El hombre tiene muchas vocaciones, pero una las atraviesa todas, la vocación al amor, su llamada a amar y ser amado. A raíz de esta gran vocación, que es por así decirlo la esencial, surgen otras muchas; otras muchas vocaciones que beben de aquella, que llevan al hombre a desarrollarla y encauzarla. La vocación profesional consiste en la llamada particular de cada hombre a desarrollarse profesionalmente como persona. En efecto, no se trata de cómo o de qué manera me hago más profesional, sino de cuánto o por qué me acerca más una u otra profesión a mi vocación original, aquella para la que soy y he nacido.
Esta vocación profesional es una auténtica
llamada, aquello que hago con mi vida no es baladí, no da igual si hago esto o
lo de más allá, si me meto aquí o acullá. La palabra "profesión"
proviene del latín professio-onis, que significa acción y efecto de profesar o
ejercer (Larousse, 1984) Esta palabra era antaño usada para designar la acción
de declarar públicamente el credo religioso, político o social, especialmente y
sobre todo para el primero. Por esto, con asiduidad hemos oído decir, "hacer
una profesión de fe". Sin embargo, la terminología actual parece distar
mucho de aquel sentido, mas hemos de tener en cuenta que no todo parece
distinto, que quizá haya algo de semejanza entre aquella definición y la nuestra.
La profesión es, en efecto, una acción, un quehacer. Pero este quehacer es distinto para cada cual; incluso cuando varios ejercen la misma labor, su labor es distinta. ¿Por qué? Porque, como ya dijimos, la vocación profesional consiste en la llamada particular de cada hombre a desarrollarse profesionalmente como persona, y no a desarrollarse como persona profesionalmente. Esto, queridos amigos, lo cambia todo. Una misma labor, por mucho que aquellas se parezcan mucho, no son ni pueden ser desarrolladas de la misma manera por distintas personas. Cada cual responde a su propia vocación, a su llamada originaria a amar y ser amado. Ahora bien, esta llamada a ser amado y amar es, como también dijimos, connatural al hombre, lo que significa que todos la compartimos. Sin embargo, tampoco está se despliega del mismo modo o manera en cada uno.
Siguiendo pues con el tema que nos ocupa volvamos de nuevo a centrarnos en aquel quehacer que representa, por lo pronto, gran parte de nuestra vida. La profesión no es, o no al menos solamente, una cosa que, bien por azar, bien porque no nos quedaba otra opción, tuvimos que decidir a la manera en que se elige un restaurante para comer. Efectivamente, la llamada a una u otra labor no es cosa de "lo que me toca", más allá de que nuestras posibilidades puedan ser a veces limitadas. Sino que responde aquella a una manera determinada para el hombre de ser y de desplegarse en medio del mundo. La persona, como bien decíamos al referirnos a la etimología, ejerce su profesión o, lo que es lo mismo, que se consagra a una u otra idea, movimiento o labor. Sin embargo, está consagración es muy particular, ya que nuestro trabajo no es, no debiera serlo, el sentido de nuestra vida. Más al contrario, y bien entendida, la vocación profesional es la manera que tiene el hombre de concretizar su vocación al amor a través de una determinada labor. Determinada labor que puede ayudarle, si así fuera bien elegida, a acercarle más a sí mismo, a su proyecto vital.
La pregunta es entonces: ¿Cuál es aquella labor?, ¿cómo habré de descubrirla?, y, ¿podemos todos optar a ella?, ¿será que habrá pequeñas piedrecitas en medio del camino?, y si las hay, ¿cómo saltaremos sobre ellas? Es complejo determinar en cada caso hacia dónde debiera el hombre dirigir sus pasos, pues son múltiples las labores y, a veces, enrevesadas las maneras en que estas pueden desarrollarse. Sin embargo, hemos de tener en cuenta que lo más importante es, sobre todas las cosas, vivir apasionadamente aquello que hacemos. Dicho de otro modo, que el medidor de la vocación suele ser en muchos de los casos el amor. En efecto, el amor atraviesa de lleno esta vocación, pues como ya dijimos al principio, nos acerca a aquella llamada originaria a amar y ser amado. Por ende, cuando una ferviente pasión nos suscite a ir más allá de lo posible, aún cuando esa labor conlleve sacrificio, renuncia y entrega, sabremos en el fondo de nuestro corazón que hacemos no lo que simplemente queremos, sino lo que debemos.
Por último, y concluyendo está brevísima reflexión
sobre la vocación profesional, hemos de tener en cuenta que por momentos el
quehacer al que uno puede haber sido llamado no sólo no es sencillo, sino que
incluso puede llegar a chocar con las pretensiones de uno mismo. Por ello, es
bueno y sabio hacer un ejercicio de sinceridad y, como ya he dicho alguna otra
vez, mirar a dentro. De esta manera reconoceremos, como si de un fogonazo de
luz se tratará, aquella labor para la que fuimos hechos.
Tomás Bravo Gutiérrez
La vocación profesional
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). La vocación profesional. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM12).
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