Un viaje por los afectos de la mano de Platón, Marina Garcés y Brigitte
Vasallo
Después de muchos años he vuelto a leer el Banquete de Platón. Pensaba que a estas alturas de mi propia vida un texto sobre el amor del siglo IV a. C., tendría poco que aportarme, pero para mi sorpresa su lectura ha resultado mucho más constructiva de lo que imaginaba. La clave ha sido no tomármelo al pie de la letra e intentar reformular sus afirmaciones allí donde fuera posible. Una en concreto me ha dado pie a la siguiente reflexión.
Ya avanzado el simposio, Sócrates decide intervenir tras su cohibición inicial y entabla un
diálogo con el poeta trágico Agatón acerca de la naturaleza del dios Eros.
En un momento dado el maestro de Platón le pregunta al dramaturgo: «¿Y desea y
ama lo que desea y ama cuando lo posee o cuando no lo posee?». A lo que este
responde: «Probablemente -dijo Agatón- cuando no lo posee» (200a,
la cursiva es mía). La forma más básica de interpretar esto último es en
sentido literal. Es decir, el verbo «poseer» en negativo se refiere aquí a una
carencia. Ello parece claro a la luz de un pasaje posterior en el cual Sócrates
declara que: «se ama aquello de lo que [se] está falto […]» (201b). De esta
forma, si amar denota una falta, la consumación de dicho amor equivale a
alcanzar la posesión de aquello que se ama. Así lo afirma posteriormente
Sócrates cuando narrando su encuentro con Diotima esta le pregunta: «El que ama
las cosas bellas, ¿qué desea? -Que lleguen a ser suyas -dije yo» (204d). La
interpretación fiel al texto platónico no deja lugar a dudas. Sin embargo,
nadie nos obliga a ser fieles. Por eso me gustaría ofrecer una versión
alternativa de la sentencia agatoniana de que se ama y se desea cuando no se
posee lo que se desea y ama.
Marina Garcés sostiene en Un mundo
común que: «La privatización de la existencia no empieza con su
posesión, sino en el hecho de convertirla en algo a poseer» (pg. 147). A su
juicio, la riqueza no es algo apropiable, pues en cuanto adquiere un dueño deja
de ser tal y se convierte en fuente de exclusión. Esto no significa que toda
forma de propiedad sea ilegítima, sino simplemente que aquellos aspectos de la
vida que la enriquecen en un sentido sustantivo (y también aquellos que la
hacen posible) no pueden ser reducidos al esquema «mío/tuyo». De ahí que haya cosas
que resulte muy conflictivo convertir en propiedades o apropiables. Una de
ellas son las personas y otra, los afectos. Lo que se genera al combinar ambas
son ese amor y ese deseo de los que hablaban Sócrates y Agatón. Y he aquí el
nuevo sentido que me aventuro a dar al adagio de este último comentado más
arriba. A las personas a quienes amamos y deseamos no podemos poseerlas, pero
no porque carezcamos de ellas o nos falten, sino porque el mero hecho de
utilizar términos como posesión, carencia o falta está fuera de lugar.
Ningún caminante reclamaría la propiedad
de la senda que transita. Simplemente se limita a atravesarla. De la misma
manera, no deberíamos aspirar a la tenencia de las personas a las que queremos,
sino que debemos tratar de relacionarnos con ellas desde la responsabilidad
afectiva, la voluntad de enriquecernos y capacitarnos mutuamente y el deseo de
que el tiempo que pasemos en dicha compañía se haga lo más llevadero posible
para todas las partes. Pensar que cuando hablamos de tu pareja
o mi amor estamos utilizando el artículo posesivo en un
sentido literal supone contribuir a la mercantilización de los cuerpos tan en
boga en nuestro presente.
Asimismo, desde esta nueva
óptica hemos de recalcar que no hace falta que el deseo sea recíproco,
dado que al cambiar la lógica de la posesión por la de la relación se desvanece
la perniciosa retórica de la conquista que ha impregnado nuestra cultura
amorosa. Pero aunque este deseo fuera correspondido, entre las dos
personas no debería establecerse una llama apasionada destinada a ser efímera y
que obligue a sus protagonistas a un amor incondicional. Debemos enterrar este
histrionismo romántico y afirmar de la mano de Brigitte Vasallo que: «Los
deseos no tienen necesariamente que consumirse ni consumarse» (pg. 179) y
definitivamente no tienen por qué consumir a las personas involucradas en
ellos. De nuevo en palabras de esta autora: «Podemos disfrutarlo [el deseo],
podemos sentirlo intensamente y llenarnos de vida por el simple hecho de estar
deseando […]. Podemos admirar paisaje sin querer habitar en ellos, ni
comprarlos, ni siquiera fotografiarlos» (pg. 195).
Dicho esto, es necesario ir un paso más
allá y afirmar que el amor no se acaba en este tipo de deseo erótico. Amamos a
mucha más gente, humana y de otras especies, y entablamos con ella relaciones
de toda índole, ya sean familiares, de amistad, de maestrazgo y discipulado,
entre una mascota y su cuidador… Todas ellas forman parte de la inapropiable
trama afectiva que nos constituye y no deberíamos infravalorarlas en favor de
un único formato de relación: la pareja monógama cerrada y de espíritu
romántico.
Esto no es una llamada a acabar con
instituciones como la pareja o el matrimonio, que pueden seguir teniendo su
validez y vigencia si se insertan dentro de un paradigma afectivo más amplio.
Se trata solo de una invitación a pensar nuestras relaciones desde otra
perspectiva. La jerga de la posesión y la falta, la necesidad de «conquista» y
la jerarquía relacional (con el amor romántico siempre en la cima) han dominado
nuestra mentalidad por demasiado tiempo. Una cartografía amorosa sana y
enriquecedora debe alejarse de estos postulados y enfatizar que en el amor no
todo vale. Sin respeto ni cuidado, subordinando arbitrariamente unas relaciones
a otras e interpretando los cuerpos como objetos de consumo no llegaremos a
ningún lado. Esto también lo sabía Platón cuando por boca de Fedro
escribió en el Banquete: «No todo amor ni todo Eros es hermoso ni
digno de ser alabado, sino el que nos induce a amar bellamente» (181a).
Pavlo Verde Ortega
De la polis al poliamor
Bibliografía
GARCÉS, MARINA. (2013). Un mundo
común. Edicions Bellaterra: Barcelona (España).
PLATÓN. (2015). Diálogos III.
Gredos: Madrid (España).
VASALLO, BRIGITTE. (2018). Pensamiento
monógamo, terror poliamoroso. La Oveja Negra: Madrid (España).
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). De la polis al poliamor. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM12). http://www.numinisrevista.com/2022/11/de-la-polis-al-poliamor.html
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Buen artículo. Es muy necesario hoy en día repensar el amor y especialmente las relaciones de pareja y los modelos de familia. Hay muchas personas que viven constantemente frustradas por no lograr el tipo de relación que creían que debían de tener. Vi este vídeo ayer sobre una trieja de chicas que tienen un modelo de familia no convencional y me parece necesario que, sin hacer apología a romper con los modelos tradicionales ni nada similar, —como bien comentas—, simplemente que las personas estén abiertas a otras posibilidades y otras formas de entender el amor: https://www.youtube.com/watch?v=5Yi7e6yERSs&t=1380s
ResponderEliminarMuy buen artículo, Pavlo. Enhorabuena!
ResponderEliminarQué manera de traer a los clásicos al debate contemporáneo. El amor es una de esas preguntas a las que cada vez le damos distinta respuesta... ¿O no?
ResponderEliminarExcelente reflexión. Los clásicos siempre tienen esa continua novedad que interpela. Hay quien dice que toda la historia de la filosofía es un mirar de reojo a Platón, ese "reojo" es interpretarlo nuevamente como hiciste muy bien.
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