Entrevista a Claire North
por Arantxa Serantes
CN Claire North
AS Arantxa Serantes
Introducción
Claire
North es el seudónimo de Catherine Webb, una talentosa escritora británica
conocida por su habilidad para mezclar géneros y crear historias únicas e
intrigantes. Con un estilo narrativo cautivador y una imaginación desbordante,
North ha ganado reconocimiento y elogios por sus novelas que exploran temas
como la identidad, la moralidad y el destino.
Uno
de los aspectos distintivos de la obra de North es su enfoque en los personajes
complejos y multidimensionales. A través de sus historias, examina la
naturaleza humana y los dilemas éticos que enfrentamos en un mundo cada vez más
tecnológico y globalizado. Sus protagonistas a menudo se ven envueltos en
situaciones extraordinarias que ponen a prueba sus valores y creencias, lo que
genera una profunda reflexión sobre la condición humana.
Un
tema recurrente en las novelas de Claire North es la noción del tiempo y la
percepción de la realidad. A menudo, sus personajes se enfrentan a conceptos
como la inmortalidad, la capacidad de viajar en el tiempo o la existencia de
múltiples realidades. Estos elementos le permiten explorar ideas filosóficas y
cuestionar la naturaleza misma de nuestra existencia.
North
también se destaca por su habilidad para entrelazar géneros literarios. Sus
obras se mueven entre la fantasía, la ciencia ficción y el thriller, creando
una mezcla única que desafía las expectativas del lector y lo sumerge en mundos
fascinantes y desconcertantes. Sus tramas intrincadas y llenas de giros
inesperados mantienen el interés y garantizan una experiencia de lectura
absorbente.
Claire
North ha sido aclamada por la crítica y ha ganado numerosos premios literarios
a lo largo de su carrera. Su habilidad para combinar géneros, crear personajes
memorables y abordar temas filosóficos la ha convertido en una de las
escritoras más apreciadas en el ámbito de la literatura contemporánea. Con cada
nueva novela, North continúa desafiando las convenciones literarias y brindando
a los lectores experiencias inolvidables y estimulantes.
Esta
entrevista se realiza con motivo de la edición de su nuevo libro Ítaca que
acaba de ver la luz traducido en español por la editorial Vidis Histórica y que
ofrece una perspectiva única sobre La Odisea de Homero.
Entrevista
AS:
Ítaca acaba de publicarse en castellano y se enmarca dentro de la
novela histórica. ¿Qué ha supuesto para usted este cambio de género literario?
¿Cree que aún quedan muchas cosas nuevas por descubrir en los clásicos?
CN:
Muchas veces el género tiene más que ver con las decisiones editoriales que con
el contenido. Por ejemplo, Margaret Atwood y David Mitchell suelen
venderse como «literatura convencional» aunque escriban ciencia ficción o
mundos alternativos, como ocurre con Handmaid's Tale o Cloud Atlas.
Los
géneros pueden ser útiles –nos ayudan a encontrar fácilmente libros que pueden
ser similares a obras que ya hemos disfrutado anteriormente, en lugar de tener
que buscar en las estanterías sin ninguna organización u orientación–, pero también
pueden llegar a ser restrictivos. Los lectores de «literatura» pueden
decir que no leen ciencia ficción/fantasía, y así descartar accidentalmente
todo un universo de libros sin tener la oportunidad de apreciar toda la
profundidad y el alcance de las posibilidades que contienen. O un
aficionado a la ciencia ficción puede negarse a leer novelas románticas, de
suspense, etc., como si una sola etiqueta –un solo género– pudiera clasificar
algún modo cientos de miles de libros diferentes.
Lo
que quiero decir es que a mí no me afecta artísticamente en qué género se
publican mis libros. No escribo pensando en un género, escribo para
divertirme y disfrutar, aunque siempre defenderé lo brillantes que son la
ciencia ficción y la fantasía, ya que a veces creo que pueden considerarse «ligeras»
en lugar de tan ricas y gloriosas como cualquier otro género.
En
cuanto a cosas nuevas que descubrir de los clásicos, estoy segura de que las
hay, entre otras cosas porque el canon de la antigua Grecia ha dado forma no
sólo a gran parte de la literatura occidental, sino también a gran parte de
nuestra cultura, incluidos de nuestros defectos, y es necesario
examinarlos. Dicho esto, creo que hay una diferencia entre relatos e
interrogatorios: podemos seguir relatando cosas todo el tiempo que queramos,
pero es más interesante, potencialmente, intentar desmenuzarlas.
AS:
El peso narrativo lo lleva la diosa Hera. Un discurso lleno de ironía y
realismo. ¿Por qué le has dado más protagonismo que a Penélope?
CN:
No estoy segura de haberle dado más protagonismo que a Penélope, en la medida
en que Hera, por mucho que su voz sea la narración principal, no es un agente
activo en la historia. En muchos sentidos, lo que hace interesante a Hera
es lo impotente que es, lo atrapada y enfadada que está. Son Penélope y las
mujeres de Ítaca las que realmente tienen poder y pueden hacer cosas, y Hera lo
sabe. Puede que ella cuente la historia, pero la historia sigue siendo de
Penélope.
AS:
Los poetas, como Kavafis, por ejemplo, en Ítaca un paraíso o el descanso de un
héroe, ¿es posible reescribir el mito a partir de la desmitificación, en qué
acabaría esta deconstrucción de la obra de arte? Cuando pensé en esta
pregunta quise referirme a este poema de Kavafis entre otros, que hace referencia al eterno retorno del héroe a
un lugar idílico como la patria (Ítaca) que sin embargo tú devuelves a la
realidad, a lo que realmente podría haber sido, por las descripciones que
ofreces y de hecho Hera se enfada un poco con los poetas, ¿no?
CN:
[Disculpa, voy a intentar reescribir un poco esta pregunta para facilitar mi
comprensión: dado que gran parte de nuestra comprensión de Ítaca se ve a través
de una lente mitológica, ¿cómo cuentas una historia que esté basada en la
realidad, y cuáles son las ventajas o desventajas de ello? Espero que me
perdones, pero quiero ser capaz de dar una respuesta clara y temía divagar si
no entendía bien la pregunta].
Hay
dos lentes que determinan nuestra comprensión de Ítaca: la primera es la
historia contada por Homero, llena de monstruos, magia y dioses. La
segunda es que el propio Homero vivió muchos siglos después de la época que
describe, lo que significa que, cuando pensamos en Ítaca incluso en términos
históricos, lo que a menudo nos imaginamos es la época de Homero –la época de
la Grecia clásica– y no la época micénica, más antigua y menos conocida, que él
describe.
Esto
puede ser un problema para un escritor, ya que tiene que encontrar un
equilibrio entre cierto grado de exactitud en sus descripciones, algo
convincentemente auténtico y rico, y al mismo tiempo gestionar las expectativas
del lector. Uno de los ejemplos más obvios es que en la época de la
Grecia micénica no existían ni la moneda ni la escritura. Esto significa
que el envío de mensajes o el trueque de bienes, dos partes fundamentales de la
sociedad moderna, eran totalmente diferentes. Ahora bien, como escritor,
uno no quiere pasarse páginas explicando esto, pero tampoco quiere equivocarse
en algo tan fundamental para ese mundo. Por tanto, hay que encontrar la
manera de transmitir la información sin ralentizar la narración y de forma que
el lector no diga «un momento, esto no es lo que esperaba» y se salga del
texto.
El
mismo problema se plantea, por ejemplo, con la edad de cada uno. La
mayoría de la gente tiene una idea bastante fija de la edad que debe tener todo
el mundo en la Ilíada y la Odisea, pero si lo enfocamos de forma realista
tenemos un problema inmediato. Por ejemplo, Paris está en la boda de
Tetis y Peleo, los padres de Aquiles. A menos que Aquiles naciera fuera
del matrimonio, esto implica que Paris es al menos dieciocho años mayor que
Aquiles, lo que significa que, en el momento de la Guerra de Troya, Paris debe
tener al menos treinta y tantos, si no cuarenta, cuando seduce a Helena.
Mientras tanto, Aquiles tiene un hijo escondido en Skyros, Neoptólemo, que
aparece al final de la Guerra de Troya y es crucial en el saqueo de Troya. ¿Qué
edad tiene entonces? ¿Diez años? ¿Realmente?
Esta
es una de las razones por las que tengo la historia narrada por Hera, y por qué
ella es tan dura con los poetas. Tiene el poder de declarar que las cosas son
correctas, incorrectas o directamente mentiras, y así asegurar al lector que
las cosas que creen saber son ideas válidas que los poetas han cantado, pero que
no tienen relevancia para la «verdadera» historia que ella está contando ahora.
AS:
La Odisea es un clásico que muchos autores han
revisitado, porque es una epopeya que de un modo u otro se asocia con el viaje
o la travesía llena de altibajos que es la vida, ¿por qué la eligió?
CN:
Sinceramente, me interesaba más Penélope que Odiseo y La Odisea,
precisamente porque La Odisea ha sido examinada tan extensamente.
Me interesaba cómo una mujer puede tener poder en un mundo en el que nadie cree
que una mujer deba tenerlo. El ejemplo que siempre me venía a la cabeza era el
de Isabel I de Inglaterra. Cuando fue coronada reina, lo primero que hizo fue
involucrarse en una (desastrosa) guerra con Escocia, no necesariamente porque
fuera una buena idea, sino porque ir a la guerra era la forma en que un monarca
varón demostraba que era el auténtico, y que no había que meterse con él. La
expresión del poder tenía que ser masculina, militar. Pero, dicho esto, también
se esperaba que se casara, pero ¿con quién? Si se casaba con el rey de
España, eso significaría la guerra con Francia. Si se casaba con un
protestante danés, tendría problemas con la Europa católica; si se casaba con
un lord inglés, provocaría el descontento de todos los ingleses con los que no
se casara, y así sucesivamente. Así que durante décadas jugó al delicado
juego de no decir nunca que no, ni decir nunca que sí, como hace Penélope con
los pretendientes.
Fue
eso –la política del poder, la naturaleza de género del poder, y cómo las
mujeres pueden o no utilizarlo en un mundo dirigido por hombres– lo que me
interesó.
AS:
¿Qué habría pasado si la historia hubiera
sido escrita por mujeres, y crees que los estereotipos y las convenciones
culturales las han silenciado por alguna razón en particular?
CN:
[Supongo que esto se refiere a la idea de ¿y si la Odisea hubiera sido escrita
por mujeres?]
Creo
que lo primero que hay que decir es lo obvio: que el patriarcado se ha
utilizado para oprimir tanto a hombres como a mujeres durante milenios, y que
su herramienta más poderosa es la historia.
Por
ejemplo, las historias de héroes masculinos extraordinarios que logran hazañas
extraordinarias en nombre de su gloria personal, crean ideas sobre lo que es
ser masculino y heroico que se filtran a través de nuestra sociedad moderna
hasta el día de hoy. Soy ecologista, y me duele hasta la boca del estómago
hasta qué punto, como cultura, somos reticentes a actuar contra el cambio
climático porque estamos esperando –o queremos ser– «héroes», en lugar de
porque nosotros, como individuos, tenemos poder colectivo para hacer el cambio
y debemos hacerlo. La gente tampoco suele ajustarse a los ideales imposibles de
lo que es ser «hombre» o «mujer», a las imágenes imposibles de las revistas de
belleza o a las imágenes absurdamente elaboradas de los famosos, y el esfuerzo
por ajustarse es agotador.
Así
pues, nuestras historias –sobre lo que es el poder, sobre lo que significan la «gloria»
y el «heroísmo», o sobre lo que son los hombres «de verdad» y las mujeres «de
verdad»– han conformado tanto nuestra sociedad como nuestro sentido personal de
la autoestima.
En
ese sentido, por supuesto que nuestras historias podrían haber sido diferentes
si las hubiera escrito una mujer, aunque no hace falta ser muy escrupuloso para
recordar que las mujeres también hemos contribuido a menudo a nuestra propia
opresión, al interiorizar de nuevo las historias de nuestra
cultura. ¿Cuántas generaciones de madres infelices y esposas infelices
transmitieron a sus hijos infelices que eso era justo lo que había que hacer,
que soportar el sufrimiento era tu deber, porque si no hay algún valor y
significado en tu dolor, ¿qué sentido tiene? ¿Y durante cuántos milenios las
potencias coloniales, incluidos los británicos, promulgaron la idea de que la «belleza»
y la «feminidad» eran delgadas, pálidas y, sobre todo, blancas, reforzando esta
noción en generaciones de libros que se siguen leyendo hoy en día? Así
hemos transmitido –y seguimos transmitiendo– las narrativas de nuestra propia
opresión.
Esto
sólo beneficia a unos poquísimos. Históricamente, la mayoría de nuestras
historias han sido creadas para las élites, e impedir que otras personas
cuenten historias no es más que otro método de control. Si nos fijamos en
Estados Unidos ahora mismo, podemos ver algunos ejemplos asombrosamente atroces
de esto, como las bibliotecas escolares que se ven obligadas a retirar libros
de activistas negros o de escritores queer, mientras seguimos intentando
controlar quién consigue hacer oír su voz. Al poder no le gusta que le
quiten sus privilegios exclusivos. Reivindicar las historias –de la forma más
amplia e interseccional posible– puede ser una pequeña parte de esa
reivindicación.
AS:
El eterno femenino, la idealización de la
mujer, se asocia a la figura de Penélope. Sin embargo, ¿por qué no se aprecia
este tono trágico en cuanto a su destino? En relación con esta pregunta, me
refería a la idea de Penélope como una mujer que no podía tomar decisiones
hasta la llegada de su marido y cómo se entretuvo tejiendo y destejiendo la
tela del tapiz esperando veinte años hasta su regreso, como si no tuviera otras
opciones, aunque el tapiz fuera una estrategia, ella no tenía un papel activo
ni rebelde. La idea de la mujer virtuosa, que no quería entrar en conflicto ni
molestar a los pretendientes, aunque Ítaca estuviera a la deriva sin nadie que
la gobernara, es lo que viene en nuestra tradición, así que me interesa tu
punto de vista.
CN:
Hay tres arquetipos femeninos increíblemente tóxicos que surgen de esta época
de la narración y que han dado forma a nuestra cultura durante milenios. Se
puede ver más clara y problemáticamente expresado en Clitemnestra, Helena y
Penélope. Así:
Clitemnestra. Una
mujer que toma el poder para sí misma. No se puede confiar en ella, es
infiel, pero también infielmente sexual, es la encarnación de por qué las
mujeres ambiciosas son peligrosas y deben ser castigadas por ello. Se puede ver
su legado en figuras como Lady Macbeth o incluso en la actual Bruja Escarlata,
una mujer que tiene un enorme poder pero que al final se vuelve malvada porque
las mujeres son demasiado emocionales para confiarles el poder. (A diferencia,
por supuesto, de los hombres, que, en miles de años de historia nunca se
han vuelto locos con el poder ni han hecho cosas repugnantes ni una sola vez).
Helena. Una
mujer hermosa, que, de nuevo, no se puede confiar. A las mujeres hermosas
no se les permite ser inteligentes por derecho propio, o tener su propia
agencia, son «cabezas huecas» o «zorritas tontas» y lo mejor para ellas es ser
protegidas o poseídas incluso por un hombre. Porque, una vez más, es culpa de
las mujeres que los hombres sientan la necesidad de pasarse diez años matándose
heroicamente, siendo las mujeres la fuente de todos los problemas. Esto
se puede ver básicamente en toda la literatura occidental de todos los tiempos
en la que los hombres se «destrozan» por una mujer hermosa, hasta libros
recientes como Cincuenta sombras de Grey, donde la máxima ambición de
una mujer hermosa es ser poseída y dominada por un multimillonario acosador
obsesivo, por muy venenosa que sea toda esa idea.
Penélope. La
mujer «ideal». Leal, completamente casta, espera tranquilamente en casa a
su marido sin rechistar. Su único interés es su marido y su hijo, nada
más. Este arquetipo vuelve a estar presente en la literatura, y creo que
se manifiesta con mayor claridad en los escritos de Charles Dickens, cuyas
heroínas finales son casi siempre mujeres calladas y castas que permanecen
totalmente leales a un personaje masculino, por muy terrible que éste sea.
Son
los tres arquetipos femeninos que surgieron en la Grecia clásica de la
narrativa y que han impregnado nuestro paisaje literario durante
milenios. Y son, por supuesto, veneno. Al escribir Ítaca,
quise analizar a fondo algunos de estos temas, porque creo que tiene cierto
mérito comprender lo antiguas y perniciosas que son estas ideas, para ver mejor
hasta qué punto pueden seguir prevaleciendo en nuestra sociedad moderna.
AS:
¿Qué fuentes le han inspirado para crear
descripciones tan exhaustivas en las que el lector se ve tan fielmente
transportado?
CN:
Leí La Ilíada, La Odisea y La Orestíada, porque es una
buena tarea. También tuve la suerte de que el Museo Británico organizara
una gran exposición sobre la Grecia micénica cuando empecé a escribir, lo que
fue excelente, pero también me confirmó que, afortunadamente, el registro
arqueológico sobre la época es muy escaso. Internet sigue siendo un
recurso enorme y valioso, aunque probablemente dediqué más tiempo a investigar
el comercio de estaño de la época y las dietas probables de los habitantes de
Grecia occidental que a cualquier otra cosa glamurosa y emocionante.
Aranxta Serantes
Entrevista a Claire North
Cómo citar este artículo: SERANTES, ARANTXA. (2023). Entrevista a Claire North. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (EN1).
ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/Entrevista-a-Claire-North-por-Arantxa-Serantes.html
Para
saber más sobre la autora: https://www.clairenorth.com/
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@ClaireNorth42.
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