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La educación estética de la humanidad de Schiller

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La educación estética de la humanidad de Schiller

Hace más o menos un año descubrí un pequeño libro de Friedrich Schiller titulado La educación estética de la humanidad (del hombre en algunas editoriales) y recomiendo su lectura porque, al menos para mí, es uno de esos libros que te atrapan y quieres acabarlo, pero cuando acabas de leer aparece cierto pesar, pues se ha de decir adiós a un amigo que te deleitó y atrapó en poco más de ciento cincuenta  páginas. Quisiera compartir con ustedes una breve apreciación de las líneas maestras del libro.

Se sitúa el autor en su época, denominada por él como un «tiempo funesto», pero, no obstante, lleno de posibilidades también. La obra de Schiller comienza y se extiende en las primeras cartas mostrando su decepción, desengaño y desilusión sobre la razón ilustrada que tanto prometía en su momento y que tantos ardores infundía en sus contemporáneos. Sin embargo, todo el fruto que se logró fue una cultura basada en la teoría, por lo que es necesario que la razón adquiera una nueva forma. 

Al meditar sobre su tiempo veo semejanzas al nuestro, puesto que se vive ahora lo que se vivía en su época, una ambiente nada favorecedor para el arte, si bien esto era por el auge de la ciencia que opacaba al arte. Dirá Schiller (2018)  que «[...] la voz de nuestro tiempo no parece en modo alguno elevarse a favor del arte [...] (p. 9)» Esta base o humus cultural trae consigo consecuencias en el mundo de la política, pero él propone la vía estética para solucionar los problemas políticos porque es gracias a la belleza que se logra la libertad. 

Su sociedad había destruido al ser humano desde el punto de vista de su integralidad, pues de modo análogo a la división del Estado, este se había fragmentado en compartimentos (facultades) particulares que rompieron la armonía de sus facultades humanas. Su sociedad había fracasado por esta división de las capacidades humanas. Así las cosas, propondrá el desarrollo integral de las capacidades humanas como había pasado en Grecia donde la persona le daba forma la naturaleza y no el entendimiento, siendo así que, según Schiller, los griegos (2018) «supieron cultivar todas las variantes del arte y la sabiduría en toda su dignidad sin convertise en sus víctimas (p. 25)». 

Considera que la problemática que vive su época es consecuencia, además de esta desmembración de las facultades humanas, de la falta de atención a las facultades espirituales. El hecho de que se ponga énfasis en unas facultades causa atrofia en otras por no usarlas, pero no porque no se hallen en la persona. Priman aquellas capacidades de las que se puede sacar provecho en términos utilitaristas, pues, en palabras de Schiller «la utilidad es el gran ídolo de nuestra época, y a él deben complacer todos los poderes y rendir homenajes todos los talentos (2018)». Esta fragmentación de las capacidades humanas atenta contra la integralidad del ser humano. Siguiendo esta misma idea denuncia el autor el predominio de la facultad analítica, el pensamiento abstracto y la orientación práctica de la vida, pero no porque no pueda tener esta orientación sino porque no se puede basar únicamente en una orientación práctica, ya que esto produce en los individuos una fragmentación del ser y «sólo la armonía de todas las facultades los hará felices e íntegros (Schiller, 2018, p. 33)».

Esta orientación práctica de la vida que fragmenta al ser humano es vivida de dos formas que lo fragmentan aún más, a saber, en su trabajo y en su vida privada. En lo tocante a su trabajo es considerado socialmente según su función y no en sí mismo como valioso. Esta característica de especializarse solamente en una facultad lo aísla y más aún cuando el trabajo no le deja tiempo para otra cosa. Nadie tiene tiempo para sus aficiones, ya que la persona que acaba su trabajo tiene que estar agotada; si le quedara energía podría cultivar sus necesidades espirituales y esto no es bien visto por el Estado, ya que puede poner en peligro su función. Unido a esto, el trabajador ve abolida su vida privada y su individualidad, puesto que no se atiende al carácter individual de cada uno sino a su dimensión práctica. Al reflexionar sobre el Estado dice que es necesario transformarlo eliminando la separación existente entre la razón y el sentimiento. Así, desapareciendo esto de la naturaleza humana, se puede alcanzar una guía para levantar una adecuada política. Quien habrá de guiar esta construcción de la política habrá de ser la naturaleza humana.  

Considera primordial para la transformación del estado la eliminación en la persona de la separación entre razón y sentimiento porque, haciéndola desaparecer, la naturaleza humana puede lograr un grado de desarrollo que guíe la construcción adecuada de lo político. La reforma del Estado no será posible hasta que la naturaleza humana sea la que construya y garantice la realidad de la creación política de la razón. La reforma política de la sociedad viene dada por la transformación del individuo, pues es claro que si la política es artificio humano, el producto del artesano saldrá con las características de este y es por ello es que apela al ennoblecimiento del carácter humano. Ese ennoblecimiento de lo humano lo proporciona el arte. Una vez transformado el individuo vendrán los cambios políticos, pero no antes. El efecto de ennoblecimiento que produce el arte en la persona lo vemos en la figura del artista y su creación. La transformación de la persona en artista trae consigo una moralidad mejor en la humanidad y ello hace posible que, siendo la humanidad el fundamento del Estado, este sea mejor y más adecuado. El artista es así educador, al cual le pide que tenga suficiente personalidad para protegerse del entorno hostil que lo rodea y para protegerse tiene que ir contra el espíritu de su tiempo, mirando por su dignidad y la ley. Esta exigencia transforma al artista en rebelde, pues se le pide que aunque viva en el siglo no se haga de el y dé a quienes le rodean lo que necesitan, que no será siempre lo que guste. Se comprende, por tanto, que sea necesaria una educación de la sensibilidad, puesto que el camino hacia el intelecto lo abre el corazón. Así es que la formación de la sensibilidad ayuda a comprender mejor la verdad y expande el entendimiento. La educación estética será la brújula de la razón. 

Existe, ya se intuye por lo dicho hasta ahora, una antropología estética en la obra de Schiller. Lo estético se encarna en la persona de forma visible en sus gustos cultivados, entendimiento claro, sentimiento vivaz, liberalidad y dignidad, mostrando así que el arte desbarbariza. Sin embargo, para llegar a eliminar esta barbarie hay que seguir un canino. Ante el desmembramiento de las facultades humanas pide que se restablezca la unidad de la naturaleza humana que se encuentra dividida en impulsos sensible y formal. 

El carácter de la persona está dividido por dos tipos de impulsos: el impulso sensible y el impulso formal. Esto es un problema cuando el objetivo es volver a la unidad de la naturaleza humana. Impulsos que parecen opuestos y, por lo tanto, incapaces de generar nada provechoso, pero que veremos que esa oposición es liberadora para el ser humano. El impulso sensible viene por la existencia material del hombre y el segundo, formal, es el que promueve las leyes. Al ser necesario volver a unir la naturaleza humana se propone el impulso del juego. 

La belleza encuentra en el hombre dos tensiones a los que hacer frente. Existen dos formas en las que se puede mostrar la belleza: como belleza relajante y como belleza enérgica. La relajante distiende el ánimo moral y físico, totalmente necesaria para el ser humano material, la cual libera a la persona por medio de lo sensible. La enérgica es necesaria para lo sensible, la cual libera lo humano por medio de la materia. El impulso del juego se muestra aquí como un impulso modificador, da sensibilidad al impulso formal y da forma al impulso sensible. 

El impulso sensible rechaza la autonomía y la libertad y el formal hace lo mismo con la dependencia, pero ambos se unen en el impulso del juego liberando plenamente a la persona de toda coacción y arbitrariedad. Ambos impulsos actuando juntos son necesarios para que la humanidad de la persona vuelva a ser completa, y es por eso que llega a decir que la belleza, objeto del juego, es consumación de la humanidad. 

 

Valentín González Pérez

La educación estética de la humanidad de Schiller

 

Bibliografía

-      SCHILLER, FRIEDRICH. (2018). Cartas sobre la educación estética de la humanidad. Acantilado.

 

Como citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2023). La educación estética de la humanidad de Schiller. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2023, (CS23)


ISSN ed. electrónica: 2952-4105


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3 comentarios:

  1. Matías Lizarraga5 de marzo de 2023, 16:59

    Genial artículo. Me parece brillante cuando Schiller califica la fundación de la libertad política como la más perfecta obra de arte que puede realizar el ser humano. Gracias Valentín!

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  2. María Sancho De Pedro6 de marzo de 2023, 11:52

    Gracias por escribir sobre autores y obras tan interesantes

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  3. Una educación integral es hoy más necesaria que nunca. Gran artículo

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