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Antes del olvido, desmanes y abrigos

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Antes del olvido, desmanes y abrigos


Un hombre que duerme tiene en círculo a su alrededor el hilo de las horas, el orden de los años y los mundos. Al despertar los consulta por instinto y en un segundo lee en ellos el punto de la tierra que ocupa, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar; pero sus rangos pueden confundirse, romperse (Proust, A la busca del tiempo perdido).

 

Recientemente, Jorge Javier Vázquez, presentador de eso que los jóvenes parecen no ver hoy en día, esto es: la televisión, ha publicado su nuevo libro: Antes del olvido. Cualquier lector dispuesto a leer las columnas diarias que en esta revista buenamente publicamos, quizás podrá pensar por qué en una revista de filosofía se pretende «reseñar» un libro de un presentador ligado a la prensa rosa, o digámoslo claro: a la prensa y a la televisión basura.

Compré el libro por pura curiosidad en uno de esos impulsos por tratar de leer cuanta actualidad literaria cupiera en mis días. Cuál ha sido mi sorpresa que, no solo me he enganchado hasta leérmelo de un tirón, sino que he decidido escribir estas líneas porque efectivamente en el libro encontramos temas de interés filosófico de primer orden.

¿Cuáles son esos temas? El miedo a la muerte, el vacío y aburrimiento existencial, la soledad y el amor son algunos de ellos, en torno a los cuales Vázquez construye su discurso. «Antes del olvido es una necesidad […] pero también es una sensación». Una necesidad de mostrar su verdadero Yo y de reconocimiento; pero sobre todo de abrigo, de arropo. Y una sensación envuelta en el aroma de una búsqueda de sentido. También es una carta de amor, un llanto catártico en la superación de un duelo: el de la muerte de su querida amiga Mila.

Los primeros capítulos Vázquez los dedica a narrar sus problemas con el alcohol asociados a la noche y al sexo. En torno a esto, y tras haber sufrido un ictus en un viaje a Marrakech (donde se desmayó en una discoteca, al despertar siguió de fiesta, incluso días después, y no supo lo que le había ocurrido hasta que volvió a España), algo que el autor va repitiendo es que no quiere continuar con esa vida, donde las lagunas mentales fruto de las noches de excesos merman su equilibrio y su paz existencial. Y con la «sanidad» encima -que diría su amiga Charo Vengaya no le motiva tanto salir de fiesta. 


Me imagino en su casa a Vázquez cantando por María Jiménez: «Ya no cierro los bares, ni hago tantos excesos… Cada vez son más tristes las canciones de amor…» (aunque en realidad quien le gusta es Paloma San Basilio). 


Y es que su lucha por sentirse querido y encontrar el amor también forma parte de su itinerario narrativo. Dejó marchar a su novio una noche tras una relación de diez años porque realmente hacía tiempo que quería que se fuera, pero no era capaz de enfrentarse a esa situación. ¿Quién no ha alargado una relación por no enfrentarse a una separación? Cuatro años después comenzó a sentir verdaderamente su pérdida. Antes había estado ensimismado en la nebulosa fantasía de la farándula de su ego (cada uno a su tiempo). 

Algo que me parece llamativo es esa pérdida casi total de memoria y de la noción del tiempo tras sus farras nocturnas. Y por ello empieza este texto con la cita de Proust. Si tras el despertar ese orden de las horas, de los años y los mundos se desdibujan o se rompen, esto de alguna manera te coloca en una situación de indefensión donde dejas de ser dueño de ti mismo. El alcohol no sienta igual a todos, y a medida que pasan los años la resaca se vuelve más insoportable y los vacíos temporales menos tolerables. Es por ello por lo que Vázquez decide motu proprio asistir a una psicóloga especializada en adicciones a fin de tomar las riendas de su frenesí, tratando así de no romper el hilo temporal de su existencia en sus despertares. Buena decisión. 

Otro de los asuntos que el autor comenta en su libro es la situación de desamparo en la que se siente al ser un personaje tan conocido. Y aunque claro está que es un privilegiado, no sólo por el éxito, sino por la vida acomodada que lleva gracias a las grandes sumas de dinero que cobra por su trabajo, sin embargo, sí que veo desde la distancia, no sólo en él, sino en muchas personas famosas, cómo la presión, tanto por parte de los medios de comunicación como por parte de seguidores o del público general, coloca a este tipo de personajes en una situación donde la pérdida de intimidad y de honor son constantemente vulneradas.


Cuando una persona se convierte en famosa de alguna manera pierde su derecho a la libertad y a la intimidad. Esto es algo que debería de estar más regulado por la ley.  


La cantante Rosa López cuenta en diversas entrevistas cómo tardó mucho tiempo en salir a la calle para simplemente dar un paseo por miedo. Creía que nunca volvería a hacerlo -comentabaComo reivindicación hace unos años salió paseándose por Chueca cantando y tocando la guitarra a la vez que caminaba para sentirse libre y romper con sus miedos. En uno de los vídeos que subió a las redes ponía lo siguiente:


Y digo yo... si me encanta la gente... Si lo que me ha dado vida y alimentaba mi alma era estar cerca de ti... Si vuelo cuando te toco, y toco suelo cuando tu vuelas... ¿Por qué no lo he hecho un poco antes?


Lamentablemente algunos medios publicaron algo así como que Rosa estaba cantando gratis en la calle porque nadie iba a sus conciertos. Otros que lo único que quería era llamar la atención... Una pena.

Mientras preparaba estas líneas en uno de mis viajes en tren vi en YouTube una charla sobre ética periodística realizada por Maruja Torres y Malén Aznárez titulada «El mundo que queremos». Algunos de los asuntos sobre los que conversaban eran precisamente la falta de rigor en la prensa y la transformación en los medios de comunicación. Programas como los que presenta Vázquez se han convertido en una caricatura desfasada de lo que debería de ser comunicar e informar a las personas. La contrastación de noticias y la verificación de las fuentes se han transformado en un espejismo que incluso vende. 

Por algunos serán conocidas las grandes meteduras de pata que periodistas como Lydia Lozano han realizado simplemente por el afán de dar una noticia. En este sentido, parece que se ha producido un giro donde lo central no es tanto la noticia sino el poder darla. Un claro ejemplo lo podemos ver en cualquier entrevista que se realiza en Viernes Deluxe, donde los colaboradores no escuchan al entrevistado, simplemente hacen preguntas, se cortan entre ellos, y no dejan contestar al invitado. Lo importante no es, por tanto, ni la entrevista ni el invitado, sino hacer preguntas y dar información, sean contrastadas o no. La estrella es el periodista y no el invitado. Éste solo es una excusa para preguntar y competir por quién pregunta más y mejor. 

 

Todos sabemos que hacer periodismo es rigor, formarse, buscar fuentes y ofrecer al final un producto que puede ser entretenido incluso. Es decir, no está demostrado en absoluto que lo inteligente sea pesado (Maruja Torres).

 

Bueno, lo que está claro es que, si hay consumo, por muy malo que sea lo consumido, seguirá existiendo. Las empresas se tienen que seguir forrando, aunque la responsabilidad no recae en ninguna de las partes sino en el conjunto. Y en una sociedad donde la ética, los valores y el pensamiento crítico se van desterrando de la educación elemental, hasta es normal que haya un sesgo en la falta de ética en muchos ámbitos humanos.

Tampoco hay que olvidar que Vázquez se queja de lo que él mismo lleva a cabo en su programa, esto es: profanar la intimidad y perturbar la libertad de los famosos. Contradictorio, pero no por ello incomprensible. Uno a veces es víctima de lo que hace, aunque no deje de hacerlo. Sin embargo, y a pesar de ello, en cierto modo entiendo su reivindicación de derechos. 

En otro capítulo de su libro, Vázquez comienza diciendo: «He tomado una determinación: voy a dedicarle mucho menos tiempo a Instagram». El motivo: «Me produce frustración ver ese desfile de cuerpos jóvenes perfectamente esculpidos, con poca ropa […] En vez de placer, me genera impotencia saber que existe ese mundo y que no está al alcance de mis manos». Es un verdadero problema lo que genera Instagram, así como otras redes sociales similares. Recuerdo algunas conversaciones con Sara, mi compañera de piso, en la que hablábamos sobre como al principio Instagram era un «lugar» donde poder compartir y estar al tanto de cosas relacionadas con tus amigos o conocidos. Entonces verdaderamente se realizaba una interacción. Ahora no hay de eso. Vázquez lo define muy bien:


«Un mundo que no está al alcance de mis manos». 


Pero ni en las de él ni en las de nadie, simplemente porque no existe. No hay mundo. Solo sombras de la apariencia.

Por otro lado, hay dos frases que quiero destacar: «Menos mal que, como todo el mundo sabe, lo que se come en el avión no engorda» (con esta me he desternillado de risa, yo siempre pienso lo mismo); esta otra tiene mucho trasfondo: «Mitificar a una persona me ha liberado de muchas horas de aburrimiento».

En definitiva, Vázquez nos presenta un libro en el que se abre contando, desde cuestiones personales nunca antes desveladas, hasta otras más banales que tienen que ver con ligues y citas frustradas o, como a veces defino estos asuntos: «problemas del primer mundo» (aunque también hay algunas ordinarieces, dicho sea de paso). Eso sí, una narrativa bien hilada, donde también aborda cuestiones existenciales de bastante relevancia como la importancia de sanarse, de sentirse bien y en paz, perder el miedo a la muerte, saber sobrellevar un duelo, recuperar la ilusión, o simplemente sentirse querido y encontrar un pequeño resquicio de sentido en la tempestad de uno mismo. Un libro de fácil lectura que te puede hacer reflexionar y pasar un rato agradable. 

Dejemos más de lado Instagram, no por la imposibilidad de acceder a esos cuerpos irresistibles, sino para acceder dentro de uno mismo, donde quizás sí que encontremos un mundo abierto a las manos de lo reconocible. Así, al despertar, nuestro círculo del tiempo permanecerá abrigándonos con el calor del sentido. 


Ayoze González Padilla

Antes del olvido, desmanes y abrigos


Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PADILLA, AYOZE. (2022). Antes del olvido, desmanes y abrigos. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CV10). http://www.numinisrevista.com/2022/11/antes-del-olvido-desmanes-y-abrigos.html

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