Reflexiones sobre el
artista comprometido
En unas declaraciones recientes el cantautor Joaquín Sabina afirmaba no ser ya tan de izquierdas como lo fue en un pasado «porque tiene ojos y oídos». A raíz de este comentario muchos sabineros y antisabineros han reaccionado con comentarios de decepción. Uno de los más cáusticos en su crítica ha sido David Torres, que en su columna para el diario Público declaraba su longevo e incondicional menosprecio a la faceta artística de Sabina y, ya de paso, le lanzaba invectivas en un tono visceral un tanto excesivo para mi gusto. Sea como fuere, parece que las palabras del cantautor han generado un revuelo que, por limitado y pasajero, no deja de ser notable, así como una cierta decepción. Y es que Sabina sería el enésimo artista o intelectual que corroboraría la célebre sentencia falsamente atribuida a Churchill: «Quien no es de izquierdas de joven no tiene corazón. Quien no es de derechas de adulto no tiene cerebro».
He de reconocer que a mí la música de Sabina me gusta. Estoy lejos
de ser un fan incondicional de su obra, pero disfruto de muchas de sus
canciones y su talento es innegable. Asimismo, conviene matizar que, aunque sus
declaraciones son inapelables y revisten un cierto aire de condescendencia
senil, distan mucho de la virulencia y radicalidad con que se expresan otros
ilustres “caídos del caballo” como Fernando Savater o Federico Jiménez
Losantos. Estos personajes infames han pasado de ser revolucionarios a
convertirse en antiizquierdistas convencidos, mientras que Joaquín Sabina más
bien ha moderado sus posiciones, escorándose poco a poco hacia el centro sin
grandes volantazos. De hecho, lo que él afirma es no ser ya «tanto de izquierdas», no haber abandonado por completo cualquier atisbo de
progresismo. Por no mencionar que en la misma entrevista que ha levantado
polvaredas el cantautor tiene buenas palabras para el feminismo y el movimiento
LGTBIQ+. En resumidas cuentas, a pesar de la incomodidad que Sabina haya podido
generar con estos comentarios entre la izquierda, no arroja ni de lejos un
escenario tan sangrante como en otros casos similares. Y lo que es más
importante: el progresismo español no va a gozar de mayor o menor éxito porque
un músico septuagenario haga este tipo de declaraciones. Mi consejo es, por lo
tanto, que simplemente las pasemos por alto y no les demos mayor importancia de
la que tienen: muy poca.
Sin embargo, antes de abandonar definitivamente este tema me
gustaría aprovechar la ocasión para preguntarme qué clase de artista
comprometido ha sido Sabina y qué podemos aprender de su ejemplo. La mejor
manera de abordar esta cuestión la brinda la controversia entre Georges
Bataille y André Breton en 1930. Este último, líder indiscutible del
surrealismo, acababa de escribir y publicar el Segundo manifiesto
surrealista, motivado por su reciente giro hacia el comunismo. Si el Primer
manifiesto definía esta vanguardia como una revolución en sí misma,
el Segundo la ponía al servicio de la Revolución (proletaria)
y la emparentaba con el marxismo.
Pese a sus posicionamientos no menos radicales, Bataille
cuestionaría las flamantes ambiciones revolucionarias de Breton un texto
titulado «El viejo topo y el prefijo
súper en las palabras superhombre y superrealista».
Allí sostenía al respecto del poeta en jefe del surrealismo que: «Se representa a la revolución corno una luz
redentora que se eleva por encima del mundo, por encima de las clases, el colmo
de la elevación del espíritu y de la beatitud lamartiniana» (pg. 54). Este tipo de ethos
revolucionario se podía encarnar en la metáfora del águila. Normalmente esta
ave simboliza la virilidad autoritaria y el imperialismo, así como el idealismo
en su vertiente filosófica. Por lo tanto, más que una mera águila, Breton, en
calidad de revolucionario, se presenta como una «superáguila que derriba los imperialismos autoritarios, una idea
tan radiante como un adolescente que toma el poder con elocuencia por una
iluminación utópica» (pg. 55). Se
trata pues de un idealismo revolucionario que, como Ícaro, consagra sus
esfuerzos a tocar el sol (asaltar los cielos, decían algunos).
Por imponente que resulte el impulso aguilar de Breton, ya el propioMarx había criticado a los revolucionarios utopistas que despreciaban
el costado terrenal de la revolución. En vez de al águila, él prefería al
viejo topo, al igual que Bataille: «la
revolución viejo topo excava galerías en un suelo descompuesto y nauseabundo
para el delicado olfato de los utopistas» (ibid.).
El viejo topo se centra en quebrar con paciencia y desde la base los mecanismos
sociales y económicos que perpetúan las distintas opresiones hasta que el fruto
de su trabajo esté finalmente maduro y puedan dinamitarse.
Además de dos estrategias revolucionarias enfrentadas, lo que
subyace a estas alegorías son sendas actitudes que un artista (o intelectual)
comprometido puede adoptar. El águila aspira a volar por encima de todo y de
todos, eclipsando sus propios compromisos si es necesario. A pesar de lo
radicales que puedan ser sus ideas políticas, tiende siempre un velo entre
estas y su arte, como si fuesen dos compartimentos estancos. De esta forma, se
permite la licencia de una creación artística apolítica en su forma y contenido
que en algunos casos puede llegar a engullir sus convicciones e
incluso su sentido de realidad. «La
existencia toda de Breton, puramente literaria, lo aleja de los acontecimientos
mezquinos, siniestros o insulsos que tienen lugar a su alrededor, de lo que
constituye una descomposición real de un mundo inmenso», decía Bataille (pg. 60). El viejo topo, por el contrario, aúna
arte y compromiso de un modo más orgánico y fluido, sin desdoblar su
personalidad entre un costado artístico nuclear y uno político periférico. En
consecuencia, no aspira a elevarse en solitario, sino a cavar hacia adelante,
con la ayuda de otros topos a ser posible.
Queda claro a estas alturas que Sabina es (a mi parecer) un
águila. Su compromiso político hasta su reciente separación de la izquierda es
incuestionable, a tal punto que pasó varios años exiliado a consecuencia de su
oposición al franquismo. Ya en democracia, basta con leer subiografía para ver que no ha dudado nunca en poner su voz al servicio
de sindicatos, partidos políticos de izquierdas y diversas causas
como el «no» en el referéndum de la OTAN. Y sin embargo con el transcurso
del tiempo pareciera que todos estos posicionamientos han sido más bien
apéndices de un artista que ha preferido entregarse al cultivo de su
personalidad desde una perspectiva esencialmente apolítica. Esto le ha
permitido crear una imagen de crápula sensible bañada de tintes
épicos merced a sus distintas tragedias vitales que desde luego vende más
que cualquier letra socialmente envenenada. Ahora bien, desde una perspectiva
estrictamente política el balance que cabe hacer de la obra de Sabina es que en
la práctica y más allá de sus convicciones personales e intenciones esta ha
cumplido un papel conservador. El vuelo del águila Sabina se ha visto impulsado
a lo largo de las décadas por el viento de una España mucho más conformista de
lo que quisiera pensar. Las palabras de enmienda a su pasado «tan de izquierdas» no
hacen sino confirmarlo.
Con esto no estoy llamando a la censura contra el cantautor
ubetense. Yo mismo seguiré escuchando sus canciones sin hallar contradicción en
ello. Simplemente espero que estos párrafos sirvan para que nos demos cuenta de
que a la sombra de las superáguilas, allí donde estas no se atreven a hollar, los
viejos topos siguen excavando galerías y quizás ellos (y ellas), tan humildes y
pacientes en su fragilidad, merezcan la misma atención y al menos tanto respeto
como el que le hemos brindado al pájaro de Sabina.
Pavlo Verde
Ortega
Sabina, el superaáguila y los viejos topos
Bibliografía
BATAILLE, GEORGES. (1930). «El
viejo topo y el prefijo súper en las palabras superhombre y superrealista». Póstumo.
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). Sabina, el superáguila y los viejos topos. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM15). https://www.numinisrevista.com/2022/12/sabina-el-superaguila-y-los-viejos-topos.html
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