Azar,
nostalgia y poesía
Recogiendo tu
cuarto te encuentras una vieja canica. No recuerdas de dónde viene, qué es o
qué significa a priori para ti. Piensas sobre la canica. Te acercas a través
del ejercicio del pensar a lo que es. Pero tu pensar sobre el objeto va más
allá de observar su forma. No buscas el tinte del cristal, los adornos
interiores, o los restos de polvo que la engullen. Piensas más allá. Piensas en
la poesía que se encierra en ella, y que te va a hacer habitarla más allá del
mero habitar o estar material del objeto.
Es ahí, el
destello, la aurora que ilumina el cristal y te refleja. Es entonces cuando te
atraviesa la flecha. Dulces flechas de la poesía. Se sacan del carcaj, se tensa
el arco, y se disparan. Una tras de otra. Y la gran mayoría vuelven a su hogar
con los rocíos de la poesía. Otras, sin embargo, son disparadas para nunca
volver. Y las que vuelven, tras muchas lunas, no te pasan por encima, sino que
te atraviesan el cuerpo hasta el carcaj. Esas flechas reciben el nombre de
nostalgia.
No me extraña
que el azar, que muchas veces es el portador de la nostalgia, fuera confundido
con la divinidad tiempo atrás. ¿Cómo puede ser que no haya un intelecto
superior que direccione la flecha hasta el corazón? ¿Cómo puede ser posible tal
ruta de la flecha? El azar se camufla a través de la divinidad cuando el
arquero es ciego, u olvida que él ha disparado la flecha. Y negar que se es el
que tensa la cuerda, es negar que hay un cuerpo que es poético por sí mismo y
del que emana la poesía. La flecha no es disparada desde la nada, ni viene por
sorpresa, sino que es parte del alma del arquero. Las flechas ya llevan poesía.
Pero no es hasta que vuelven, hasta que te atraviesan, que abres las puertas
del espíritu a la poesía de la realidad de fuera, recogida a través de los
rocíos, y a la realidad de dentro.
Lo eterno lo
fundan los poetas, dijo Hölderlin. ¿Y qué hay más eterno que la poesía? ¿Qué
hay más eterno que las flechas? ¿Qué hay más eterno que el pensar sobre ellas?
¿Qué hay más eterno que la reflexión sobre la existencia, sobre el arquero?
Aquella canica
no es un recuerdo, es una flecha, que desgarra y colma, que ama la poesía. Y te
has acercado a ella a través del pensar. ¿No es esto, acaso, muestra de que la
filosofía trata de llegar al ser más profundo de las cosas? ¿No es, acaso,
muestra de que la filosofía no busca solo lo meramente material, sino también
la poesía del mundo y del espíritu, del cuerpo, del yo? ¿No es la búsqueda de
la poesía, la búsqueda del ser, el motor principal de la filosofía, la duda?
¿No sirve, acaso, la filosofía para acercarse a la poesía? Si alguna vez
alguien menciona que la filosofía y la poesía son diferentes, quítenle la venda
para que vea cómo él mismo dispara la flecha, y cómo vuelve la flecha
disparada. Solo cuando lo atraviese y piense sobre ella, entenderá que son
inseparables.
El sol de la belleza ilumina a la inteligencia en lo que le es
propio, como el día de mayo el taller del artista, e igual que éste, no corre
afuera y abandona su trabajo urgente, sino que piensa con gusto en el día de la
fiesta en que irá a pasear a la rejuvenecedora luz de la primavera (Friedrich
Hölderlin, Hiperión, o el eremita en Grecia).
Alejandro
Reyes Rimón
Azar,
nostalgia y poesía
Cómo citar este artículo: REYES RIMÓN, ALEJANDRO. (2023). Azar, nostalgia y poesía. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (LIT01). ISSN ed. electrónica: 2952 4105. https://www.numinisrevista.com/2023/07/Azar-nostalgia-y-poesa.html
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