Hace mucho que las aplicaciones tecnológicas han tomado la educación y, ciertamente, han ayudado a mejorarla muchísimo. Es raro ver aulas que no dispongan de proyector y pizarra electrónica, las tablets están a la orden del día, la gamificación es parte de las programaciones docentes, los móviles tienen uso educativas para realizar actividades en clase, hay aplicaciones que, con sacar una foto a un problema de matemáticas, resuelven las ecuaciones más difíciles y se pueden poner muchos más ejemplos. Sin embargo, ha aparecido un elemento revolucionario llamado ChatGPT que, usando la Inteligencia Artificial, parece que acabará con las horas de trabajo del alumnado, pues ayudará a realizar las actividades de todo aquel que requiera su ayuda. Digamos que esta aplicación es un Siri venido a más y seguro que tendrá una variedad de ventajas no solo para la educación.
Creo que por mucha inmersión
tecnológica que pueda existir en el mundo educativo siempre se necesitará de lo
humano para educar. El proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelve frío cuando
el emisor o el receptor no es otro tú. Ahora mismo se puede estar
encantado con las posibilidades que esto pueda dar, el posthumanismo
tecnológico es cautivador y esperanzador a la vez, pero hay que examinarlo todo
y quedarnos con lo bueno.
A raíz de lo mencionado
anteriormente he vuelto a la lectura de un libro del filósofo Fernando Savater,
publicado en 1997 y que se titula El valor de educar. En los primeros
capítulos se trata la complejidad que el término humano tiene para la
pedagogía, pues, a diferencia de otros seres vivos, el ser humano es un ser que
necesita de los otros de su especie para afirmarse como tal. No nace, echa
andar y está completamente formado, pues dependemos de los demás para
sobrevivir, para relacionarlos, para «hacernos humanos» y para dar todo de
nosotros mismos. Compara al bebé con un chimpancé, el cual cuando nace ya tiene
habilidades que el bebé no posee todavía, pero el chimpancé llegará un momento
en que no aprenda más. No obstante, este «mono desnudo», que es el bebé, desde
que nace comienza a aprender y seguirá aprendiendo hasta que muera: es lo
propio del ser humano.
En el proceso educativo que vive el
educando, se fijará en modelos a imitar para poder desarrollarse. Nace en una
sociedad concreta de la que tiene que aprender, asumir unas normas de
convivencia, un saber ser y estar. La norma básica para que un educador sea
considerado como tal es que cumpla un requisito fundamental: haber
experimentado eso que transmite o enseña; ¿es posible esto en una aplicación de
IA? La enseñanza no es solamente el aprender información almacenada en libros,
sino que la misma se transmite también mediante la cultura y el contacto
persona a persona. Este hecho ocurre en varios niveles, siendo la familia el
núcleo original y originante de la sociedad en la que nace inserto y en la que
después, mediante su reflexión y actividad, se insertará de una forma
consciente.
La genética ayuda al ser humano a ser tal de una manera biológica, pero hace falta la educación para que lo que heredamos por biología se complete por lo que heredamos por el aprendizaje social. Todas las personas son, de una forma u otra, maestros y pedagogos de aquellos con quienes viven, ya que, como seres anclados en la vivencia del tiempo, han vivido y experimentado aspectos a transmitir.
Ahonda también el autor en la
importancia de la familia, más si cabe, ya que constituye la parte de
socialización primaria del educando, siendo en ella donde tiene que aprender a
vivir en civilización, para que luego, en la socialización secundaria, es
decir, en la escuela, quienes se encargan de educar no pierdan tiempo poniendo
unas bases que tenían que estar puestas por la familia. Da una clave importante
para todo el entramado de la socialización: potenciar la afectividad. Una persona
que se sabe querida aprenderá de manera satisfactoria y crecerá en todo los
sentidos.
Pienso que lo mencionado más arriba
sobre la experiencia, el trato del tú a tú, la afectividad y el calor humano
son retos para la IA, pero esto no es algo negativo sino constitutivo de cada
elemento y es por esta razón que pienso que no hay que denostarla sino
integrarla. Es una realidad que avanza imparable con la que tenemos que
dialogar e integrar, quedando siempre al servicio de la humanidad. ¿Nos
atacarán los robots como en las películas? Quien sabe, pero lo que es cierto es
que tenemos tan integrada la tecnología que cuando se está acabando la batería
del móvil no decimos «se está agotando la batería del móvil» sino «me estoy
quedando sin batería», tal y como explica Neil Harbisson en muchas de sus
intervenciones a favor del ciborgismo.
Valentín
González Pérez
Educar e Inteligencia Artificial
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2023).
Educar e Inteligencia Artificial. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2023, (CS20). https://www.numinisrevista.com/2023/02/educar-e-inteligencia-artificial.html
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Lo de "me estoy quedando sin batería" me ha dejado loco
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