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El gestor cultural en disputa

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El gestor cultural en disputa

Se habla poco de la profesión del gestor cultural. Ello se debe a que es una profesión bastante desconocida para la gran mayoría de personas. Si le preguntas a cualquier individuo si conoce el oficio de gestor cultural probablemente te dirá que sí, ya que parece que el propio nombre te lo indica: «un gestor cultural es una persona encargada de gestionar asuntos relacionados con la cultura». ¿Pero cuáles son las funciones que hay que realizar para poder gestionar dichos asuntos? Es decir: ¿en qué consiste exactamente la actividad de un gestor cultural? Aquí es donde subyace normalmente un desconocimiento generalizado.

Además de esto, parece que el oficio del gestor cultural como tal no es un tipo de puesto laboral que sea considerado de especial importancia. Se le suele ver  como una persona que está por ahí encargándose de programar y contratar artistas, de organizar y producir eventos etc., pero casi de un modo espectral. Sin embargo, anteriormente, -considero-, esto no era así. Con anteriormente me estoy remontando no más lejos a diez o quince años atrás.

Cuando comencé a participar en eventos como artista, si un gestor cultural me llamaba para contar, -o bien conmigo de forma individual o con mi grupo-, recuerdo que veíamos a esa persona con tanto agradecimiento, -ya que había tenido a bien acordarse de nosotros y tenernos en cuenta para programarnos en su evento-, que lo considerábamos no quiero decir como un héroe, porque sería demasiado dramático, pero casi. Tanto mis compañeros como yo guardábamos el máximo respeto y agradecimiento hacia esa persona o hacia ese grupo de personas y les dábamos el máximo valor, ya que si por su cabeza no hubiese pasado nuestro nombre, quizás nosotros no habríamos salido mucho de casa. Porque se suele decir que un artista no es nada sin su público. Yo añadiría que un artista no es nada sin su público y sin los gestores y productores culturales.

En mi caso, prácticamente de forma simultánea a mi carrera como artista, empecé con el oficio de producir y gestionar eventos. En ese entonces, parecía estar acompasado el respecto y valor que yo tenía hacia un gestor que me programaba, y a su vez, sentía ese mismo valor por los artistas que yo como gestor programaba. Era una bonita sinergia necesaria que con sus más y sus menos fluía de manera dinámica. Sin embargo, con el paso del tiempo ha surgido -pienso- otro tipo de artista, más mediatizado, muy afectado por el fenómeno influencer y su presencia en redes sociales, con una actividad autogestionada y autoproducida. Esto supone dos cosas. Por un lado, una mayor afluencia y democratización para poder ser artista o algo similar a lo que hoy en día pueda ser considerado como «artista». Y, por otro lado, una desconexión entre artista/institución, artista/gestor, artista/programación, y, por lo tanto, una desconexión entre artista y público más allá de las pantallas. También sucede algo similar con el asunto de la obra y los museos.

La autoproducción, si bien no pretendo criticarla, ya que tiene muchos aspectos positivos, ha generado que acciones que antes realizaba el asistente, productor, ayudante etc., de un artista, de alguna manera recaiga en el gestor cultural. Y es aquí donde de alguna manera se produce la desvalorización, ya que el artista no ve al gestor como su igual, sino como personal a su servicio. Esto cambia las tornas. Si el artista ve al gestor cultural como personal a su servicio, y no como un profesional experto que programa artistas y produce eventos bajo un criterio y formación previa, se produce un desequilibrio donde contratante y contratado difícilmente podrán realizar sus funciones de manera correcta.

¿Y cuáles son esas funciones? Podría escribir un libro sobre el oficio de la gestión cultural desde mi experiencia, quizás lo haga algún día. De forma muy breve, podría decirse que es la persona que lleva a cabo todo lo relacionado con la realización de un evento. Desde su ideación, pasando por su concreción, viabilidad, búsqueda de financiación, contratación de artistas y personal, contratación de servicios, tanto audiovisuales, como sanitarios, seguridad, etc. Es decir, un gestor cultural (entendiéndolo aquí también como la misma persona que el productor cultural), es la persona que crea, desarrolla y realiza un evento de índole cultural. Aunque con los años he aprendido que un evento es un evento, sea del tipo que sea. El que sabe gestionar bien un evento, digamos de danza, sabe gestionar cualquier tipo de evento (en estas me he visto yo).

Dentro de cada una de esas partes, se despliega todo un arduo trabajo de llamadas, solicitud de presupuestos, disgustos, ansiedades, cambios constantes, presión, y toda una serie de cuestiones sobrevenidas, donde son necesarios toda una serie de conocimientos multidisciplinares para poder afrontarlas de la manera adecuada. Todo para que, llegado el día de un evento, venga un artista despistado y piense que eres algo así como su asistente personal. Un asistente personal que paga por serlo.

Por ello, desde mi más humilde experiencia y posición, reivindico el oficio del gestor cultural como una persona experta, con valor propio y evidentemente necesaria en el sector cultural. Una pieza sin la cual no existirían eventos, como por ejemplo Los 40 Music Awards que se celebra el día de hoy. Donde las voces que suenan son las de los artistas que ese o esos gestores culturales han tenido a bien programar.


Ayoze González Padilla

El gestor cultural en disputa


Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (2022). El gestor cultural en disputa. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CV9). http://www.numinisrevista.com/2022/11/el-gestor-cultural-en-disputa.html

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1 comentario:

  1. Me parece interesante la reflexión sobre el cambio de una relación horizontal de iguales a una vertical en la que se trata al gestor como un ayudante al servicio del artista. Gracias por sacar a la luz esta bonita profesión tan útil y desgraciadamente desvirtuada en estos tiempos. Recordemos que el artista necesita del gestor y viceversa, pongamos de nuevo el valor de sus funciones y démosle el lugar que le corresponde.

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