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El feminismo como teoría y como praxis

 Encabezados

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Igualdad, interseccionalidad, afinidad y parentesco

    Sucede con la teoría feminista algo que no ocurre en otros ámbitos: que el interés que suscita en tantas personas viene motivado por razones eminentemente políticas. Mientras que la mayoría de líneas de trabajo en el mundo académico (y fuera de él) no dependen, al menos explícitamente, de los compromisos ideológicos del personal investigador, la idea misma de que quienes se dedican a estudiar y producir teoría feminista puedan ser políticamente indiferentes o incluso contrarios al feminismo como conjunto de praxis sociales resulta casi inconcebible. Así lo expresa Sara Ahmed (2021) al afirmar que: “No debería ser posible hacer teoría feminista sin ser feminista, que es algo que requiere un compromiso activo y constante de vivir la propia vida de una manera feminista” (p. 42).

      Por ello es necesario plantearse en qué consiste exactamente el feminismo como práctica digna de compromiso. La definición del feminismo como movimiento político es en sí misma contenciosa y prescriptiva. bell hooks (2020) plantea a grandes rasgos dos modos primordiales de entenderlo. En primer lugar, como un reformismo que aspire a la igualdad social entre hombres y mujeres. Esta opción, aunque loable en su superficie, falla al no entrever las múltiples aristas que coarticulan la opresión de género. No se trata simplemente de que las mujeres se sitúen por debajo de los hombres, sino que el género se entrelaza con la clase, la raza, la nacionalidad, la edad, las capacidades… en un complejo tablero cuyo remedio no puede pasar en ningún caso por una apelación abstracta a la igualdad, pues la pregunta: “¿de quién y con respecto a qué?” resulta ineludible. La insuficiencia de esta primera definición lleva a hooks a una segunda, por la que se decanta: el feminismo es ante todo un movimiento radical con la pretensión de abolir la opresión sexista en todas sus manifestaciones y por extensión toda forma de dominación.

El feminismo, en consecuencia, no debería contentarse con delimitar un sujeto político homogéneo (el «nosotras, las mujeres» que reclama Ana de Miguel en Neoliberalismo sexual, pp. 295-317) cuyas demandas puedan satisfacerse con ajustes paritarios. Tampoco debe aspirar a atrincherarse en este hipotético sujeto para generar una contracultura cerrada en sí misma, como ha pretendido el separatismo feminista. Las diferencias internas entre mujeres por las ya mencionadas intersecciones de clase, raza, etc. y la precariedad a la que el racismo, el capitalismo o el propio patriarcado someten a la mayoría de varones imposibilitan cualquiera de estas dos vías.  

Por el contrario, la lucha feminista ha de aspirar al barro de la vida cotidiana, exponerse a la imperfección en su praxis y saber coaligarse inteligentemente con todos los sujetos, colectivos y pensamientos que compartan sus líneas emancipatorias básicas. Así pues, el principio por el que debe regirse no es tanto la unidad, sino la afinidad, como señalara Donna Haraway en su Manifiesto cíborg. Las distintas coaliciones que podamos construir no son obvias. No hay un vínculo a priori entre la lucha antirracista y la feminista o entre estas y el animalismo, pero se puede realizar el esfuerzo por unir a posteriori todos estos movimientos. Como señala Catriona Sandilands (1997), una coalición no es un deseo de acertar, sino un proceso de reconocimiento de la parcialidad que debe ser suplementada con la presencia de otredades igualmente contingentes (p. 24).

Con todo esto en cuenta, queda claro que la teoría feminista no puede limitarse a ser un prolegómeno a la praxis, un entrenamiento previo a la acción. Más bien habría que entenderla como un laboratorio de la pluralidad que define al feminismo, como un ejercicio de gestación de afinidades que se puedan poner en práctica. La teoría feminista no puede concluirse ni clausurarse. No ha de ser un sistema con afán de completitud. Por el contrario, en calidad de filosofía práctica y con vocación política debe estar abierta, expuesta a transformaciones y a ajustes circunstanciales, tanto de época como de región (el feminismo en Irán requiere métodos y acciones diferentes a las del feminismo español, etc).

Lo que está en juego en la teoría feminista no es la conformación de identidades coherentes ni la pureza interna de sus ideas, sino el desarrollo de estrategias y técnicas con que ciertas subjetividades puedan plantar cara a la opresión sexista (más sus intersecciones de raza, clase, etc.). Nos encontramos, pues, ante una teoría pragmática e incluso pragmatista: su verdad no se mide por su adecuación a una realidad ya dada, sino, muy al contrario, por su capacidad de acompañar, articular y dejarse influir por unos movimientos sociales capaces de provocar cambios efectivos en la vida de las personas. En palabras de Donna Haraway:


No hay nada en este trabajo [el feminismo] que verse sobre encontrar unos dulces y agradables mundos –‘femeninos’- y unos conocimientos libres de los estragos y las productividades del poder. Más bien, la investigación feminista trata sobre la comprensión de cómo funcionan las cosas, quién realiza la acción, qué podría ser posible y cómo los actores de este mundo podrían amarse y tenerse en cuenta de formas menos violentas (p. 7).


     El feminismo (teórico y práctico) así entendido no solo es un movimiento social de un enorme potencial emancipatorio, sino un importante nodo de generación de parentesco, pues horada las fronteras entre lo que resulta familiar y extraño, propio y ajeno, y permite tejer hilos de Ariadna (por utilizar la feliz expresión de Alicia Puleo) mucho más largos. Hilos a los que puedan asirse los/as semejantes y los/as otros/as, los seres humanos y el mundo no humano.


Pavlo Verde Ortega

El feminismo como teoría y como praxis

 

Bibliografía

AHMED, SARA. (2021). Vivir una vida feminista. Caja negra: Buenos Aires (Argentina)

HARAWAY, DONNA. (2016). Manifiesto de las especies de compañía: perros, gentes y otredad significativa. Bocavulvaria ediciones: Córdoba (Argentina)

HOOKS, BELL. (2020). Teoría feminista: de los márgenes al centro. Traficantes de sueños: Madrid (España)

DE MIGUEL, ANA. (2015). Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección. Cátedra: Madrid (España)

SANDILANS, CATRIONA. (1997). «Mother Earth, the Cyborg and the Queer: Ecofeminism and (more) Questions of Identity». NWSA Journal, 9(3), 18-40.


Cómo citar este artículo: VERDE ORTEGA, PAVLO. (2023). «El feminismo como teoría y como praxis». Numinis Revista de FilosofíaÉpoca I, Año 2, (CM29). ISSN ed. electrónica: 2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/05/el-feminismo-como-teoria-y-como-praxis.html

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