quizá incluso aprecias la literatura de otro país. La globalización, con todo lo bueno y lo malo, también hace que las lenguas se relacionan cada vez más estrechamente, y que aquellas que tienen menos hablantes sean cada vez menos atractivas.
Me dejo en el tintero muchas otras cuestiones; lenguas francas fuera de occidente, la expresión lingüística como reflejo de un zeitgeist o cierta mentalidad nacional. La lengua como mapa y límite de muchos de los conceptos de las corrientes filosóficas, etc. En suma, animo al lector a adentrarse en este fascinante mundo de las lenguas más allá del puro utilitarismo del día a día.
Sergio Cánovas
Lengua Franca
Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2023). Lengua Franca. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CD35). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/11/lengua-franca.html
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¿No crees que los pueblos de la península Ibérica dejaron de hablar sus lenguas por la presión imperial del imperio romano y no porque decidieron "libremente" que era una lengua más útil?
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