Nos hacen falta más Escohotados
“Sin embargo pedimos igualdad, ¿de qué?... ¿De nariz?, ¿de tamaño de zapato?, ¿igualdad de gustos?, ¿igualdad material?... ¿Cómo va a haber igualdad material?, ¿de qué nos sirve la igualdad material?, ¿qué especie de insensatos dicen estás insensateces?, ¿quiénes oyen estás sandeces?, ¿quiénes se conforman con semejantes vulgaridades, simplezas? Que cobardemente huyen del concepto, que cobardemente huyen de la coherencia, de explicarse a sí mismos” Conferencia impartida en el Centro de estudios públicos de Chile, de título “Hablemos de liberalismo”.
Todavía recuerdo estas palabras, palabras que son eternas, que aún resuenan y calan en quienes tienen el placer de oírlas. Escuchar a Antonio era todo un placer, con esa voz renqueante, débil, frágil; pero con una fuerza como no se ha visto en mucho tiempo, fuerza proveniente de su inteligencia, de su erudición, de su andar en la verdad. Este maestro, que no tiene otro nombre, ha pasado muy desapercibido, el mundo no ha sabido reconocerle. Por esto mismo decía en una de sus entrevistas de cuyo nombre no quiero acordarme lo siguiente: “Siempre he estado solo, muy solo, no sabes cuánto”. Es probable que Antonio no sea recordado por sus escritos, que son cientos entre columnas, artículos y libros, pero por justicia es necesario -aun en estas humildes líneas- concederle el honor del que Platón mismo nos hablaba.
En efecto, este representaba el filósofo por excelencia, pues amaba la verdad por encima de sí mismo. Tanto era así que en otra de sus entrevistas, refiriéndose al comunismo, decía: “Yo creo que a mí me ha dolido más que a nadie -dejar atrás tales ideologías- después de haber puesto tanto corazón, tanto empeño…” Entrevista realizada por Monedero en La Frontera . Nuestro hombre no tenía miedo a cambiar de opinión, a cambiar de idea o convicción. Su único deseo era andar en la verdad, más allá de sus gustos o preferencias; y esto era justamente lo que le hacía grande. Un señor que más que enfrentarse a la realidad, dejaba que fuera la realidad quién se enfrentara a él. Sin pelos en la lengua, dispuesto no solo a equivocarse, que era su punto de partida, sino a debatir y reflexionar con cualquiera sobre cualquier cosa. Pero eso sí, siempre andando en la verdad, con ella por delante.
La humildad y la sencillez con que este genio solía moverse y hablar, junto a su primorosa inteligencia, memoria y erudición, hacían de él un ser peculiar, un modelo de pensador. Ahora bien, la verdad que no se la tocaran, son muchos y muy variados los ‘zascas’ que ha ido repartiendo a lo largo de su vida. Muchos incluso siguen sonando, retumban en la mente de quienes lo sufrieron. Aún nos viene a la cabeza aquel “Juan Carlos no te enteras”, “lo que sucedió no fue bueno, no, fue el hambre” o “si que hilas filo niña”. La ironía, que suele desvelar un profundo conocimiento de lo que se trata, era su piedra de toque; casi le salía instintivo, sin quererlo, sin buscar hacer gracia. Como si la verdad fuera tan simple que no reconocerla fuera cosa de estúpidos, de mentecatos y borregos.
Su vocación a la filosofía era más que evidente, por eso pasaba, como él mismo recordaría una y otra vez: “grandes horas pernoctando, saliendo de uno mismo, dejándome sorprender por la realidad”. Además, la rectitud de intención con que estudiaba, la pasión con que trabajaba, y la falta de prejuicios que tenía, hacían de él un filósofo contemporáneo de los que ya no quedan, de los que no se encuentran ni debajo de las piedras.
Antonio Escohotado fue un ejemplo como filósofo, a la altura de sus tiempos, o quizá por encima de aquellos. Un hombre cuyo único afán era la verdad, cuyo único objetivo era la justicia, cuyo único método era el amor. Dispuesto a todo, a pasar por todos, a hablar y a no hablar, a ceder y a no ceder, a luchar por cuánto hiciera falta y, a la vez, dejarse hacer por cuánto fuera necesario.
Algo me dice que lo que el mundo necesita nos son más avances en la ciencia, más derechos, más políticas, más ideas variopintas y pensamientos extravagantes. Lo que realmente me parece que nuestra sociedad necesita son más Escohotados, más amantes de la verdad, del bien y de la belleza. Hombres justos, humildes, fieles y, sobre todo, libres, muy dispuestos a serlo.
Tomás Bravo Gutiérrez,
Nos hacen falta más Escohotados
Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). Nos hacen falta más Escohotados. Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM9). http://www.numinisrevista.com/2022/10/nos-hacen-falta-mas-escohotados.html
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Creo que en vez de escudarnos en la verdad, como su fuese una y autoevidente, bien haríamos en seguir pidiendo derechos y política, que es lo que realmente nos hace libres. La verdad es un instrumento en el camino y nadie debería faltar a su cita, pero no puede ser la excusa para denostar la vida pública y lo que en ella sucede.
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