La filosofía de Margaret Cavendish: Una
alternativa a los desmanes cartesianos y espinozistas
Nuestra relación con René Descartes y su filosofía es ambigua. Por un lado, se trata de uno de los filósofos más criticados y cuestionados de la historia del pensamiento occidental, y lo leemos en ocasiones con una distancia y desapego casi irónicos. Por otro, su influencia se hace sentir en la mayoría de áreas de la filosofía y en especial en los temarios de las diversas asignaturas de esta carrera, donde tal vez sea, por delante de otros gigantes como Platón o Kant, el autor más nombrado y enseñado (al menos, esa es mi experiencia). Vivimos, pues, en una relación de amor/odio hacia él que se puede resumir en una sentencia como: «ámalo, ódialo, pero estúdialo con respeto».
Pocas personas hoy continúan
defendiendo las ideas del pensador francés, pero seguimos siendo cartesianos en
la medida en que otorgamos a este autor un puesto preferencial en el canon
filosófico europeo como fundador de la modernidad filosófica. Hasta tal
punto que olvidamos que en su época sus ideas no eran la norma, sino
una propuesta más entre otras tantas. Como consecuencia de esto, vivimos
en la creencia de que dicha modernidad nació irremediablemente ligada al
dualismo, el mecanicismo y el antropocentrismo que Descartes propugnaba y por
lo tanto de que la tarea de la filosofía posterior ha consistido en
enmendar dichos errores. De esta forma olvidamos que, al menos
filosóficamente hablando, otra modernidad habría sido posible si en vez de los
postulados cartesianos hubiesen tenido mayor predicamento las posturas de
otros pensadores del período.
En esta columna quisiera exponer
sucintamente las ideas de una de estas autoras, cuya filosofía nos ofrece una
alternativa a la visión mecanicista de los animales y el resto del
mundo natural propia de Descartes, base de las sucesivas teorías y prácticas
ecocidas (es decir, de destrucción medioambiental) propias de nuestra cultura.
Se trata de Margaret Cavendish (1623-1673), aristócrata, escritora, poeta y filósofa
inglesa. Su obra comprende numerosos poemas, una novela pionera de la ciencia
ficción, El mundo resplandeciente, y numerosos escritos de corte
filosófico, de entre los que destacan sus Observations upon
Experimental Philosophy (“Observaciones sobre filosofía
experimental”), del año 1666. En este volumen se condensa la versión más
depurada y madura de su pensamiento y será, junto con la introducción a su
edición inglesa a cargo de Eileen O’Neill, lo que me servirá de apoyo
en el intento por sintetizar su amplio corpus filosófico.
Podríamos resumir su pensamiento en
cinco principios básicos:
1) Materialismo.
Cavendish niega la existencia de cualquier sustancia inmaterial y rechaza de
plano el dualismo cartesiano res cogitans/res extensa. No
obstante, estos postulados flaquean al tratar de encajar su fe cristiana en un
Dios personal. Exceptuando esta laguna, más bien anecdótica, la autora es
consecuente con su planteamiento materialista, lo cual no significa que ubique
todo lo existente en un mismo nivel de realidad. En concreto, divide la materia
en dos grados distintos: la inanimada y la animada. Dentro de esta se
encuentran dos funciones elementales: la sensitiva y la racional.
2) Mixtura completa.
Idea que hereda del estoicismo, según la cual la materia en sus diferentes
grados está entremezclada, de tal modo que no hay materia animada que no tenga
a su vez restos de materia inanimada y viceversa. Esta mixtura no implica
completa unión, pues siguen siendo distintos grados de materia.
3) Panorganicismo y
panpsiquismo. La racionalidad y la sensibilidad no están encerradas en el
cerebro. En palabras de la autora: «la materia animada se mueve por medio de la
naturaleza, lo que da como resultado que esta está por doquier plena con
conocimiento sensitivo y racional» (Cavendish, 2001: p. 207). Todo pedazo de
materia, por inanimada que sea, tiene un cierto grado de automoción y
autoconocimiento.
4) Teoría continuista de la
materia. La completa mixtura no permite abismos ontológicos (salvo tal vez
el que se produce en el caso de Dios). La naturaleza sería así un único
organismo en continuidad, pese a sus subdivisiones internas. Eileen O’Neill
comenta al respecto que: «Las
partes de este continuo organismo no son autónomas, sino que dependen de la
relación entre sí y del conjunto de la naturaleza para su existencia y el
desarrollo de sus propiedades» (Ibid.:
p. XXVII). Esto implica que el atomismo de otras filosofías (como el
epicureísmo) no tiene cabida en su pensamiento: la existencia de partículas
indivisibles y autosuficientes no se sostiene desde su metafísica.
5) Cambio natural
no-mecánico. El movimiento de los cuerpos no se produce por agentes
externos, sino que viene dado desde dentro. Es decir, cuando una mano mueve una
bola, aquella tiene solo un papel auxiliar y es la bola la que causa su propia
moción. Con esto Cavendish no niega la causación, simplemente sostiene que para
que se produzca una relación causa-efecto (como el ejemplo de la mano y la
bola) es necesario que en cada entidad se dé previamente el potencial de la
automoción.
La filosofía de Cavendish ofrece un
marco filosófico integrado en el que los seres humanos están en continuidad con
el resto de la naturaleza y comparten con ella sus elementos básicos. De por sí
supone una metafísica más atractiva y acorde con nuestros imaginarios actuales,
pero solo esto no basta. También Spinoza ofrece una alternativa continuista al
dualismo cartesiano, según la cual nuestra especie
estaría al mismo nivel ontológico que las demás. Sin embargo, esto no le impide
afirmar la impunidad humana a la hora de instrumentalizar a los demás animales,
hasta el punto incluso de justificar su matanza cuando es necesario. En una
tristemente célebre sentencia de su Ética, antropocéntrica y
misógina a la vez, el filósofo afirma:
Leyes como la que prohibiera matar
a los animales estarían fundadas más en una vana superstición, y en una mujeril
misericordia, que en la sana razón. Pues la regla según la cual hemos de buscar
nuestra utilidad nos enseña, sin duda, la necesidad de unirnos a los hombres,
pero no a las bestias o a las cosas cuya naturaleza es distinta de la humana.
Sobre ellas, tenemos el mismo derecho que ellas tienen sobre nosotros, o mejor
aún, puesto que el derecho de cada cual se define por su virtud, o sea, por su
poder [potentia], resulta que los hombres tienen mucho mayor derecho sobre los
animales que estos sobre los hombres. Y no es que niegue que los
animales sientan, lo que niego es que esa consideración nos impida
mirar por nuestra utilidad, usar de ellos como nos apetezca y tratarlos
según más nos convenga, supuesto que no concuerdan con nosotros en naturaleza,
y que sus afectos son por naturaleza distintos de los humanos (Spinoza citado
en Ramos-Alarcón Marcín, 2020, p. 7. La cursiva es mía).
Como vemos, el
reconocimiento de la sintiencia de los animales no es óbice para seguir
despreciándolos moralmente. De ahí que no solo sea necesaria una cosmovisión
integradora, algo en lo que Cavendish y Spinoza convergen, sino una perspectiva
ética explícita que entienda la continuidad entre seres vivos como la base del
respeto hacia las demás especies y la naturaleza en su conjunto. Tanto el
dualista y mecanicista Descartes como el monista y organicista Spinoza adolecen
de ello, pero no así Cavendish, que aúna en su pensamiento la finura teórica y
el compromiso práctico para con el mundo natural. Prueba de ello es que,
como señala Alicia Puleo (2020), nuestra filósofa siempre mostró su
preocupación ante la tala indiscriminada de bosques y así lo expresó en poemas
como su «Diálogo entre un roble y un hombre que lo va a talar», donde encontramos versos como estos, que él
árbol dirige al leñador: «Tras todos los cuidados y servicios que
ofrecí,/ ¿me has de talar y ha de ser el fuego mi cruel fin?/ Mira
cómo al amor tu crueldad ha asesinado,/ inventando mil maneras de
torturarme con daño» («For all my care and service I have passed,/ must I be
cut and laid on fire at last?/ See how true love you cruelly have slain,/ invent
all ways to torture me with pain», traducción propia).
En ningún caso
debemos dejar de estudiar a filósofos tan influyentes como Descartes o Spinoza,
pero la fuerza del pensamiento de Margaret Cavendish nos obliga a incorporar a
esta pensadora junto a estos dos gigantes de la filosofía moderna. Sus ideas
eran parte de un debate abierto entre las distintas escuelas filosóficas del
período y en aras de una mayor exactitud debemos conocer todas las posiciones
enfrentadas, no solo las que el tiempo ha decidido mantener a flote por motivos
no siempre intelectuales. Si a esto le sumamos la riqueza que sus ideas pueden
aportar al mundo contemporáneo, heredero en parte del antropocentrismo de un
Descartes o un Spinoza y asolado por múltiples crisis ecosociales, la actualidad
y necesidad de una obra como la de Cavendish se vuelve aún mayor.
Pavlo Verde Ortega
La filosofía de Margaret Cavendish: Una alternativa a los desmanes cartesianos y espinozistas
Bibliografía
- CAVENDISH, MARGARET.
(2001). Observations upon Experimental Philosophy. Cambirdge
University Press: Cambridge (RU).
- PULEO, ALICIA.
(2020). Ecofeminismo. Para otro mundo posible. Cátedra:
Madrid (España).
- RAMOS-ALARCÓN MARCÍN,
LUIS. (2020). «Spinoza y los animales» en Los
filósofos ante los animales. Historia filosófica sobre los animales (eds.
Leticia Flores Farfán y Jorge Linares Salgado). Almadía: Ciudad de México
(México).
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2023). La filosofía de Margaret Cavendish: Una alternativa a los desmanes cartesianos y espinozistas. Numinis Revista de Filosofía, Año 2, 2023, (CM22). https://www.numinisrevista.com/2023/02/la-filosofia-de-margaret-cavendish.html
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Magnífico, Pavlo. No conocía a Cavendish, pero sin duda es interesante su postura y necesario integrarla en la discusión académica… Gracias!!
ResponderEliminar¡Gracias a ti, Matías! Sin duda habría que enseñarla en los temarios. No todo va a ser Renato por aquí y Benito por allá...
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