Una playlist pluriversal
Que clase de beixo daria se cubrise
a miña boca coa membrana doutra fala?
Yolanda Castaño.
Esta playlist (o, por
ser más coherentes, llamémosla «lista de reproducción») tiene un único
objetivo: mostrar la diversidad musical, lingüística y por ende sociocultural
del Estado español. Debo reconocer que esta denominación Estado español nunca
me ha agradado. Primero, por su falta de economía lingüística y, ante todo, por
su artificiosidad y solemnidad impostada, que casi te obliga a pronunciar sus
seis largas sílabas con el ceño fruncido. Por eso siempre he preferido, como
prefieren todas las personas con amor a la naturalidad, decir «España», sin
más. No obstante, soy también consciente de los resquemores que puede levantar
este vocablo escrito así, irreflexivamente; al menos en el contexto de una
introducción a una lista de reproducción de estas características. Y es que, si
bien en el habla común sería un disparate exigir nada al pronunciarlo, en el
registro teórico de estas líneas se debe pedir un poco más de hondura, más si
cabe teniendo en cuenta los usos interesados y siempre perversos que la derecha
y la extrema derecha españolas han hecho de este término. De
ahí que haya optado por titular la playlist (o diríamos mejor Erreprodukzio-zerrenda) Hespaña.
La idea de complementar el nombre
patrio con una H inicial no es ni mucho menos mía. De hecho, yo la tomo del
pintor, escritor y pensador gallego Alfonso Daniel Manuel Rodríguez Castelao
(1886-1950). Este autor, galeguista de izquierdas que por sus convicciones hubo
de morir en el exilio, dedicó su ensayo Sempre en Galiza a
reflexionar sobre el encaje de su tierra de origen en el conjunto del Estado,
lo que dio lugar a una de las más pertinentes teorías del siglo XX sobre la
condición política de nuestro país. Lejano en principio a cualquier
secesionismo, Castelao (1977) defendía, en cambio, una concepción plurinacional
y federal de Hespaña, que nombraba con esa dichosa H inicial por una simple
razón: para «humedecerla» y sacarle «todo cuanto tiene de prosapia castellana
(basta con añadirle una H para derivarla de Hispania y con ella abarcamos la
península entera, haciéndola sinónima de Iberia)» (p. 330).
El intento de construir un
estado-nación en Hespaña se había basado en la preponderancia de uno de los
pueblos ibéricos (el castellano) sobre todos los demás. De ahí que, por lo
común: «Cuando se habla de nación hespañola se quiere decir nación castellana,
como se llama “español” a la lengua de Castilla, sin reparar en que hay otros
idiomas en Hespaña» (Ibid.: p. 155). Este impulso centralizador chocó,
sin embargo, con la realidad poliédrica del territorio, lo cual indujo en
muchos la creencia, casi superstición, de que el nuestro era un país ingobernable:
«se asombran de que en Hespaña no se pueda gobernar con normas únicas, como si
Hespaña hubiera sido alguna vez una unidad étnica, idiomática, cultural,
económica o política» (ibid.: p. 156). La solución por la que finalmente
se optó durante el franquismo para tratar de solventar este aparente caos fue
una combinación de autoritarismo político y represión cultural que Castelao (ibid.)
resume con destreza: «La uniformidad centralista se mantiene a base de
abstracción y tiende a concentrar los mandos del Estado en un punto cada vez
más reducido hasta convertirse en el centro ideal de un cero enorme. Primero es
una región dominante, después una ciudad burocrática, más tarde un ministerio
político y finalmente un hombre que empiece a gritar: `Arriba España´» (p. 72).
El diagnóstico de Castelao es
lúcido toda vez que acierta a ver la relación histórica entre centralismo y
autoritarismo en cualquiera de sus formas. No lo es menos su alternativa, que
pasa precisamente por regenerar el carácter plurinacional del proyecto político
hespañol reconociéndolo como: «un solo estado constituido por el libre
consentimiento de cuatro pueblos: Castilla, Cataluña, Euskadi y Galiza» (ibid.:
p. 62). Coincido con el fondo de esta propuesta, más si cabe en la medida en
que soy castellano y estoy harto de que se haya usado mi lengua y mi cultura
como herramienta política para reprimir a los pueblos vecinos y hermanos de la
península Ibérica y a muchos otros en Abya Yala/América. Ahora bien, cabría
ampliar aún más la lista original de Castelao, pues, al igual que les sucede a
muchos partidarios y partidarias de la plurinacionalidad de Hespaña a día de
hoy, olvida los otros pueblos de la península con lengua propia: Aragón y
Asturias, así como las regiones híbridas astures-castellanas (León, Extremadura
y Cantabria) y aquellos territorios castellanohablantes (Andalucía o Canarias)
que por su particularidad histórica a duras penas podrían considerarse «Castilla». Por no
mencionar al pueblo gitano, que ha mantenido su identidad a pesar de siglos de
discriminación en la península.
Las aspiraciones plenas de
Castelao siguen sin cumplirse, pero la llegada de la democracia a Hespaña y la
subsiguiente implantación del estado de las autonomías, así como la
oficialización de varias de las lenguas del estado y su normalización en la
enseñanza, ha permitido un grado de descentralización nunca visto desde la
abolición de los fueros. Sin embargo, y contrariamente a lo que se podría
pensar, esto no ha supuesto una mejora notable en la salud de dichos idiomas ni
en la conservación de las trazas culturales autóctonas de cada región. Lo que
dos siglos y medio de centralismo y cuatro décadas de dictadura
nacionalcatólica dejaron a medias parece haberlo retomado de modo muy solvente
la cultura globalizada. Y así en todo el mundo. Ya en los años 60 el italiano
Pier Paolo Pasolini (2017) advertía este fenómeno en su país natal:
Todo lo que ha hecho el
capitalismo hasta hace diez años, es decir, la centralización clérico-fascista,
no ha hecho un solo rasguño a la diversidad cultural de los italianos.
Antropológicamente, un siciliano era un siciliano, un albanés era un albanés y un
friulano era un friulano. Nada los había transformado. La llegada de la cultura
de masas, de los mass media, de la televisión, del nuevo tipo de
escuela, del nuevo tipo de información y, sobre todo, de las nuevas
infraestructuras, es decir, el consumismo, ha llevado a cabo una aculturación,
una centralización, que ningún gobierno que se declarara centralista había
conseguido jamás (p. 80).
Lo más sangrante es que los propios agentes globalizadores se dicen partidarios
de la diversidad, que entienden, sin embargo, no como multiplicidad de tipos
humanos, sino como abundancia de productos de mercado.
Ante este escenario, defender la diversidad cultural y lingüística de nuestro país no debe entenderse como un acto de tradicionalismo (en el sentido más servil del término) o de mentalidad anticuaria. No se trata de mantener un patrimonio cerrado e inmóvil como una pieza de museo para su posterior exhibición. Lo que está en juego es (o debería ser) otra cosa: la resistencia contra una lógica política que, ya sea en su variante estatal-administrativa o en su variante económico-cultural, le ha declarado la guerra a la complejidad en todos los ámbitos. Frente a lo que la ecofeminista baratí Vandana Shiva denomina monoculturas de la mente (1993), que imponen una lógica de homogeneización epistemológica, cultural, política y ecológica, debemos reivindicar una diversidad por fuera de las dinámicas del mercado y del estado que asimismo ejerza resistencia contra ambos. Así como un ecosistema altamente biodiverso resulta mucho más resiliente y menos proclive a desequilibrios ecológicos severos, un país que haga gala de una gran pluralidad antropológica será mucho más difícil de dominar. Es más, si atendemos al hecho de que la mayoría de lenguas del mundo son indígenas, que en ellas se encuentra la mayor parte del conocimiento natural que nuestra especie ha acumulado y que estas poblaciones habitan los territorios más biodiversos del planeta, parecería haber además una correlación entre biodiversidad y diversidad lingüística y cultural.
Pero los idiomas y las culturas
no son sin más medios de los que se sirve el ser humano (e incluso otras
especies) para sobrevivir. Son también una fiesta, como bien sabía
Merleau-Ponty (1945) cuando aseveraba de las particularidades lingüísticas que
«no representaban tanto convenciones arbitrarias para expresar el mismo
pensamiento, sino maneras diversas en que el cuerpo humano celebra el mundo y
en última instancia lo vive» (p. 228). Cuántas más haya, más oportunidades
tendremos de perdernos en muchas de ellas, enriqueciéndonos (y
entreteniéndonos, que es más importante) en el proceso.
Está lista de reproducción es,
pues, como decía al comienzo, un discreto intento por captar buena parte de la
diversidad de Hespaña a través de sus canciones. Ello ha acarreado que la lista
esté plagada de contrastes (del chotis a Extremoduro, de Amaia al rock radical
vasco, de la jota castellana a la technomuiñeira), pues he procurado incluir
canciones de cada región, en todas las lenguas y en el mayor número de
variedades dialectales y atendiendo tanto a estilos clásicos como a sonoridades
contemporáneas. Dejo al criterio de quien la escuche determinar si la
experiencia musical resulta enriquecedora y entretenida y si cumple sus
modestas pero sinceras ambiciones. En todo caso, es una lista abierta y
mejorable (como Hespaña misma) que quienquiera puede complementar como le
plazca.
Nota 1: adviértase que en ningún momento
quisiera transmitir la idea de que la diversidad hespañola es excepcional. Si
me circunscribo a Hespaña es porque soy hespañol y no quisiera ser tan
ambicioso como para cargar a mis espaldas o a las espaldas de mi gente tareas
de magnitud internacional.
Nota 2: más allá de mis ideales
centrífugos, la influencia más directa en la confección de esta playlist es
la cantautora gallega Guadi Galego, cuyo disco Inmersión (2019)
completa de una manera mucho más armónica y con gran valía artística el mismo
fin de reunir todas las lenguas de la península.
Pavlo Verde Ortega
Hespaña
Bibliografía
CASTAÑO, YOLANDA. (2014). La segunda lengua. Visor Poesía: Madrid (Hespaña).
CASTELAO. (1977). Sempre en Galiza.
Akal: Mejorada del Campo (Hespaña).
MERLAU-PONTY, MAURICE. (1945). Phénoménologie
de la perception. Gallimard: París (Francia).
PASOLINI, PIER PAOLO. (2017). Vulgar
lengua. Ediciones El Salmón: Madrid (Hespaña).
SHIVA, VANDANA.
(1993). Monocultures of mind. Zed Books: Nueva York (EEUU).
Cómo citar este artículo: VERDE ORTEGA,
PAVLO. (2023). Hespaña. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año
2, (PC2). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/11/hespana-pavlo-verde-ortega-playlist.html
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Tesorito de playlist y tesorito de comentario de la misma
ResponderEliminarPara diversidad concentrada en espacio reducido, la de los belgas.
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