El ojo que escucha
No, el título no es mío. Ese título lo eligió José Mateos para un librito que publicó en 2018, hace ya algo más de cuatro años. Ahora podría jugar yo con el conocido adagio y afirmar que el ojo no es ojo porque te oye, sino porque te escucha. Y, sin embargo, dicen que el ojo te mira y te ve… A José Mateos se le da bien eso de poner títulos a sus libros, porque es poeta. Un gran poeta. Fino, discreto. Y no es que lo conozca desde hace mucho, no. José Mateos es una de esas apariciones providenciales en el mundo de quienes degustamos las palabras y andamos siempre buscando algo nuevo que llevarnos a la boca del alma, por pura curiosidad o mero azar. No ha mucho que supe de él mientras leía Yo soy nadie también, uno de esos suculentos artículos de otro poeta, Andrés Trapiello, que aparecen todos los días de Venus en un semanario dedicado a la lectura:
Las jacarandas más
bellas del mundo son las de Jerez. En Jerez está también una calle increíblemente
bonita, corta, ancha, de casas bajas y esos árboles prodigiosos. Sus flores
azules no tienen igual. José Mateos habla de ellos en La
hora del lobo, un libro emocionante. ¿A quién llegará, quién lo leerá
en estos tiempos tan distraídos?
Ese libro del que hablaba Andrés Trapiello a mí aún no ha
llegado y no porque no lo haya buscado. Cuando fui a la librería de turno, hace
algo más de un mes, me dijeron que ya se había agotado. Lo ha publicado la
editorial Pre-Textos. Alguna de esas personas distraídas habrá tenido que
leerlo, supongo, por muy exigua que fuera la primera edición. Con el pretexto
de encontrar un libro suyo, cambié La hora del lobo
por Un sí menor. Lo leí y entonces se me
ocurrió que quizás podría ponerme en contacto con el poeta de Jerez y
preguntarle a él mismo qué libros suyos me recomendaría. Eso hice. La tecnología
hoy nos lo permite a poco que uno muestre algo de interés. Así que terminé hablando
por teléfono con José Mateos y le pedí que me recomendara alguno de sus libros.
Eso hizo.
Ya lo he dicho. El primer libro que leí de él fue Un sí menor, un estupendo poemario,
vibrante. Y, sin embargo, El ojo que escucha
es un libro de filosofía en prosa. Una prosa muy poética. Como también de prosa
exquisita es ese Tratado del no sé qué. Ya lo
dije al principio: a José Mateos se le da bien poner títulos —vayan a una
librería y díganle al librero que andan buscando un libro que se titula el
tratado del no sé qué…—, porque es poeta fino, discreto y porque quizás el
destino haya tratado «de concluirle la vida con una dentellada veloz y certera».
Eso sí que no lo he dicho yo, lo escribió su amigo Andrés en el
artículo de marras.
El ojo que escucha lo leí en el cielo, volando, literalmente, en un hondo
suspiro. Lo publicó la editorial Renacimiento en su colección Los cuatro vientos. Breve y profundo. Apenas ciento
veintiuna páginas con ciento treinta y cuatro comentarios —no son aforismos ni
son escolios— repartidos en siete consideraciones: días críticos, sobre el arte
actual, sobre la fotografía, la belleza, sobre la pintura, sobre la poesía y
sobre la música.
Esos días críticos quizás puedan resumirse con estas palabras
de José Mateos: «Consumir constantemente, en una espiral sin descanso, nos
proporciona la dosis justa de deslumbramiento que precisamos para no morir de
vergüenza». Y del arte actual, ¿qué nos dice el poeta de Jerez?: «Todos esos
libros escritos para narcotizar a sus lectores. Todas esas músicas eléctricas
compuestas para enardecer a un hombre e introducirlo en la masa. Todas esas películas
y series realizadas para que dejemos de existir. Todos esos fuelles que nos
hinchan de aire. Todo eso a lo que le han colocado el decisivo, el intocable,
el sacrosanto nombre de Cultura…» Muchas veces sus palabras evidencian un mundo
visual donde la fotografía solo refleja la vacuidad de nuestras vidas: «Todas
esas fotografías en color que nos hacemos, qué bien exponen, conmemoran,
guardan… nada, apenas nada. Pero, sobre todo, qué eficazmente otorgan una
apariencia de realidad a unas vidas que, carentes de carnalidad, de sentido y
participación, se sienten ya incapaces de sentir la realidad mientras la viven».
Y de la belleza —ese descubrimiento de los griegos—, ¿qué? La belleza es «un
encuentro que sucede, como todo lo que verdaderamente importa en esta vida, en
la intimidad en cada hombre solo». Es frágil. Y sin humildad, al igual que el
amor, la belleza no se crea. En las palabras de José Mateos —poeta, ensayista,
pintor— la verdad permanece oculta… Por eso quizás la música sea su última
consideración, porque solo ella «entra hasta allí donde todo lo demás queda
fuera» y nos descubre que hay «una armonía latiendo en todo y que ni el más
grande de los monstruos puede destruir». Y después, ¿qué? Un hondo suspiro y el
silencio a la espera de una transformación: el regreso de la música.
Michael Thallium
El ojo que escucha
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Has conseguido que a una servidora le entren ganas de leer a José Mateos
ResponderEliminarNo te defraudará, María.
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