
Ser mujer en el siglo XXI
Ser mujer no es tarea fácil. Por lo general, y por lo específico, por unos, y por otros, la gran labor de aquella ha quedado reducida en muchos de los casos a cenizas. Este ataque, más directo y peligroso que cualquier virus o guerra visible, se envuelve entre algodones para hacernos pensar, a nosotros y a ellas mismas, que todo estará bien, ¡muy bien! Sin embargo, la realidad es otra, otra por completo. Otra realidad que, en verdad, no pasa por ser sino un espejismo más; otra píldora maravillosa donde la tierra es prometida y el Edén es por fin alcanzado.
En
aras de qué, se pregunta uno… Y la respuesta es sencilla: en aras de la
libertad. La tierra prometida de la mujer, su Edén, es la libertad. Una
libertad mal entendida o, por lo menos, mal llevada a cabo. Ya que, si se
vuelve atrás en el tiempo, por ejemplo, al mayo del 68, lo que se le prometió a
la mujer -y en este sentido también al hombre- fue la libertad. O peor aún, el
libertinaje. Digo peor, y no mejor, porque lo que ha encontrado aquella tras la
revolución no le ha traído, ni de lejos, aguas nuevas y caudalosas, sino
estanques y charcas; nuevos modos, métodos y maneras de destruirse a sí misma,
al hombre y al mundo.
Me
llamaran ustedes exagerado, catastrófico y radical, pero no se piensen que
hablo por hablar, o que lo que digo, lo digo por decir. El ataque a la mujer, no
me arrepiento de repetirlo, lleva tiempo planeándose. Cruelmente se ha
acometido contra ella, como es obvio, porque el hombre es el único ser en el
mundo con la corta inteligencia como para, sin necesidad de nadie más y de nada
más, destruirse a sí mismo. Para muestra de todo ello solo basta echar de nuevo
la mirada a la historia y observar, principalmente, por quienes se han iniciado
las guerras, y por quienes se han acabado.
En
general la mujer, más audaz que el hombre, no se ha dejado llevar por ese
instinto siniestro que aturde al hombre desde primitivo y le lleva a darse
cabezazos contra la pared una y otra vez. En efecto, nosotros, menos precavidos
y tenaces, tenemos una percepción de la realidad donde los matices quedan de
alguna manera subsumidos bajo la totalidad de la visión. O, dicho de otro modo,
que la mujer, al contrario que el hombre, es capaz de observar con mayor
detenimiento y agudeza la realidad que les rodea. Ellas, por mucho que se diga,
son capaces de ver más allá, no solo más rápido, sino también más profundamente.
¿O es que acaso nunca les ha mirado una?
Lejos
de machismos, feminismos e ismos varios, lo que quiero decir es que, a aquella,
para embaucarla, se le han tenido que propinar y llevar a cabo -bajo su propio
pesar- las más detalladas y seductoras técnicas de malversación. Claro que,
como todo humano, también ellas tienen debilidades. Y su principal debilidad,
dije al principio, es la libertad. Libertad, repito, mal entendida. Comprendida
como libertinaje, sin límites, sin cadenas, con muchos slogans: be free, be
a woman… a superwoman. Pero queridas mías, y queridos también, ni la mujer
es superwoman ni el hombre superman. Ni ella puede sola, ni él
puede solo.
He
aquí, como os decía, el quid del ataque. La imposibilidad de la
mujer de ser, siempre, por ella misma, para sí misma. Y este entramado
metálico, más fuerte que las redes del pescador, le ha hecho caer en las fauces
de la noche, del olvido, del desasosiego, de la inconformidad y la
indiferencia, del odio y la sin razón. Todo aquello a lo que su ser no
respondía, se le ha venido contra sí misma, pero no por sus propios deseos, sino
por los que otros tenían de ella. Se ha conseguido, desgraciadamente,
convertirla en un atisbo de mujer. Una mujercita. Una mujerzuela.
Ser
libre, claro que sí. Ser ella misma, por supuesto. Ser una auténtica loba,
facturar millonadas, trabajar como dirigente del gobierno de los EEUU, cambiar
el mundo, establecer un nuevo orden terrestre o lo que ustedes quieran, me parece
divino -incluso demasiado-. Pero ser por y para ella, en soledad, no gracias.
Mas no porque yo no quiera, sino porque ella tampoco quiere. Valerse por sí mismo,
¿qué es eso? La mujer empoderada, la de verdad, no es la que puede contra todos
y contra todo. Sino la que, necesitando de otros, como otros de ella, resurge
de nuevo, bella y más real que cualquier carbón presente en forma de
diamante.
Tomás Bravo Gutiérrez
Ser mujer en el siglo XXI
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2023). Ser mujer en el siglo XXI. Numinis Revista de Filosofía, Época 1, Año 2, (CM26), ISSN ed. electrónica:2952-4105. https://www.numinisrevista.com/2023/04/ser-mujer-en-el-siglo-xxi.html




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Como mujer del siglo XXI, que así al menos me han socializado, pienso que ser mujer siempre ha sido tarea ardua, por las intrincadas relaciones de poder que han involucrado al género a lo largo de la historia. Creo, sin embargo, que no hay una respuesta única o clara: no hay ni debe haber un modelo de lo que es ser mujer, porque eso coarta y limita bajo ciertos discursos. Esto mismo es aplicable al hombre y, en general, a todas las personas. La columna está muy bien escrita, he disfrutado de leerla!
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