Tomarse en serio el humor negro
Antes de comenzar, he de señalar que hace unos meses escribí otro retazo de reflexión en este mismo formato y en esta misma revista, que se podría interpretar, si no como una precuela o precedente, al menos como una primera parte de esta columna que acontece a continuación. ¿Qué quedó en el tintero tras la publicación de Pequeña disertación sobre el humor? Infinidad de temas y problemas, como no puede ser de otra forma. A día de hoy, podemos enfocarnos en una ínfima partícula de contenido de las miles de moléculas temáticas que se pueden extraer de una filosofía del humor.
Lo
que hoy nos ocupa es el humor negro y el manto de delicadeza con el que este
debe de entretejerse para poder seguir clasificándose como tal. Se trata de una
prerrogativa polémica y punzante, que acaba polarizando al público de la
comedia en dos bandos irreconciliables: está, por un lado, el sector que defiende
la libertad de expresión por bandera y que opina que todos los chistes han de
estar permitidos y que lo que ha de mejorar es el sentido del humor de la gente; y,
por otro lado, una porción que cree que durante mucho tiempo el humor ha sido
espada contra colectivos vulnerables que en las últimas décadas, sin embargo,
han conseguido aumentar el volumen de su voz.
Ambas
posiciones deben ser escuchadas porque, en su fondo laten valores que se deben
recuperar y desechar, pero, ¿bajo qué vara de medir? —me preguntas, lector,
clavando tu pupila en mi pupila—. Esta balanza es la que hemos designado como delicadeza, la
cual no puede ser desarrollada si antes no se clarifica una importante
cuestión: como dijimos en la primera columna ya mencionada, el humor puede ser
usado como herramienta política, pero no se puede descartar que uno de sus
fines imprescindibles ha de ser la risa, el cringe, u otras
reacciones similares. Ello no quiere decir que si un chiste o broma no ha
causado esta reacción haya de ser despojado de la intencionalidad con la que su
autor lo ha exhalado —y, por tanto, sacado de la categoría de lo humorístico—. La
complejidad es más extensa de lo que parece.
El
humor se puede interpretar como una relación entre emisor y receptor en la que
es pertinente y necesario que ambos interlocutores capten el sentido del juego
que está aconteciendo. Aunque depende del contexto, una estructura común entre
ambos participantes, es que uno de ellos sea el que ejerza de narrador, de
cómico o de humorista. Es responsabilidad del mismo ser consciente de la
delicada interacción que existe entre ellos. Si esto no lo tiene en
consideración y procede a contar un chiste que luego es mal recibido, con todas
las de la ley se le podría tachar de mal cómico.
Hay
una diferencia tangible y quizás evidente entre ser mal cómico y ser mala
persona. Simplificadamente y de manera reduccionista, en esta última categoría
caen las personas que no profesan respeto hacia otros, en demasiadas ocasiones
excusándolo en diferentes atributos que luego colectivizan a dichas personas en
minorías y grupos vulnerables. Se puede dar perfectamente el caso de que un
sujeto irrespetuoso se las diera de cómico y se cruzara en sus andanzas con
otro individuo irreverente en cuya relación espontánea se diera el nacimiento
de vergonzosos y estúpidos chistes que atentaran contra la dignidad de estos
colectivos. En su ilusoria burbuja de necedad, podrían incluso considerar que
están haciendo y presenciando buena comedia.
Lo
que influye en la calificación de algún humorista como buen cómico es
precisamente su recepción entre las masas. Es la valoración social la que forja
el criterio, aunque también la cantidad de espacios a las que pueden acceder
estos humoristas. Quizá, por esto que se acaba de señalar, es por lo que hay
una porción de la población que se queja con respecto al humor negro. Este
puede ser usado como arma de opresión o de empoderamiento, en lo cual se
presenta como esencial el contexto de su autor. Si resulta que el panorama
sigue siendo colonizado por aquellos que usan el humor contra otros y no contra
sí mismos (me refiero en cuanto a autoenfrentarse a un pensamiento crítico, a
una deconstrucción y a una reconstrucción), es normal que exista una oposición
ante este tipo de humor.
La
delicadeza del humor negro consiste en ser consciente y responsable con los
propios privilegios, se refleja en ser ponderativo y crítico con respecto a las
fallas del sistema en el que habitamos, y se encumbra en la comprensión y
solidaridad política con respecto a aquellos que son más vulnerables en nuestra
cultura. Concierne al obligado reconocimiento que se debe incentivar con
respecto al enorme poder que puede reflectar un chiste. Paradójicamente, se
trata tan solo de tomarse en serio el humor negro.
María Sancho de Pedro
Tomarse en serio el humor negro
Bibliografía:
SANCHO DE
PEDRO, MARÍA. (2022). Pequeña disertación sobre el humor, Numinis
Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL15). https://www.numinisrevista.com/2022/12/pequena-disertacion-sobre-el-humor-maria.html
Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2023). Tomarse en serio el humor negro, Año 2, 2023, Revista de Filosofía Numinis (CL24). https://www.numinisrevista.com/2023/03/tomarse-en-serio-el-humor-negro-maria.html
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Cuando leí el título pensaba que iba a ir de otra cosa. Me gusta mucho más esta dirección.
ResponderEliminarPodría afirmarse que no existe cosa más seria sobre esta tierra que el humor, precisamente por la incapacidad misma de hacer burla del humor sin partir desde este, como si tuviera sentido. Según planteas, el humor debe emplearse con el contexto en mente, y en ese sentido, parece haber un reajuste de la libertad de expresión según aquella. Este parece derivarse de la ausencia de igualdad, y no meramente de la sensibilidad, misma que puede haber entre una broma de violación y una persona que ha sufrido dicha experiencia traumática, pero a nivel estructural. Sin embargo, es menester, como pareces insinuar, no ignorar desde donde se bromea, con qué intención y hacia qué se ríe la broma, precaución que operaría como garante de una cierta libertad de expresión. Al final, la solución boga entre aguas turbias, si es que la vista no nos engaña y somos nosotros los que navegamos entre abismos.
ResponderEliminarEsto es mejor que un abstract
Eliminar¡El humor es una cosa seria! Muy buena reflexión. Perdóname el espam, pero voy a compartir un artículo que escribí hace tiempo sobre este tema que se lee bien después del tuyo:
ResponderEliminarhttps://elcofresuena.es/musica/david-suarez-la-fiscalia-y-los-limites-del-humor/
Súper bien agradecido ese spam
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