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¿A dónde vamos?

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¿A dónde vamos?

El púlpito, la cátedra, el periódico ilustre y la radio han ido desapareciendo, o parece que ello sea su destino, para dejar paso a los nuevos y más interesantes señores y señoritas de la información. Sin embargo, y como todo estudio que se precie, es recomendable entender cuáles son los procesos, métodos y fines que han llevado tanto a uno como otro a ubicarse en las antípodas y límites del anterior.

Las diferencias existentes entre el aula del colegio y la habitación de Ibai son muy palpables. Tanto que no hace falta realizar ningún ímprobo esfuerzo para darse cuenta de que mientras que uno viene a enseñar, el otro viene a entretener. Y por acercarnos más al caso, tampoco el señor Altozano ni la señorita Ter -que tienen todos mis respetos- realizan su práctica en un horario lectivo, junto a un equipo directivo, docente y administrativo, entre unos alumnos de post comida y unas familias al ‘ojo piojo’, con unos diestros objetivos para selectividad y unas izquierdas aulas de 30 o 40 adolescens.

Esta diferencia, tan sutil que parece pasar desapercibida, conforma el campo de batalla de unos y otros; la comodidad de la casa respecto del pupitre, la imagen visual que no se presta a modificación respecto de la pizarra clásica y moderna, el ambiente desenfadado de la habitación contra el exigente ámbito de los pasillos, el mudo público de los comentarios sin rostro y el quinceañero alumnado que te probara hasta rebasar todos tus límites… En efecto, tienen razón todos los jóvenes que dicen que en Youtube o Twitch se entretienen más que en el aula, y que los profesores de física no son tan divertidos como QuantumFracture. Pero queridos amigos, de igual forma que a bachillerato no se viene a jugar con la plastilina, tampoco al final de los videos de Gorka Barredo se te examina para obtener una plaza en El Celler de los Roca.

Ahora bien, tras la lectura atenta y crítica de algunos artículos concernientes a la relación entre métodos tradicionales y modernos, una cuestión -personal y fundamental- los ha atravesado constantemente: ¿Por qué comparar el quehacer y la manera en que la escuela moderna desarrolla su labor con las tan novedosas e ilustres técnicas de las redes sociales? Y no realizar este mismo análisis, como quizá deberíamos hacer, ¿entre el método y la forma de esa misma con la clásica? O, dicho de otro modo, ¿por qué el alumno griego parecía maravillarse ante la enseñanza de su maestro Platón o Aristóteles?, o ¿las aulas magnas de las grandes universidades se llenaban hasta las trancas cuando dos pesos pesados de la filosofía se enzarzaban en un debate sin fin? Y, sin embargo, ¿tenemos ahora que buscar las más refulgentes maneras de excitar la atención y motivación del alumno para que no quede un resquicio de su memoria sin exprimir? En dos preguntas, ¿por qué es el método el que ha de cambiarse? Cuando lleva siendo eficaz durante al menos 2000 años; y, ¿por qué este giro copernicano del aprendizaje donde se busca cambiar al profesor y su quehacer antes que al alumno y su corazón?

No dejará de sorprenderme, hablando con sinceridad, aquella necesidad imperiosa de nuestro siglo de añadir internet, tabletas, móviles, pantallas, presentaciones y cualesquiera utensilios informáticos a la práctica docente. Como si todos los siglos anteriores de ferviente erudición, de alumnos comprometidos por unas y otras causas, de millones de debates y simposios, de manifestaciones y reuniones en la casa hubieran pasado a la historia de la historia.

No dudo, por supuesto, que las nuevas tecnologías y redes sociales entre otras puedan aportar grandes soluciones o métodos a la forma en que tradicionalmente se ha entendido la enseñanza. Puesto que es evidente que ni unos hemos hecho lo peor ni otros lo mejor, sin embargo, esta nueva manera de entender el aula rezuma un tufo extraño y, quizá, ideológico. Donde lo que impera es el entretenimiento, el falso conocimiento, el de aquí para allá, el ‘click’ rápido y eficaz, la sensación y el estímulo, la verdad a sorbitos y el conocimiento en grumos.

 

Tomás Bravo Gutiérrez

¿A dónde vamos?


Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2023). ¿A dónde vamos? Numinis Revista de filosofía, Año 1. (CM21) https://www.numinisrevista.com/2023/03/A-donde-vamos.html

ISSN ed. electrónica: 2952-4105

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1 comentario:

  1. Creo que hay que tener mucho cuidado de no idealizar las aulas del pasado, que no eran precisamente un paraíso. Ahora bien, concuerdo en que la hipertrofia de internetes en los centros educativos no es tampoco la panacea y en muchos casos se deben más a la dinámica forzada de digitalización de nuestras sociedades que a un afán de mejorar la calidad de la enseñanza

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