Sobre la voluntad
El hombre puede ser atado a pesar suyo, porque puede ser atado sin
él quererlo; puede ser torturado sin él quererlo; puede ser muerto contra su
voluntad, porque puede ser muerto sin él quererlo; pero lo que no puede el
hombre es intentar querer contra su voluntad, porque no puede querer sin él
quererlo. Pues todo el que quiere, quiere su propio querer (San Anselmo, Sobre
el libre arbitrio, VI.).
A primera vista parece evidente que la voluntad no puede no querer lo que quiere o, de otro modo, querer lo que no quiere. Sin embargo, San Anselmo plantea una aparente dicotomía entre lo que es la voluntad y su querer; dicotomía que no es real -como él mismo muestra-, pues la voluntad quiere lo que quiere y no quiere lo que no quiere. Esto también lo compartirá un filósofo tan lejano al pensamiento de nuestro santo como lo es Sartre, para quien la libertad, que es posibilidad en su esencia, escapa siempre y a cada rato a las libertades de los demás.
Lo que San Anselmo nos enseña es una
voluntad que radica en el interior, es decir, una libertad que no puede ser
violada por cualquiera otra. Esta voluntad que se autodetermina responde solo a
sí misma y a su querer, querer que no puede ser otro que el suyo propio. En
efecto, lo que la voluntad quiere, por ser ella el motor de su acción, se
identifica inexorablemente con su intención.
La intención y la acción de la voluntad se
identifican o, lo que es lo mismo, que su querer es -en el fondo- ella misma.
Se puede comparar esto con lo que la fenomenología ha denominado como
conciencia de sí o, en otros autores, el ser-para-sí; que no es otra cosa que
la conciencia volcada sobre sí misma, sin entender por ello que una cosa sea la
conciencia y otra su (de) sí.
Esta libertad de la que habla San Anselmo
es, efectivamente, inviolable. Nadie puede atravesarla porque nadie puede dañar
mi voluntad, mi querer-querer. El hombre puede querer no morir y, por unas u
otras vías, morir. Sin embargo, el querer-querer de la voluntad no puede ser
aniquilado por ninguna otra realidad, puesto que su querer es para sí y se
identifica consigo mismo.
Es por esto por lo que la voluntad es
esencialmente libre, dado que no puede ella ser corrompida por nada de lo de
afuera y, lo que es más sorprendente, que tampoco por sí misma. La libertad -y
por consiguiente la voluntad- es aquí entendida no simplemente como puro
albedrio, sino como posibilidad intrínseca para un ser de no querer ser o hacer
algo que ella misma no quiera. Esta posibilidad de ser más allá de los demás
refleja una libertad que es soberana, que no puede ser cohibida por nada ni por
nadie, que es enteramente libre. Que, en fin, se gobierna.
El sentido que San Anselmo da a la libertad es, en fin, lo más parecido a la voluntad del mártir, que, aun no buscando la muerte, quiérela este sin quererla; y es allí donde la libertad sigue imperando, donde radica su voluntad, su querer-querer por encima de las posibilidades de los demás.
Tomás Bravo Gutiérrez
Sobre la voluntad
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). Sobre la
voluntad. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM14).
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