De Joel Frederiksen supe por el violinista Mikhail Pochekin. Fue él quien me puso en la «órbita Frederiksen» durante los meses de confinamiento, allá por ese 2020 que parece tan lejano, pero del que apenas han pasado tres años. Para quienes aún no lo conozcan, Joel Frederiksen es estadounidense, aunque lleva muchísimos años, más de veinte, residiendo en Europa, en Alemania concretamente. Fue allí donde fundó el conjunto de música antigua, Ensemble Phoenix Munich, con el que ha logrado reconocimiento internacional y prestigio artístico. Joel se formó en los Estados Unidos, como guitarrista y, más tarde, se especializó en instrumentos como el laúd, el archilaúd y la vihuela. A su calidad como intérprete de cuerda pulsada suma una habilidad que lo ha convertido en un trovador del siglo XXI: su voz grave y sensual.
Joel es cantante e intérprete. Combina a la perfección las dos cualidades de aquellos ministriles y trovadores de la Edad Media. Su voz de bajo, con una perfecta dicción y versatilidad, le ha permitido también abarcar repertorio operístico del Renacimiento y del Barroco hasta nuestros días. Si bien su especialidad es eso que llamamos música antigua —a saber qué es música antigua, porque para mi sobrino de siete años, antiguos son Queen o los Beatles—, Joel Frederiksen ha conseguido fundir música actual y renacentista de un modo tan artístico y puro que no hay otro músico que lo iguale, es decir, que tiene eso que en inglés llaman distinctive style, un estilo propio que una vez que alguien lo escucha, se engancha de por vida. Prueba de ello son álbumes como Requiem for a Pink Moon —en el que reinterpreta canciones del malogrado Nick Drake— o A day with Suzanne.
De izquierda a derecha: Emma-Lisa Roux, Joel Frederiksen, Hille Perl y Domen Marincic |
Quienes conozcan la trayectoria del canadiense Leonard Cohen, se habrán dado cuenta de que A day with Suzanne es el título de una canción muy conocida de Cohen. Y es que el álbum de Joel Frederiksen es un homenaje al trovador canadiense de la «voz cavernosa». Toma el título de la canción de Cohen y en él aparecen otras muy conocidas como So long Marianne, Famous Blue Raincoat o Hallelujah —quién no conoce la espléndida versión de Jeff Buckley de esta canción—. Pero Joel Frederiksen no se limita a interpretar las canciones de Leonard Cohen. Las elabora, les da forma, las recompone y las engarza sin solución de continuidad en el mundo de las canciones del Renacimiento francés, formando un océano profundo en el que el oyente se sumerge para escuchar melodías de Cohen, de Orlando di Lasso, de Pierre Guédron, de Josquin des Prez, de Pierre Attaingnant, de Vincent o Henry Purcell. ¡Qué maravilla! No ya solo por su voz, sino por la de la soprano Emma-Lisa Roux que lo acompaña junto con dos prestigiosos violagambistas como Hillle Perl y Domen Marinčič. El álbum lo publicó Deutsche Harmonía Mundi en 2022 y es puro arte. Quienes lo escuchen, podrán comprobarlo por sí mismos. Joel Frederiksen ha hecho unos arreglos preciosos, un hermoso tejido sonoro de encaje de bolillos en el que Cohen y los trovadores franceses de hace quinientos años resuenan en una voz única, singular, hermosa y envolvente.
Michael Thallium
Un día con Joel
Cómo citar esta reseña: THALLIUM, MICHAEL. (2023). Un día con Joel. Numinis Revista de Filosofía, Época I, Año 2, (RM28). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/06/un-dia-con-joel.html
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