Deónidas se encuentra en una biblioteca buscando libros en la sección de teoría literaria. Una mano le toca el hombro y lo sobresalta.
DEÓNIDAS
–No es un lugar adecuado para asustar a alguien, ¿no te parece?
MUÉRDAGO
–Vamos hombre, es bueno de vez en cuando que alguien te saque de las
estanterías. Habíamos venido Lirio y yo a estudiar y justo cuando nos íbamos a
levantar te vi a lo lejos.
DEÓNIDAS
–¿Puedo preguntar qué hacéis estudiando en pleno verano?
MUÉRDAGO
–Principalmente para llevar el curso mejor. No quisiera que Spinoza llamara a
la puerta y no supiera reconocerle. ¿Y tú, qué haces por aquí?
DEÓNIDAS
–Buscaba libros, sobre todo de autores de la posmodernidad. Ya sabes, Derrida,
Foucault, Barthes…
MUÉRDAGO
–No sabía yo que te interesara la posmodernidad.
DEÓNIDAS
–Yo tampoco.
La
bibliotecaria los manda a callar
DEÓNIDAS
–¿Te parece bien que salgamos y charlemos fuera mejor?
MUÉRDAGO
–Es justo lo que te iba a decir.
Ambos salen
a la puerta de la biblioteca. La arquitectónica del edificio es neoclásica, y
está rodeada de mucha vegetación. Lirio espera en la gran escalera de la
entrada.
LIRIO –Es
una sorpresa encontrarte por aquí, sobre todo porque no eres de pedir libros
prestados. Eres más de comprarlos o robarlos.
DEÓNIDAS
–Estoy asentando la cabeza, querida. ¿Qué tal? ¿Cómo lleváis el verano?
LIRIO
–Agónico, para variar. Una se acostumbra tanto a la universidad que es incapaz
de escapar de ella, para lo bueno y para lo malo.
MUÉRDAGO
–Por mi parte puedo decir algo semejante. Gracias a Dios que finalmente las
temperaturas empiezan a bajar un poco. Suficiente sofocación la de la mente
como para que se le sume algo más.
LIRIO –¿Qué
puedes decirnos tú? ¿Cómo llevas el verano?
DEÓNIDAS
–Más o menos igual sinceramente. Estoy, eso sí, leyendo mucho sobre teoría
literaria, concretamente sobre posmodernidad.
LIRIO –Algo
he oído sobre ellos, y si es cierto, me parecen unos escépticos.
DEÓNIDAS
–Pudiera parecer, pero cuando te adentras en sus textos encuentras tesis
verdaderamente interesantes y provechosas. Hay una idea bastante mala sobre lo
que realmente implica la posmodernidad, sobre todo en la literatura.
MUÉRDAGO
–Yo lo que he escuchado, sobre todo es por parte de un profesor de Literatura
Comparada que dió una conferencia en la facultad, Orfeo se llamaba si no mal
recuerdo. El tío lo que decía es que la posmodernidad no permite fundamentar de
ninguna manera unas bases sobre las que cimentar una crítica literaria
mínimamente rigurosa. Echaba en cara a los posmodernos, sobre todo, el valor de
la subjetividad.
DEÓNIDAS
–Creo que es una tesis peligrosa, y sobre todo poco artística y original, cosa
que toda crítica debería ser. Es peligrosa principalmente porque la escritura,
en su grado más fundamental, son subjetividades.
LIRIO
–¿Puedes extenderte?
DEÓNIDAS
–Por mí no tengo problema, pero tampoco quisiera yo quitaros tiempo de estudio.
LIRIO –No
te preocupes por eso, Kant no va a salir corriendo de la biblioteca a
buscarnos. Me interesa más lo que digan los vivos que lo que digan los muertos,
si te soy honesta.
DEÓNIDAS
–De acuerdo entonces. ¿Por qué me parece peligrosa esta tesis? Cuando se trata
de realizar una crítica «objetiva», como la que pretende este Orfeo, es
inevitable acudir a categorizar el texto en diferentes niveles. Por ejemplo, y
creo que esto puede ser una buena forma de entenderlo, en una crítica «objetiva»
podríamos decir que cierta obra es considerada dentro del género literario de
poesía. Cuando decimos que cierta obra pertenece a un género literario
afirmamos que debe ser comprendido y leído desde la óptica que se nos impone a
través de la categoría. Esto es problemático por muchos motivos. El primero de
ellos porque la noción de género literario es bastante difusa, porque una obra
según el autor fue concebida originalmente como filosofía y nosotros la estamos
interpretando como poesía desde nuestro momento histórico. De igual modo, la
misma obra pudo haberse concebido como poesía y nosotros decimos de ella que es
filosofía. En el fondo, la literatura y la filosofía no son cosas distintas,
pero eso es otro tema. A lo que voy es que la noción de género literario, a mi
parecer, es un diálogo entre el autor y el lector que se va actualizando con el
pasar del tiempo, no es algo fijo. Lo que es literatura mañana puede no serlo.
Y esto no creo que sea lo más importante, o de lo que haya que preocuparse más.
Siento que cuando aplicamos categorías a la escritura nos imponemos una manera,
no solo de leer a cierto autor, sino que nos imponemos una manera de escribir.
LIRIO –En
este sentido, las vanguardias son precisamente ese punto de ruptura entre esa
lógica más categórica y lineal, para pasar a una lógica más ambivalente.
DEÓNIDAS
–Justo, eso es.
MUÉRDAGO
–Lo que nos quieres decir es que los géneros literarios, por lo menos
entendidos de manera tradicional, suponen un problema a la hora de interpretar
y llevar a cabo la escritura. Como que impide, digamos, un espacio plural de
voces.
DEÓNIDAS
–Es justo a lo que me refiero. De hecho, si vamos más profundo en el asunto,
podríamos decir que la manera de crítica órfica, en su ser más interno,
es como un pájaro que trata de huir de su jaula. Al imponer canones y formas
fijas también se están imponiendo a sí mismos una manera de escribir
crítica, que les impide ser plenamente originales. Porque esta es la cuestión,
esta lógica de lo lineal y de lo poco plural, alejada de una lógica, como
dirían algunos, rizomática, es la asesina de la originalidad que es,
ante todo, la expresión del secreto íntimo del ser humano. Un secreto que pide
a voces nacer en el claro, pero que necesita, por su naturaleza, no encontrarse
entre muros de piedra. Porque la escritura es, ante todo, creación, y no un
conjunto de casillas a rellenar de manera sistemática.
LIRIO
–Vaya, me resulta muy interesante todo esto que dices. Sí, como que, en el
fondo, imponer lo objetivo en un objeto intrínsecamente subjetivo, porque nace
del secreto de la existencia, de su corazón, es algo contradictorio. Además de
lo que tú dices, que la obra no es una lista de categorías, sino un tejido más
complejo e irrastreable, más rizomático y abierto a una hermenéutica
plural. Y lo que uno escribe debería nacer de sí mismo, de su secreto original,
no de un panfleto sobre cómo escribir literatura.
MUÉRDAGO
–Estas ideas me suenan de algún lado… ¡Ah, claro! Tuve un profesor en
bachillerato, cómo se llamaba… Johannes, creo que era Johannes, que tenía una
visión de la literatura más abierta, parecida a la tuya. «Hay tantas maneras
de leer como de existir», decía.
DEÓNIDAS
–No me cabe la menor duda de que es así. Algo también, que dice Derrida sobre
todo esto, es el error de aplicar, a la hora de realizar traducciones, una
serie de maneras sistemáticas. «La traducción misma es escritura. Se trata
de una escritura productiva inspirada por el texto original». El traductor,
nos dice Derrida, no copia ni restituye un original, porque este siempre
sobrevive y se transforma. El texto se mueve y cambia, nunca es una idea fija,
sino que es un devenir de fantasmas. El texto mismo está escrito por fantasmas.
Por esto mismo es imposible categorizar los textos, porque si los textos son,
es por el movimiento conjunto del que escribe y del que lee e interpreta. Si
tuviéramos que definir la literatura desde una óptica posmoderna sería algo
así:
«La
literatura no existe, si existe no se puede pensar, y si se puede pensar no se
puede comunicar. Aquello que se denomina como literatura no existe, porque,
como dijo Foucault, no hay palabra que corresponda por esencia a la literatura,
es una especie de ritual previo que traza en las palabras su espacio de
consagración. Si existe no se puede pensar, porque la literatura nunca ha sido
un sistema, sino una pulsión del cuerpo original. Si se puede pensar no se
puede comunicar, porque la literatura nunca acaba en las palabras, sino que va
mucho más allá de ellas. Hay algo que habita las palabras más allá de su
habitar en la obra, una poesía, un secreto, que hace literatura al texto. La
literatura es silenciosamente sutil, son formas que llaman al deseo.»
LIRIO –Creo
que lo voy pillando. No están tan mal estos posmodernos.
MUÉRDAGO
–Desde luego.
DEÓNIDAS
–Os recomiendo mucho investigar sobre ellos, son apasionantes y te entran ganas
de escribir cada vez que los lees.
Las últimas
luces púrpuras del día se entremezclan con las luces cálidas de las farolas.
DEÓNIDAS
–Creo que se hace un poco tarde, voy a irme yendo a la estación para coger bien
el tren.
MUÉRDAGO
–Te acompañamos, la biblioteca estará a punto de cerrar. A parte, nos hemos
quedado con ganas de más.
DEÓNIDAS
–No sé mucho más de lo que aquí os he contado.
MUÉRDAGO
–No pretendemos que lo sepas, pero tal vez a través del diálogo lleguemos a las
conclusiones que ya están en nuestras almas. Podríamos desvelar algún secreto.
Deónidas sonríe y los tres jóvenes se alejan.
Alejandro
Reyes Rimón
Deónidas,
o de la literatura en la posmodernidad
Cómo citar este artículo: REYES RIMÓN, ALEJANDRO. (2023). Deónidas, o de la literatura en la posmodernidad. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (LIT06). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/09/Deonidas-o-de-la-literatura-en-la%20posmodernidad.html
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