¡Ha nacido Damián!
Esta exclamación pudiera parecer vacía, si acaso el nombre podría hacernos pensar en cuantos «Damianes» conocemos, pero este niño, Damián, nacido en República Dominicana no es un niño cualquiera (ninguna persona es cualquiera); Damián es el niño que sube la cifra de la población mundial a los 8000 millones. Lo más probable es que el número que ostenta Damián haya sido arrebatado por algún infante horas antes de su nacimiento en algún país pobre, pero en esos países no se llevan otras cuentas que no sean la del expolio. Si nos detenemos en los comentarios a esta noticia, podemos observar a los seguidores del mito del malthusianismo comentando con pocas buenaventuras al niño nacido. Da pena comprender que la preocupación por la sobrepoblación de los países subdesarrollados no es otra cosa que egoísmo disfrazado de una falsa empatía, que solamente se preocupa porque un crecimiento desmesurado pueda entrañar problemas para el abastecimiento de los países ricos.
Hanna
Arendt en La condición humana trata el tema del nacimiento de una manera
magnífica. Para Arendt el nacimiento es mucho más que un hecho biológico, pues
lo aúna con la acción y el discurso, pero no acaba ahí. El nacimiento no es
solamente un hecho biológico, también es un hecho biográfico. Con el nacimiento
entramos en contacto con la historia, una historia que acoge al recién llegado,
y que estaba antes que la persona y que seguirá cuando la llegada se torne en
final, pero lo crucial en todo este camino es el ámbito de la acción. Me
comentaba una compañera hace tiempo, pensando en la maternidad, que traer a una
persona al mundo era como lanzar una moneda al aire, sin la seguridad de saber
el lado por donde caería. Esto convierte al nacimiento en una suerte de
apuesta, pues no se sabe si quien nacerá apostará por acciones virtuosas o no;
tal cosa habrá de descubrirse en su biografía.
Para
Arendt, la acción tiene un carácter revelador junto al agente y su unión con el
discurso; el poder de la acción sirve para ponernos de acuerdo a la hora
de llevar adelante proyectos o planes. Así mismo, la acción es necesaria para
forjar la identidad personal y el espacio común. Esa narratividad de acción y
discurso va vinculada al aspecto comunitario de la acción y de la persona, pues
es un tejido de relaciones interpersonales donde tiene lugar la acción. El
descubrimiento del sujeto agente está ligado a esto. Si reflexionamos sobre
nuestra historia vital, descubriremos que hay cosas de las que no nos
acordamos, pero los que están alrededor de nosotros sí, y pueden aportar esos
aspectos que nos faltan, de tal manera que, esta red de relaciones
interpersonales permite contar la historia de nuestra vida sin que nosotros
seamos los autores únicos. El personaje principal de nuestra biografía somos
nosotros, pero no somos los únicos autores.
El
nacimiento se presenta como un acontecimiento donde el nacido irrumpe en el
mundo para comenzar a ser, a tejerse con los mimbres que recibe del entorno y
que luego configurará con su experiencia vital. La persona que es consciente de
ello abandona la fábrica de los seres hechos en serie, pues su
conciencia lo lleva a convertirse en un ser hecho en serio. Con el
nacimiento se recuerda al espectador que tanto el bebé que contempla como él,
han nacido para comenzar siempre. Ese comenzar, o recomenzar cuando ya se tiene
una edad consciente de los hechos que hemos reproducido, se puede entender como
un volver a nacer, teniendo la posibilidad de emprender acciones nuevamente que
reconduzcan nuestro relato biográfico por caminos mejores o no. Sea como sea,
en esa posibilidad de comenzar está enraizada la libertad humana cuando
queremos iniciar nuevas acciones por las que se introduce la novedad en el
mundo. El primer nacimiento ha introducido a nuestra persona como novedad en el
tiempo, pero el renacimiento hace lo suyo con las novedades que se introducen
de manera intencionada. Si lo pensamos bien, en el primer nacimiento poco
tuvimos que ver, nacimos sin querer, pero a la hora de nacer de nuevo, de ese
renacimiento que comento, nos acompaña la libertad para realizar la acción y,
por lo tanto, somos responsables de lo que pase.
Este
niño, Damián, ha comenzado a escribir su relato biográfico a través de las
acciones de sus padres, familia, entorno, etc. Lleva el sello de ser el habitante
número 8000 millones, pero más importante que ese sello será lo que haga con su
vida. Sus acciones harán de él un Damián único entre todos los damianes
de la Tierra; con su nacimiento se ha lanzado una moneda al aire, pero donde
caiga la moneda no será una cuestión decisiva, ya que tendrá las posibilidades
de renacer cuantas veces quiera. Damián, al igual que todo nacido, puede
transformar su nacimiento en un acto revolucionario: ha entrado en la historia,
ahora toca ver cuál es su labor. ¡Bienvenido, Damián!
Valentín González Pérez
¡Ha nacido Damián!
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2022). ¡Ha nacido Damián! Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CS12). http://www.numinisrevista.com/2022/11/ha-nacido-damian.html
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Muy evocadora tu reflexión
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