Y tú crees
¿Y tú te crees que cuando a alguien no le queda más que aguardar la muerte le importa mucho si el gobierno es progre o facha? No es una pregunta retórica, no. Lo que quiere uno decirte es que si tú ahora te estuvieras muriendo, ¿realmente te importarían las cuitas de los políticos de uno y otro bando para formar gobierno después de unas elecciones? Fíjate que uno empleó antes dos adjetivos que muchos utilizan de forma despectiva: los de izquierdas, facha; los de derechas, progre. También uno empleó un sustantivo que para la mayoría de personas —sobre todo jóvenes— es una reliquia del pasado. Cuita viene, al parecer, del occitano coitar que, a su vez y supuestamente, proviene del latín cogere. La etimología no está clara. ¡Da igual! El asunto es que el diccionario de la RAE recoge tres acepciones, a saber: 1) trabajo, aflicción, desventura; 2) ansia, anhelo, deseo vehemente y 3) estiércol de las aves. De la segunda acepción se dice que está en desuso y de la tercera que se utiliza en Costa Rica, Honduras y Nicaragua. Allí significa, llanamente, ‘caca de pájaro’. Justo eso, una caca —de pájaro o del animal que sea—, sería lo que le importe a un costarricense, hondureño o nicaragüense que el gobierno de España sea progre o facha, muy probablemente porque tampoco comprendiera del todo el significado ni de progre ni de facha. Tampoco es que a un español le importase mucho si en esos respectivos países gobierna un liberacionista, un oficialista o un orteguista. En cualquier caso, el significado de las palabras va cambiando. Quizás dentro de un tiempo aparezca incluso otra acepción de la palabra mentira como «cambio de opinión o parecer», algo que hacen algunos presidentes o candidatos a la presidencia con pasmoso atrevimiento: te cambian de parecer en todas las narices, vamos, que te mienten descaradamente a la cara y defienden su nueva opinión —muchas veces contraria a la anterior— con la cara dura del embelesador psicópata de salón: ¡Dígame usted en qué he mentido!
¿Y tú crees, entonces, que te importarían
el trabajo, la aflicción o el ansia de poder de los cabecillas de los partidos
políticos? ¿Crees tú que te importarían todos esos embelecos que distraen de lo
verdaderamente importante?
En un país que, a mediados de 2023, tiene
algo más de cuarentaiocho millones de habitantes, hay unos ventiún millones que
están ocupados. De esos que están ocupados, la mayoría —unos diecisiete
millones y medio— trabajan en el sector privado, y unos tres millones y medio
lo hacen en el sector público. El número de personas en paro ronda los dos
millones setecientas mil, de las cuales aproximadamente un millón ochocientas
mil cobra el subsidio por desempleo. El número de pensionistas es de
aproximadamente diez millones de personas. La pensión de jubilación media es
más elevada que el salario medio que con más frecuencia cobra la gente. ¿Crees
tú que te importarían esas cifras si hoy te quedaran unos pocos meses, semanas
o quizás días de vida? ¡Allá se las apañen los embaucadores y los embaucados!
Fíjate que uno te ha preguntado si tú
crees, no si tú sabes. La diferencia entre creer y saber se la explicaba un
abuelo a su nieto de siete años:
«¿Crees en Dios o sabes que existe Dios?
Porque si lo sabes, no necesitas creerlo. Saber tiene que ver con el
conocimiento profundo; creer es tener por cierto algo que no está comprobado o
demostrado. ¿Sabías que existió un filósofo
—¡mira qué palabra más bonita, filósofo, el que ama la sabiduría!—
hace muchos siglos que dijo una frase que repetimos una y otra vez. ‘Yo sólo sé
que no sé nada’, dicen que dijo. Se llamaba Sócrates. Yo sé que si eso fue lo
que dijo se equivocó, porque si sólo sabía que no sabía nada, al menos sabía
algo y, además, lo que decía que sabía era un error. Lo correcto hubiera sido
decir: ‘Yo sólo sé que no sé casi nada’. Así que, amado nieto, en la vida es
posible que cuanto mayor sea el conocimiento que tengas de las cosas más te darás
cuenta de que apenas sabes algo y que, afortunadamente, te quedarán muchas cosas por descubrir. El problema es que te encontrarás con que la
mayoría de personas creen algo y lo elevan al rango de dogma confundiendo dogma con
conocimiento».
El abuelo se llama José Antonio Abella; y el nieto que lo miraba como si no supiera bien si tenía que creer o saber lo que el abuelo le contaba, Arturo. De José Antonio Abella ya ha escrito uno en más de una ocasión; de Arturo uno sabe poco o casi nada —como el Sócrates de Abella—, tan sólo que le queda toda una vida por delante en la que quizás, algún día, le dé por leer todos los libros que su abuelo escribió. Abella es un escritor magnífico. Ya uno ha recomendado en Numinis algún que otro libro suyo. Hoy no será una excepción. A ti que estás leyendo estas palabras y que amas el conocimiento y la sabiduría, te recomiendo Trampas de niebla, una novela peculiar en la que los protagonistas se ven atrapados en los hilos que tejen la intrahistoria de un territorio imaginario pero muy real, esas trampas invisibles que nos tiende la vida.
¿Dónde quedan ahora los progres y los fachas,
las cuitas y la caca de pájaro, los liberacionistas, oficialistas y orteguistas,
los embaucadores y los embaucados, los embelecos y
los psicópatas de salón? Son esas otras muchas trampas de niebla
que has de saber… Y luego vas y tú crees.
Michael Thallium
Y tú crees
Cómo citar este artículo: THALLIUM, MICHAEL. (2023). Y tú crees. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CV25). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/09/y-tu-crees.html
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Tus comentarios inducen a leer a Jose Antonio Abella. Gracias por el artículo.
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