Globalización y músicas ausentes
La globalización y el sistema de producción capitalista están teniendo, como sabemos, consecuencias catastróficas. La crisis energética, el cambio climático, las crecientes tensiones internacionales, la inestabilidad del mercado financiero… Ahora se habla de sostenibilidad, transición a energías renovables y protección de los entornos naturales, tratando de salvar uno de los efectos más vergonzosos y amenazantes de nuestra sociedad. Sin embargo, hay algo que muchas veces se pasa por alto: la pérdida de capital cultural. Comunidades que tenían sus propios modos de socializar, de relacionarse con el entorno, de organizarse y configurar sus ritos —con una escenificación, una música y unas creencias particulares— han desaparecido a causa de la globalización y el capitalismo. Esta invisibilización, que en unos casos ya se ha producido y en otros se está produciendo, subestima prácticas y saberes de otras culturas sin preguntarse el valor que podrían tener ni guardar consideración hacia la identidad de esos pueblos.
Desde la liberación de las
colonias, la ampliación del Estado de Bienestar y la creación de organismos
internacionales encargados de velar por los derechos universales, occidente
se ha intentado vender como una cultura deseable, no impositiva. Pareciera que
el colonialismo fuese cosa del pasado, y que este supuesto legitimara la idea
de llevar a la humanidad a lo que ahora denominan «desarrollo» (que no es más que el concepto
teleológico de «progreso», pero
purgado de las connotaciones idealistas con las que se impregnó durante los
últimos siglos). Sin embargo, bajo esa apariencia amistosa se esconden
complejos mecanismos destinados a suprimir la alteridad, a eliminar o explotar
todo aquello que no coincida con el discurso hegemónico. Formas de vida
alternativas que tienen un arte y una cosmología propios, una manera de
representarse el mundo característica, se ven amenazadas desde distintos
flancos por el avance de occidente. Sus tradiciones, sus historias, sus
identidades se enfrentan al abismo del olvido.
Algunos autores contemporáneos,
como Boaventura de Sousa Santos, apuntan la necesidad de descolonizar el conocimiento
occidental proponiendo modelos de sociabilidad en los que convivan diversas
culturas. En sus «Epistemologías del Sur»,
Santos afirma que el colonialismo todavía no ha terminado. Ha cambiado de
forma, pero sigue ejerciendo su dominación, que se refleja en la pérdida de
rasgos y lazos identitarios, en las incesantes exclusiones a las que se ven
sometidos ciertos grupos sociales, en la dependencia a la que los condenan las
grandes potencias mundiales. Su propuesta de una «ecología de saberes» es muy amplia y llevaría tiempo
desarrollarla, lo cual no es nuestro objetivo, pero destacaremos su interés por
rescatar lo que él denomina «saberes ausentes»[1], esos conocimientos de sociedades
invisibilizadas cuyo acceso e interpretación se nos hace todavía más
complicado.
Esta iniciativa es igualmente
aplicable a las artes. Se podría hablar de «músicas ausentes» como
aquellas que han desaparecido o lo están haciendo por los efectos de la
globalización. La pérdida del acervo musical no es solo una cuestión de
patrimonio, sino que afecta a los modos de sociabilidad en los que se ve
involucrado. Como otros fenómenos sociales, la música reproduce una serie de significaciones
vinculadas con su contexto. Además, tiene una gran capacidad de cohesión
grupal. No en vano, las teorías actuales de musicología afirman que la música
cumple un papel fundamental en la configuración de identidades colectivas. Más
allá del hecho musical, hay toda una serie de rituales, de discursos, de
connotaciones extramusicales que condicionan la experiencia de los
participantes. Esta perspectiva bebe, en gran parte, de las teorías
post-estructuralistas, que trataban de explicar las fuerzas de dominación y las
tramas de significado a partir de las cuales damos sentido al mundo. Por ello,
los etnomusicólogos toman cada vez más precauciones cuando investigan otras
culturas musicales, siendo conscientes de las barreras cognitivas que existen y
buscando experiencias más inmersivas donde se elimine (o se minimice) la
objetualización del «otro».
Pero estos escasos esfuerzos no
evitan que la cultura occidental sigua imponiendo su canon. Muchos lugares que
podríamos valorar por su singularidad, como Japón o algunas zonas de la
Amazonia, mantienen sus tradiciones como meros resquicios identitarios,
sometidos a las mismas estrategias de comercio y consumo que exige el
capitalismo. La mayoría de las celebraciones «étnicas» que vemos en documentales han sido
preparadas para el momento, como lo son las recreaciones turísticas de destinos
exóticos. Aparte del problema de la exterioridad, esto cuestiona el mismo
concepto de «etnicidad». La
música folklórica es fomentada como recurso simbólico ante un contexto de
dominación. De ahí que Josep Martí diga «el surgimiento de los
revivals, de las músicas con representatividad étnica, no tan sólo no son
antitéticos con la globalización, sino que -en muy buena medida- son una
consecuencia de ella»[2].
Si a esto añadimos la pérdida de
territorio que han sufrido las poblaciones coloniales (tal y como las denomina
Boaventura de Sousa Santos) por la expansión de las sociedades metropolitanas[3], con sus grandes urbes e infinitas
carreteras, todavía se acentúa más la opresión hacia estos grupos sociales, que
están perdiendo los espacios para representarse la vida en sus propios
términos. El cambio climático y la contaminación son otros factores a tener en
cuenta, pues en muchos casos esas poblaciones acaban siendo los «vertederos» de la sociedad occidental. Esto transforma
por completo el paisaje de los territorios afectados, con una gran pérdida de
biodiversidad que, sin duda, cambia el modo en que estas comunidades
interaccionaban con el entorno.
Desde un punto de vista musical o
sonoro, los estragos de la deforestación, la contaminación y la pérdida de
especies también son notorios. Las experiencias cercanas con la naturaleza
promueven ciertas disposiciones cognitivas a la hora de escuchar los sonidos
que proceden de ella, un tipo de sensibilidad distinto al que estamos
acostumbrados en occidente. En los ritos de algunos pueblos, la música tiene
tanta importancia como los cantos de los pájaros, el susurro del viento entre
los árboles o los rugidos profundos de la selva. Todo ello forma parte de un
paisaje sonoro que completa el hecho musical, que se suma al conglomerado de
significaciones con las que el colectivo materializa su identidad.
El sistema de producción
capitalista está acabando con territorios naturales y sustituyendo su paisaje
sonoro por escenarios industrializados, con ruidos de motores, ajetreo,
taladros… Esto influye en la experiencia de las comunidades
oprimidas, que se ven obligadas a adoptar otras formas de sociabilidad,
perdiendo sus modos de expresión, su tradición, su patrimonio. En vez de
dedicarnos a invisibilizar saberes y prácticas alternativas, podríamos aprender
de ellos, de sus posiciones ontológicas y sus maneras de interaccionar con el
mundo, tratando de establecer vínculos que ayuden a convivir de forma más
respetuosa con la diversidad y sostenible con el medio ambiente.
Héctor Montón Julve
Globalización y músicas ausentes
[1] SOUSA SANTOS, B. (2019). El fin
del imperio cognitivo. La afirmación de las Epistemologías del Sur,
traducción de Álex Tarradellas, Trotta: Madrid, p. 74.
[2] MARTÍ, J. (1996). “Música y etnicidad: una
introducción a la problemática”, en Trans. Revista Transcultural de
Música 2 (artículo 9), Sociedad de Etnomusicología [acceso 2 mayo de
2023].
[3] SOUSA SANTOS, B. (2019). El fin del
imperio cognitivo. La afirmación de las Epistemologías del Sur, traducción
de Álex Tarradellas, Trotta: Madrid, p. 47.
Bibliografía
- SOUSA SANTOS, B. (2019). El fin del imperio cognitivo. La afirmación de las Epistemologías del Sur, traducción de Álex Tarradellas, Trotta: Madrid.
- MARTÍ, J. (1996). “Música y etnicidad: una introducción a la problemática”, en Trans. Revista Transcultural de Música 2 (artículo 9), Sociedad de Etnomusicología [acceso 2 mayo de 2023]
- BOTELLA, A. (2020). “El paisaje sonoro como arte sonoro”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas 15 (1): 112-125. https://doi.org/10.11144/javeriana.mavae15-1.eps
- VVAA (2020). Complejos bioculturales de México: bienestar comunitario en escenarios de cambio climático, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla: Puebla de Zaragoza, México. https://aveeditorial.com/
Cómo citar este artículo: MONTÓN JULVE, HÉCTOR. (2023). Globalización y músicas ausentes. Numinis Revista de Filosofía, Año 1,
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Es muy interesante hablar de colonización en términos de paisajes sonoros. ¡Gran artículo!
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