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Hacia el infinito por tu Rostro

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Hacia el infinito por tu Rostro

Nada hay entre la totalidad de lo que nos envuelve que no pueda ser de algún modo capturado o contenido en una idea. En efecto, piénsese ahora lo que se quiera que, como diría nuestro escolástico por excelencia, se adecua quasi perfectamente a la idea que tengo de ello. Toda realidad es, por naturaleza, susceptible de ser comprendida, apresada: hecha idea. Cuando pensamos en un vaso, por mucho que aquella materia no pueda de hecho ser capturada por nuestro entendimiento, lo pensamos de tal modo que alcanzamos la posibilidad de retener lo que aquello es. No sólo porque tenemos la imagen de este o aquel vaso, sino porque lo comprendemos en un sentido muy distinto al que solemos acostumbrar. Nosotros com-prendemos al vaso, esto es, lo agarramos o capturamos, hacemos de aquel una idea; idea que es capaz de reflejar al vaso en su totalidad, de absorberlo en su complejidad.

Todo lo material puede ser contenido, tiende a un fin, es finito. Aquello que me rodea y envuelve está a su vez rodeado y envuelto por otra cosa distinta de sí; incluso el espacio, que dicen tender a lo infinito, no lo es, o no al menos de hecho. El hombre puede hacer suyo cuanto se encuentra fuera de sí, y de este modo interiorizarlo. Lo exterior puede ser, como decíamos más arriba, comprendido, concebido mediante un concepto o idea.

Sin embargo, existe algo más allá de cuanto vemos, y quizá de cuanto somos capaces de imaginar, que supera y rompe con la idea que puedo tener de ello. De entre todas las ideas posibles solo una no puede ser comprendida y, paradójicamente, lo hacemos. Hablamos, por supuesto, de la idea de infinito. Todos tenemos la idea de infinito, incluso sabemos lo que ella significa, lo que ella expresa. Algo es infinito cuando no tiene fin, cuando no se lo puede capturar o apresar. Además, aquella idea que tengo de lo infinito no ha nacido de mí, pues en cierto modo, yo también tiendo a un fin. Entonces, cabe preguntarse, ¿cómo puede ser que tenga la idea de lo infinito si de suyo no es contenible?, ¿si no tiene fin?, ¿de dónde me vino tal idea? y, además, ¿por qué se me escapa de entre las manos cuando la pienso?, ¿en qué pienso cuando la imagino?

Algo allá fuera me revela lo infinito, algo que no soy yo me lo descubre, lo cual debe serlo, ello mismo. Porque si no me desvelé yo a mí mismo la idea de infinito, y de las cosas finitas no pude tampoco llegar a ella, ¿quién fue quien me llevo hasta aquella?, ¿quién es entonces lo infinito?, ¿dónde haré experiencia de aquel? Sólo una realidad, ya dije al principio, me es capaz de elevarme hasta el infinito, solo alguien puede revelarse de tal modo: Otro.

La alteridad por excelencia, el Otro, se manifiesta y descubre cómo lo infinito. A ella no puedo yo contenerla, hacerla mía completamente, su naturaleza se lo impide y me lo impide. Cuando pienso en el Otro, así dicho y en mayúsculas, me siento incapaz de comprenderlo absolutamente, la idea que de este tengo y la realidad que él es no se adecuan, ni perfecta ni imperfectamente. La alteridad se impone con una fuerza tal que por muchos intentos que haga yo de capturarla, siempre sale ella victoriosa, escapándose a mis posibilidades de apresarla. El Otro, que es la trascendencia, se convierte en mi posible imposibilidad, mi proyecto improyectable, todo él es nuevo siempre, y puede asombrarme cuanto quiera.

Hay en el Otro un rastro de novedad -de novedad absoluta-, un halo de sorpresa, aun cuando creo conocerle, comprenderle y abarcarle. Todo en la alteridad está hecho de ella, y cuanto más trato de hacerla mía, de acercarla a mí, más me parece alejarme. Pues es el Otro, lo infinito, quién a través de su rostro se revela, y la imagen que lo contiene, la forma de aquel rostro, no es capaz de capturarle, y por eso yo tampoco. Mirar a Otro supone, cara a cara, contemplar la única realidad de entre todas las realidades que me supera y, por ende, me trasciende.


Sólo una de entre todas las realidades es infinita, solo uno de entre todos los conceptos es infinito, y para la suerte mía, coinciden.


                                                                     Tomás Bravo Gutiérrez

                                                          Hacia el infinito por tu rostro


Cómo citar este artículo: BRAVO GUTIÉRREZ, TOMÁS. (2022). Hacia el infinito por tu rostroNuminis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM7). http://www.numinisrevista.com/2022/10/hacia-el-infinito-por-tu-rostro.html

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