No me tomes por granito (ni barro): soy fuego
Tal vez la gente que se ata con cuerdas y las cosas enormes y pesadas no se llevan bien con un suelo tan adaptable e incierto porque las hace sentirse inseguras. Tal vez tienen miedo de ser chupadas y tragadas. Pero a mí no me interesa chupar, y no tengo hambre. Solo soy barro. Cedo. Trato de acomodarme. Y así, cuando la gente y las cosas enormes y pesadas se marchan, no han cambiado, salvo porque tienen barro en los pies, pero yo sí he cambiado. Sigo aquí y sigo siendo barro, pero estoy llena de pisadas y huecos hondos y huellas y alteraciones. Me han cambiado. Tú me cambias. No me tomes por granito (Ursula K. Le Guin, Contar es escuchar).
Ser
granito o ser barro. Esta dicotomía es la que nos ocupa hoy. Ser moldeables y
permeables o ser rígidos e intransigentes. Estar abiertos al cambio o
permanecer anclados en las profundidades de nuestra existencia. Lo cierto es
que no es un asunto baladí, especialmente en la época que nos encontramos,
caracterizada por lo sólidamente inestable. Además de esto, otro asunto
relevante en este sentido, señalado también por Le Guin y Rosa Montero (2022), es
el que tiene que ver con el desdoblamiento. «Creo que la mayoría de los
novelistas a veces tienen la conciencia de que contienen multitudes» –señala
Montero citando a Le Guin–. Encontramos una relación entre esa maleabilidad y permeabilidad
con la construcción de otros yoes ficticios, que sin embargo conforman y nos
ayudan a ser más nosotros.
De
este modo, podemos dividir a las personas entre las que son un Yo, y los que
son Yoes, es decir, entre los que son capaces de ser únicamente en una unidad
(si es que eso es posible) y los que son en la multiplicidad de sí mismos. Los
que son, en definitiva: granito o barro. ¿Existe el fenómeno mixto, (como en
nota humorística diría Antonia San Juan)?: Existe el fenómeno mixto. (Inciso: aconsejo totalmente el monólogo de San Juan mencionado, aunque no tiene nada que ver con el tema de este texto).
Estamos acostumbrados a la polarización de las cosas. Uno es de izquierdas o de derechas, acaso del centro, pero esto en cierto modo es también una polarización, o por lo menos un posicionamiento situado. El fenómeno mixto tiene que ver con un entrecruzamiento, con una simbiosis fluctuante, amplia y a la vez sólida y consistente. Porque se puede ser granito y al mismo tiempo barro, se puede ser moldeable, abierto al cambio y también rígido e inmutable. Cabe por tanto preguntarnos: ¿Qué somos entonces? Podemos dar respuesta acudiendo a Heráclito: somos fuego. «El fuego cambiando reposa», –sentencia el filósofo–. El fuego es pura contradicción, la manifestación misma de una paradoja, en cuyo centro subyace la eternidad de lo incomprensible, un entrelazamiento entre muerte y vida que se revela en uno y lo mismo.1 Así, para Heráclito:
Todo está unido: lo completo y lo incompleto, lo concorde y lo discorde, lo consonante y lo disonante, y de Todo el Uno, y del Uno el Todo.
Y
es la unidad primordial, el Logos, la posibilitadora de esa lucha de
contrarios, cuya tensión queda resuelta en forma de imagen: la del arco y la
lira. La tensión de la cuerda de la lira produce el sonido, y la tensión de la
cuerda del arco, posibilita el lanzamiento de la flecha. Es por ello que suele
decirse que Heráclito es el padre de la dialéctica. Una lógica que de alguna
manera encontramos en el asunto de los desdoblamientos de los escritores. Y no
solo de ellos, sino de muchos artistas en general. En la misma referencia señalada más arriba
donde Montero cita a Le Guin, prosigue con: «...gente muy eficiente en sus dos encarnaciones, la de carne y
la de papel». Y es aquí donde encontramos la misma imagen del arco y la
lira. El escritor, especialmente el de ficción, necesita de otro yo,
normalmente contrario a sí mismo, cuya tensión (Logos) o mediación
posibilita la unidad, que en este caso se reifica en forma de obra, que puede
ser una novela, o una obra pictórica en el caso de un pintor o un diseñador
gráfico. (Sobre este asunto de los desdoblamientos, pero abordado desde el ámbito de la fotografía, véase mi anterior columna).
De este modo podemos concluir señalando que, si
bien el mundo parece estar dividido entre granito y barro, entre los que son de
izquierda, los que son de derecha, o los que son de centro, nos encontramos
que, este tipo de posicionamientos polares no son más que formas de
delimitación determinista. Sin embargo, eso que de un modo algo simpático hemos
denominado como fenómeno mixto, tiene que ver con que muchas personas,
especialmente los artistas, no encajan en esos determinismos, sino que son
personas compuestas de yoes, que al mismo tiempo son uno y lo mismo. Recordemos
en este sentido, también como muy acertadamente señala Montero en El peligro
de estar cuerda, que en el fondo de cada uno de nosotros estamos todos. Lo
que en cierto modo nos llevaría a pensar si, en realidad, esto que hablamos sobre
los artistas es algo que en mayor o menor medida forma parte de todos, esto es:
que todos somos fuego que crece y decrece según medida. Así, como
magistralmente señalaba ya Heráclito hace unos 2.500 años:
No comprenden cómo lo divergente converge consigo
mismo;
ensamblaje (harmonía) de tensiones opuestas,
como el arco y la lira.
[…]
Como una misma cosa se da en nosotros
vivo y muerto,
despierto y dormido,
y joven y viejo.
Pues lo uno, convertido, es lo otro,
y lo otro, convertido, es lo uno a su vez.2
Ayoze González Padilla
No me tomes por granito (ni barro): soy fuego
1. Cfr. D' ORS, SANTIAGO. (2022). El
Tambor, el río y la máscara. Un viaje por la literatura. Gadir, pp. 39-40.
2. Fragmentos de Heráclito recogidos en BERNABÉ, ALBERTO. (2019). Fragmentos Presocráticos. Abada Editores,
pp. 185-191.
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Siempre es satisfactorio ir más allá de las dicotomías heredadas. ¡Bien ahí, Ayoze!
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