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Gadamer: el juego y la belleza

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Gadamer: el juego y la belleza

Yendo de camino a realizar unas compras pasé por un parque lleno de niños y niñas que corrían, gritaban y se divertían subiéndose a una estructura que se asemejaba a un barco pirata. Hasta ahí todo normal, pues la estructura evocaba y provocaba lo que quería, que eso fuera un barco y no un cohete espacial, la realidad estaba dada, por decirlo de algún modo. Sin embargo, había otra realidad que era muy subjetiva para quienes allí jugaban: los palos. Muchos tenían palos o ramas de los árboles cercanos cuyo significado variaba de unos a otros, pues para cierto grupo esos palos eran espadas y para otro grupo esos palos eran caballos. ¿Qué ha pasado aquí? Cada cual significaba lo que le apetecía y llenaba de sentido esos objetos mediante la experiencia lúdica. Recordé entonces este concepto del juego del que hablaba Gadamer, el cual provocaba estar ante la realidad de una manera nueva. Quedémonos con el caso del grupo que transformaba el palo en un caballo.

La persona que juega se encuentra ante sí con un objeto material con el que representará una acción lúdica: cabalgar con un caballo. Para que este objeto material esté preñado de un sentido diverso a la observación objetiva que lleva a reconocer solamente un palo es preciso que se produzca un aumento de ser que deriva de la representación de la realidad estética y lúdica. Este aumento de ser hace que el objeto adquiera un relieve distinto del que tenía y ello trae consigo un cambio de actitud porque cuando uno juega se produce este cambio en el sujeto jugador que supone estar entre las cosas en las que está, en la realidad, pero de un modo distinto, es decir, jugando. Al jugar la persona se introduce en una dinámica distinta de la realidad, la persona se siente uno con el juego. Cuando uno juega estamos en la realidad de las cosas pero no estamos pendiente de los problemas de la vida cotidiana sino que el juego nos sitúa de forma diversa en la realidad. Gracias al juego adoptamos una actitud en la que nos sentimos de forma unitaria e integrada con los que se está haciendo y salimos de los problemas cotidianos. Seguramente el niño o la niña tendrá deberes para hacer o algún enfado con su hermano, pero al jugar entra en una realidad nueva que lo saca de la atención a estas cosas, no obstante, una realidad que también le enseña. Así como el juego tiene unos límites claros, la vida con todo lo que implica también y al igual que el niño o la niña se entrega al juego de forma lúdica sin represión, también puede adoptar esta actitud ante los límites de la vida.

Otro aspecto importante es por qué juega y con qué fin. Cuando la persona juega no busca una actitud instrumental en el juego sino que juega por el placer de jugar. Cuando se pone a jugar toma parte activa en eso que está haciendo y también se deja hacer por la realidad en la que está entrando por la puerta del juego. En el juego del caballo toma parte dejándose hacer. En el juego hay que hacer pero no mucho y también hay que padecer, es una sinergia entre el jugador y el juego que posibilita su consecución exitosa. Juega con el caballo y también el caballo juega con él. En el juego va a una con la dinámica del juego. Esto muestra que lo importante del juego es el carácter medial en el que ya no es la persona que juega, sino que es el juego el que juega al niño, por lo que es importante que se abandone a la dinámica interna del juego. 

Es importante un punto a reflexionar también en este sentido como es el de la transformación en construcción que es aplicable al caso del niño con el palo de escoba. Cuando el niño juega no veo un palo de escoba sino el mejor de los caballos y su entorno se convierte en montañas llenas de dragones. El jugador no ve el objeto material desnudo sino aquello con lo que tiene que jugar. Gracias a esta actitud se produce la transformación lúdica, en donde se establece una relación de otro orden con el objeto que se transforma en lúdico. Esta transformación depende mucho de la persona porque ha sido capaz de hacer una transformación óntica que convierte ese objeto material, palo, en algo distinto, lúdico, dotando de una mayor capacidad óntica a la realidad y es así que, al darle un aumento de ser, cuando alcanza a comprender ese objeto es transformado.

Este objeto transformado sigue estando ahí pero adquiere un relieve distinto para el niño. Esa realidad material del palo será la misma realidad, pero para el jugador ya no lo es porque revela algo de la realidad que solamente se revela a quién es capaz de adoptar esta actitud lúdica. Esto es como una llave mágica, esa actitud que nos ofrece una expansión del espíritu que nos ayuda a comprender las cosas con un enriquecimiento exponencial porque nos ofrece matices de las cosas para los que normalmente no estamos atentos. Para ello se dota de un mayor sentido a una realidad, el aumento de ser, y desde ahí se da esa transformación en construcción ya dicha.


Valentín González Pérez

Gadamer: el juego y la belleza


Como citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2023). Gadamer: el juego y la bellezaNuminis Revista de Filosofía, Época II, Año 2 (CS25) https://www.numinisrevista.com/2023/03/Gadamer-el-juego-y-la-belleza.html

ISSN ed. electrónica: 2952-4105

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