Roald Dahl "Corregido"
El mes pasado saltó una polémica que en España pasó de puntillas por los medios. La editorial Puffin Books contrató a «lectores sensibles» con el objetivo de revisar la obra de Roald Dahl para purgarla de cualquier contenido considerado como «ofensivo». Según las palabras de la propia editorial, esto se hizo con la intención de «asegurar que su obra pueda seguir siendo disfrutada hoy en día». Para quienes no lo conozcan, Roald Dahl fue un autor británico de clásicos infantiles como «Charlie y la fábrica de chocolate».
Tal y como se detalla en éste excelente artículo
del periódico Telegraph, «Las palabras relacionadas con el peso, la
salud mental, la violencia, el género o la raza han sido borradas o
reescritas». Comparando las nuevas ediciones con las versiones
originales, se encontraron cientos de cambios a lo largo de los varios
libros del autor. Este no se trata de un fenómeno reciente, pues obras
de autores tan reputados como Mark Twain o Agata Christie también han
sufrido «modificaciones» para hacerlas más políticamente correctas.
Uno
podría pensar que esto es algo pasajero, un desvarío típico del mundo
cultural anglosajón. Sin embargo, las ideas y
fenómenos que suceden allí se acaban importando a España, sin importar
lo mezquino, estúpido o absurdo que puedan llegar a ser. No sería
demasiado descabellado imaginar reediciones políticamente correctas de
obras de Cervantes, Francisco de Quevedo o Benito Pérez Galdós, entre
otros muchos. Llamemos a las cosas por su nombre, al pan, pan y al
vino, vino. Esto es una clara forma de censura pero no impuesta desde
arriba, desde el poder, sino introducida como un veneno sugestivo en la
mente de muchas personas por parte de sectores radicales de la izquierda
posmoderna.
Son
estos moralistas de nuevo cuño, sin ningún tipo de intelecto, los que
se arrojan el derecho no solo de atacar a cualquier persona que no
comparta sus ideas, sino también de exigir la reescritura de aquello que
no se acomoda a su dogma. Veo necesario insistir en un error que
observo con frecuencia, que es juzgar el pasado con los valores del
presente. Resulta muy fácil atacar cualquier figura u obra del pasado
como si de un muñeco de paja se tratase, más lo mismo podrían hacer
nuestros descendientes con nosotros mismos en un futuro muy lejano. No
sería ridículo pensar que unas generaciones nos tildaran de retrógrados e
ignorantes, como muchos hacen con nuestros ancestros. Del mismo modo,
la novela, la pintura o la obra musical se crea en medio de un contexto
determinado que hemos de procurar entender y no censurar. De lo
contrario, prácticamente ninguna obra del pasado se salva de ningún
pecado.
Ahora,
para aquellos que se puedan mostrar en desacuerdo conmigo. Si el
respeto a las intenciones del autor no es motivo suficiente para
respetar la obra en su integridad, quisiera plantear lo siguiente.
Imaginemos un hipotético mundo en el que la Iglesia recupera su
preeminencia social y comenzase a demandar que los libros fueran
reescritos conforme a la moralidad y doctrina católicas. Aquello nos
resultaría inaceptable ¿verdad? pues obras clásicas como La Celestina o
El Lazarillo de Tormes fueron sujetas a esta censura. ¿Cómo podríamos
criticar la censura de un lado, la conservadora, y permanecer impávidos a
la del otro, la progresista?
Volvamos al tema principal que es Roald Dahl. Tras el escándalo que se desató al conocerse la noticia de la «reescritura»
de la obra de Dahl, figuras importantes de todos los lados saltaron a
la palestra para justificar o condenar aquello. Muy acertadamente, los
que defendieron la integridad de la obra del escritor, trajeron a la luz
los testimonios que el propio Dahl declaró ante la perspectiva de la
censura: «He
advertido a mis editores que en un futuro, si se atrevieran a cambiar
una sola coma en mis libros, jamás verían una palabra más de mi. ¡Nunca!
¡Jamás!». Como reacción al escándalo, la editorial Puffin declaró
el 23 de enero que publicaría las versiones originales sin editar en una
colección aparte. Gesto algo encomiable, pero el daño ya está hecho,
además de que no han negado seguir con sus intenciones originales.
Al mismo tiempo que escribo esto, me entero de que un destino similar parece que aguarda a las novelas de James Bond, que esperan una reedición este año. Se trata de otra obra clásica de gran influencia cultural, pero cuyo contenido se le hace incómodo a los ya mencionados guardianes de la moral. El arquetipo de un hombre aventurero y mujeriego parece que ya no tiene lugar, aunque sea tan antigua como omnipresente en la historia. Para muestra un botón; el famoso Don Juan de Tirso de Molina, que a tantos niveles ha inspirado la cultura española y extranjera.
Ante este tipo de actos podemos y debemos protestar y responder desde la inteligencia y por la libertad. Ningún autor tiene por qué ser cohibido, atacado o censurado porque sus ideas no se acoplan a un dogma, sin importar de qué lado venga y por muy nobles que sean sus objetivos. Por mucho que les pese a ciertas personas, la vida, la historia y la cultura están llenas de incorrección política que han de saber entender en vez de arrojarse un adanismo absurdo y pretender reconstruir el mundo, la historia y la cultura desde cero.
Sergio Cánovas
Roald Dahl "Corregido"
Cómo citar este artículo: CÁNOVAS, SERGIO. (2023). Roald Dahl "Corregido". Numinis Revista de Filosofía, Año 2,
2023, (CD21). https://www.numinisrevista.com/2023/03/roald-dahl-corregido.html
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Siendo como soy parte de esa "izquierda posmoderna" de la que hablas, yo tambiéne stoy en contra de la alteración de la obra de Dahl o de cualquier otro autor. No porque me parezca bien encontrarme con perlas ofensivas en tal o cual obra (tan hijos de su tiempo son los autores para escribir lo que quieran como yo para ofenderme hoy por ello), sino porque esas modificaciones anulan el pasado en su complejidad e imposibilitan cualquier ejercicio de hermenéutica y crítica. Y eso está por encima de quedar bien ante nadie
ResponderEliminarEn ese caso me alegro de encontrar a alguien con una perspectiva crítica, aunque por desgracia hay un grupo dentro de la izquierda de puritanos y neomonjas bastante ruidoso. Por supuesto se puede contextualizar por qué lo que un autor escribió en su tiempo ya no es apropiado, pero de ahí a cambiar directamente el texto me parece algo inaceptable. Aunque ofenda los sentimientos religiosos o porque es políticamente incorrecto, todo artista tiene derecho a su integridad y a la de su obra.
EliminarBuen artículo. La presencia de una nueva inquisición es real y el instrumento de tortura es la famosa cancelación de lo que no le gusta o no "le baila el agua". Ese espíritu inquisitorial lo único que ha hecho es poseer otro cuerpo, la izquierda en este momento histórico y cultural. Qué difícil es encontrar el famoso término medio.
ResponderEliminarAunque estoy de acuerdo en que, más que retocar una obra, se debe respetar el texto original, y en todo caso, evidenciar su contexto para que ciertos temas no políticamente correctos cobren al menos un sentido, sí pienso que en esta columna se ha dejado pasar una cuestión muy importante con respecto al autor. ¡Roald Dalh es un autor que en teoría escribe para niños! ¿Cómo vamos a presentarles semejantes obras llenas de ofensas tan problemáticas a colectivos vulnerables desde que son pequeños? Me gustaría saber qué opinas.
ResponderEliminarBuena observación María, y ante ello creo que poco puedo sugerir más allá de que sean los propios padres los que decidan que tipo de libros lean sus hijos. El problema que observo es que con la excusa de hacer la obra "más actual" se llega a un punto en que se roza el adoctrinamiento.
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