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Vegetariano, ¿y las plantas qué? - Segunda parte

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Si las plantas sintieran ¿tendría sentido el vegetarianismo/veganismo?

En la primera parte de esta columna, publicada hace una semana, planteaba a la luz de algunas investigaciones botánicas recientes la hipótesis de la conciencia y la sintiencia vegetal, con las consecuencias éticas que podría tener para el antiespecismo y la dieta vegetariana/vegana. Como indicaba entonces, el debate permanece abierto y lo más probable es que nunca se llegue a una conclusión clara sobre esta cuestión. A decir verdad, ni siquiera sabemos con seguridad si las especies animales más alejadas de nosotros tienen conciencia propiamente dicha, por lo que dudar acerca de la vida mental de las plantas, todavía más lejos de nuestra especie en el árbol de la vida, resulta razonable. Sin embargo, aunque la evidencia a favor de la experiencia subjetiva en animales con un sistema nervioso poco desarrollado (almejas o mejillones, por ejemplo) no es definitiva, eso no impide a antiespecistas como Luis Tovar (2015), a quien ya citábamos la semana pasada, defender la sintiencia de estas especies.

Dado que también disponemos de evidencia, por incompleta que sea, a favor de la conciencia vegetal, hagamos un ejercicio de especulación filosófica y preguntémonos qué pasaría si finalmente llegásemos a la conclusión inapelable de que las plantas disponen de algún tipo de experiencia subjetiva. ¿Supondría el fin del antiespecismo tal y como lo conocemos? ¿Arramblaría con los fundamentos filosóficos y científicos a favor de las dietas vegetariana y vegana?

Esta misma cuestión se plantea Peter Singer, vegetariano y padre del antiespecismo filosófico contemporáneo, en un artículo titulado «Plant liberation?» (2022), donde se enfrenta sin desacreditarla a la hipótesis de la conciencia vegetal. Su respuesta es sencilla:

«Si las plantas pudiesen sentir dolor y aun cuando fueran tan sensitivas al mismo como los animales seguiría siendo mejor comer vegetales. La ineficiencia de la producción cárnica implica que al comer carne no solo estaríamos siendo responsables del sufrimiento de los animales cebados y criados para tal propósito, sino también del número aún mayor de plantas que ellos comieran».

En torno al 60% de la producción agrícola mundial se destina a alimentar al ganado, cifra que asciende a los dos tercios en Europa, por lo que la mejor manera de reducir el impacto de la agricultura y el sufrimiento vegetal que pudiera acarrear sería atajar la demanda de la misma allí donde es mayor: la ganadería para consumo humano. Con ello no solo conseguiríamos acabar con el padecimiento de millones de animales, sino con el de un número mucho mayor de plantas. Y el mejor camino para completar semejante logro no es otro que el vegetarianismo/veganismo.

Sin embargo, no hace falta irse al nivel macro para justificar la pertinencia ética de estas dietas en relación con las plantas. Si atendemos a las plantas individuales nos daremos cuenta de que gran parte del alimento que obtenemos de ellas no exige matarlas ni siquiera comprometer su integridad física. Muchos de los alimentos de origen vegetal más importantes del mundo (todas las frutas, verduras o legumbres, por ejemplo) son en realidad solo el fruto, el órgano portador de semillas que debe separarse por fuerza del resto de la planta para que su reproducción prospere. Por lo tanto, al extraerlo para consumo humano, lejos de estar perjudicando a la planta o infringirle un daño significativo, estamos contribuyendo a diseminar su material genético y hacer más fácil su reproducción. Esto, claro está, siempre y cuando el fruto esté maduro. De lo contrario sí podríamos hablar de un cierto agravio hacia la planta.

Ahora bien, los tres cultivos más importantes del mundo: el maíz, el arroz y el trigo, se llevan a cabo principalmente mediante la siega, lo cual implica extirparles a las plantas individuales gran parte de su cuerpo. La alternativa podría pasar por recuperar prácticas de recogida tradicionales que no impliquen cortar el tallo entero, sino solo sus semillas, que es de donde se obtiene el alimento. Ello, por supuesto, implicaría ir en contra de la dinámica propia de la agricultura industrial e intensiva, que a sus numerosos problemas medioambientales y sociales habría de sumar el de ser altamente nociva para las plantas en cuanto seres potencialmente sintientes. Por último, habría casos que de suyo resultarían problemáticos, como el de las hortalizas, cuyo cultivo pasa siempre por alterar de manera drástica su fisiología e incluso por arrancarlas de raíz. No obstante, aun en estos casos hay métodos para no matar a la planta.

Como vemos, el daño que les causamos a las plantas es mínimo en muchas ocasiones y se podría reducir en tantas otras empleando métodos agrícolas menos agresivos que los de la agricultura intensiva e industrial. Además, en todos los casos hay que contar con que los vegetales son organismos cuyas funciones vitales están totalmente descentralizadas y dispuestas en diversos módulos, por lo que Mancuso y Viola (2015) afirman que «para las plantas que se las coman [con moderación, podríamos añadir] no significa un gran problema» (p. 30). Más si cabe teniendo en cuenta la gran capacidad regenerativa de las plantas. A un geranio, por ejemplo, se le puede arrancar una rama y en su lugar volvería a crecer otra. Si hiciéramos eso mismo con la pata de un elefante dejaríamos cojo al pobre paquidermo.

Todo esto evidencia que, por la propia fisiología vegetal y en lo que tiene de específico frente a la animal, el cultivo y la ingesta de plantas resultan considerablemente menos dañinos para las mismas que el consumo de carne y pescado para los animales. Así pues, disponemos de buenas razones a escala global para justificar que el vegetarianismo/veganismo son opciones dietéticas beneficiosas también para las plantas; y a su vez de argumentos en el plano individual para probar que estas prácticas alimentarias son poco (idealmente casi nada) irrespetuosas para con ellas. Esto, sin embargo, no impide que debamos tener en consideración moral a las plantas en la medida en que podrían sentir y en que (y sobre esto no hay duda alguna) son un elemento fundamental de todos los ecosistemas terrestres y algunos acuáticos, así como un pilar para el mantenimiento del resto de la vida sobre la Tierra.

 

Pavlo Verde Ortega

Vegetariano, ¿y las plantas qué? - Segunda parte

 

Bibliografía

MANCUSO, STEFANO y VIOLA, ALESSANDRA. (2015). Sensibilidad e inteligencia en el mundo vegetal. Galaxia Gutenberg: Barcelona (España)

SINGER, PETER. (4 de febrero de 2022). «Plant liberation?». Project Sundicate: https://www.project-syndicate.org/commentary/is-moral-standing-of-plants-same-as-animals-by-peter-singer-2022-02?barrier=accesspaylog 

TOVAR, LUIS. (23 de febrero de 2015). «Los moluscos son seres sintientes». Filosofía veganahttp://filosofiavegana.blogspot.com/2015/02/los-moluscos-son-seres-sintientes.html

 

Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2023). «Vegetariano, ¿y las plantas qué? - Segunda parte». Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2023, (CM20). https://www.numinisrevista.com/2023/02/vegetariano-y-las-plantas-que-segunda.html

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