El 3 de octubre de 2022 moría el periodista Jesús Quintero a la edad de 83 años. Muchos lo recordarán por el famoso programa “El loco de la colina”, espacio en el que se realizaban entrevistas a todo tipo de personajes y que sirvió para conocer a esas personas que, aún habitando cada pueblo y dando un toque pintoresco al lugar, se mantenían en la sombra. Un gran elenco de personajes vio la luz con sus entrevistas, pero desde su muerte se ha hecho famosa una reflexión sobre la incultura. Transcribo una parte de su reflexión: "Siempre ha habido analfabetos, pero la cultura y la ignorancia siempre se habían vivido como una vergüenza. Nunca como ahora la gente había presumido de no haberse leído un puto libro en su jodida vida, de no importarle nada que pueda oler levemente a cultura o que exija una inteligencia mínimamente superior a la del primate. Los analfabetos de hoy son los peores porque en la mayoría de los casos han tenido acceso a la educación".
Suscribo totalmente las palabras de Quintero y me apena decir que son de rabiosa actualidad. La lectura acompaña al proceso de culturización del individuo y se percibe, como si de un olor agradable se tratara, quien lee y quien no lee. En el diálogo con el otro surge un enriquecimiento que proviene de la sabiduría que nace de la lectura, ese saborear propio del lector que se va cultivando con cada página y que al acabar el libro siente que tiene que decir un adiós a un ser querido, apenado por haber disfrutado tanto, pero la historia ha llegado a su fin. Se constata a leguas el amante de la lectura, se disfruta de su compañía y se anhela el encuentro enriquecedor.
La lectura trae consigo también la libertad y un existir consciente. En un
pasillo del instituto encontré estas dos imágenes que dicen: “Más libros, más libres”
y “Leo, luego existo”. Pocas palabras, pero un mensaje potente. Los libros
ensanchan el pensamiento y hacen real esa frase que dice que la mente es como
un paracaídas que solo funciona cuando se abre. La lectura abre la mente,
permite que exista en nuestro interior la construcción y destrucción de ideas,
pensamientos o cualquier otro constructo que nos identifique y sobre el que
construimos nuestra identidad. Somos como somos porque nos construimos por
varios elementos, unos dados por la cultura y sociedad en la que estamos
insertos, y otros que nos damos nosotros mismos, siendo la lectura un elemento
importante.
Se vive con orgullo lo que debería ser una vergüenza, el alarde de la
ignorancia. Nuestros padres y abuelos venían de un mundo en el que estudiar era
la mejor herencia que podían dar a sus hijos; estudiar posibilitaba elevarse de
una condición menos favorable a otra mucho mejor. La ignorancia de nuestros
mayores era algo invencible para ellos, pero para nuestra generación no hay
excusas.
Lo que ocurre es que la civilización se construye a partir de unos modelos que, si bien antaño las referencias eran personas con saber: científicos, humanistas, filósofos, etc., hoy esos modelos son personas que, en muchos casos, se glorían de su ignorancia. En el trato diario con los jóvenes se puede constatar que muchos modelos a seguir son los llamados influencers (personajes que creen influenciar a la sociedad desde alguna perspectiva concreta) y que un elemento que los conecta a todos son las redes sociales. Hace años, y aún hoy, que existen otros influencers, que son esas personas, hombres y mujeres, que desde el campo de su saber han influido a la historia de la humanidad: Platón, Aristóteles, Kant, Marie Curie, Pascal, Unamuno, María Zambrano, Ortega y Gasset y tantos otros (he dado un salto muy grande desde Platón). Su influencia ha quedado plasmada en sus obras, constructoras de civilización, pero esas obras hoy parecen inexpugnables porque el hábito de la lectura no goza de popularidad. Es una pena, pero la diferencia entre estos dos tipos de influencers se halla en que la influencia de los primeros dejaría de existir con la caída de la corriente eléctrica que posibilita su existir en la red, mientras que la influencia de los segundos perdura desde épocas en las que ni siquiera se pensaba en la posibilidad de internet, siendo sus libros la fuente del saber. Ahora bien, hay que llegar a esas obras y escuchar, tal como le pasó a Agustín de Hipona, esa voz que le invitaba: “Toma y lee”.
Valentín González Pérez
¡Hay que leer!
Cómo citar este artículo: GONZÁLEZ PÉREZ, VALENTÍN. (2022). ¡Hay que leer! Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CS10). http://www.numinisrevista.com/2022/10/hay-que-leer.html
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