Resaca electoral — María Sancho de Pedro

Resaca electoral

La semana pasada en este mismo espacio publicaba mi columna apelando a una desesperada llamada al voto —soy plenamente consciente del tono exagerado—. Hoy, lunes de nuevo, los resultados electorales están recién salidos del horno. El panorama no es muy distinto al esperado: nos chocamos de frente con un sistema estratégicamente planeado para ser bipartidista que sufre cuando los escaños se ven repartidos entre varias fuerzas políticas. Da igual, porque al final del día, si se quiere gobierno, se tendrá que recurrir a formar coalición que, de nuevo, se verá encerrada en el marco dicotómico de izquierda o derecha. En plena resaca electoral, me parece interesante contemplar el panorama democrático español con respecto a dos cuestiones claves para un análisis sobre el mismo: por un lado, el binarismo siempre presente en nuestras sociedades occidentales que viven de generar pares opuestos mutuamente excluyentes; por otro lado, como la ficción de la representatividad en España se ve aún más evidenciada al constatar las fallas y los huecos del sistema electoral. 

Acerca de la primera cuestión, no comento nada novedoso si relato que nuestro país encarna una tensión todavía más dura en cuanto al paradigma dual ideológico que se presenta como lo único concebible. Parece que la sombra de nuestra herida bélica civil todavía pesa. En este país solo existen dos bandos: derecha e izquierda. Pasar a explicarlos no serviría de nada, porque ello varía dependiendo de quién esté al volante de dicha definición: se notará en las virtudes que asigne exclusivamente a su causa. El problema de dicotomizar las ideologías políticas en dos cuadrantes claramente separados es que sucumbe a la estrategia homogeneizadora que se carga el potencial creativo y explicativo del mero nombrar, o de la ideología en tanto que mapa de sentido para navegar el mundo político (Freeden, 2013). Teniendo en cuenta la cantidad de formaciones, cada una de su padre y de su madre, quizá el problema no esté en que la derecha o la izquierda no se pongan de acuerdo con sus partidos semejantes. 

Sucede que las diferencias entre cada una de estas formaciones pueden llegar a ser tremendas para los representados. Una amiga el otro día me comentaba que le parecía injusto para todos aquellos socialistas que querían preservar la «unidad de España» que el PSOE se viera abocado a pactar con sectores independentistas. Tiene razón, pero no menos que otra amiga que se resignaba a no votar porque sus creencias liberales no tenían acogida entre los partidos de la derecha española, que no destacan por tener un ferviente progresismo social. Insistir en la dicotomía restringe las posibilidades políticas, pero es que además erige al opuesto como un Otro que se percibe, sino como enemigo, siempre como adversario (véase el desarrollo schmittiano en Delgado Parra, 2011). A mí, personalmente, leyendo los programas me parecía descubrir puntos interesantes en bastantes de ellos. Pero claro,  la representatividad no funciona así en nuestro terreno democrático. Uno no puede apuntarse a propuestas concretas, ni tampoco decide directamente. 

Nuestro sistema democrático, profundamente influenciado por el sistema estadounidense en algunos puntos, descansa en aquella apología ya presentada en El federalista acerca de la representatividad, esa delegación de la administración que tanto encantaba a Constant (1995). La ficción de la representatividad enlaza en política con el problema de las facciones, tratado por figuras como Mill o Marx —este último, no de forma directa, sino más bien rastreable—. A mayor la densidad de un territorio, mayor probabilidad de que se generen grupos con intereses concretos, por tanto, mayorías y minorías. Sin embargo, este planteamiento del problema se encuentra de nuevo en el marco dual de dos bandos: ganadores y los demás, encapsulados en la derrota. Marx (1975 y 2008) le dio la vuelta a la situación proponiendo que a veces lo que se presentan como mayorías son grupos minoritarios haciendo pasar sus intereses como comunes. 

Es la ficción de la representatividad en todo su esplendor: ficción, precisamente porque no hay una representación real de los intereses. Para otro momento se quedaría la discusión de si realmente se puede alcanzar un interés general y si este es representable. De momento, profundizar en este carácter ficcional es suficiente. Cuidado porque pudiera parecer que si se constata que existe esta ficción, entonces hay quien puede frustrarse y decidir dejar de participar en la actividad electoral. Como señalaba en la columna anterior (Sancho de Pedro, 2023), saber que existe una ficción de la representatividad no es suficiente motivo en tanto que a veces la votación constituye un ejercicio de contrapeso para que los que verdaderamente apoyan este fingimiento no puedan hacer pasar unos intereses particulares por el interés general impunemente.

María Sancho de Pedro

Resaca electoral

Bibliografía

• CONSTANT, B. (1995) Discurso sobre la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, Revista de Estudios Políticos (59).
• DELGADO PARRA, M. (2011). El criterio amigo-enemigo en Carl Schmitt. El concepto de lo político como una noción ubicua y desterritorializada, Cuaderno de materiales (23), pp. 175-183.
• FREEDEN, M. (2013) Ideología. Una breve introducción, Ediciones Universidad de Cantabria. 
• JAY, J. (1994) El federalista, Marcial Pons.
• MARX, K. (2008). El manifiesto comunista, Herramientas ediciones.
• MARX, C., & ENGELS, F. (1974). La ideología alemana, Ediciones Pueblos Unidos y Ediciones Grijalbo, pp. 15-55.
• SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). 23J —desesperada llamada al voto—, Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CL36). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/23j-desesperada-llamada-al-voto-maria.html

Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). Resaca electoral, Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (CM1). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/resaca-electoral-maria-sancho-de-pedro.html

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