Excusas para no contestar al WhatsApp
Antes de comenzar, me veo en la posición de aclarar el curso de acción que va a tomar esta columna. Aunque me veo tentada a simplemente lanzar un listado con motivos variados para justificar la ausencia de una respuesta, este tipo de contenido ya se puede encontrar fácilmente en Internet. Sin embargo, nunca es mal momento para que examinemos con detenimiento cuál es la siniestra razón que late detrás de los problemas para contestar a un mensaje de WhatsApp —menciono esta aplicación, pero cualquier otra forma de mensajería instantánea podría valer en su lugar—.
Todo
aquel que vivió la transición de los SMS a este tipo de comunicación,
gratuita y aparentemente sin limitaciones, lo recuerda como una gran bendición,
un hito más en la nueva era de la comunicación. Actualmente, en 2022, ya
existen generaciones que han nacido inmersas en este milagro telemático. Sin
embargo, los que ya llevamos un tiempo navegando por el nuevo panorama de la
información instantánea, cada vez tenemos una sensación mayor de haber sido obsequiados
con un caballo de Troya, al que sí que deberíamos mirarle el diente.
El
ser humano lleva siglos desarrollándose socialmente entre los de su círculo. A
lo largo de nuestra historia, la mayoría de las relaciones que un homínido
podía desarrollar se limitaban geográficamente al número de habitantes de su
comunidad. Por supuesto, la aparición de las ciudades supuso un aumento
de los potenciales lazos que labrar, pero más que la metrópolis en sí, la
existencia de una red de transporte eficiente y extendida, es lo que realmente
permite el verdadero cuidado de una verdadera relación a distancia. Por tanto,
mientras que primero aquel cambio se pudo comprender fácilmente porque
literalmente se deformó el espacio natural mediante el metal y el carbón, ahora
nuestro yo es capaz de ligarse con el otro sin la estricta necesidad de acortar
el espacio físico entre ambos.
Puesto
que se nos vende esta idea de que el ser humano se ve encaminado en una especie
de progreso lineal que solo crece, a veces nuestra subjetividad se ve expuesta
a importantes cambios que se pasan por alto o al que se les quita hierro.
Parece como si no tuviera que sorprendernos el hecho de que efectivamente ahora
podamos establecer contacto con otra persona que habite en la otra punta del
globo. Nadie le quita las ventajas a todo este novedoso entramado tecnológico,
pero también existen una serie de consecuencias paralelas que ya no son tan
deseables.
Para
las personas cuyos rasgos nos podrían permitir decir de ellas que son controladoras,
manipuladoras, ansiosas o dependientes, este tipo de aplicaciones constituyen
un verdadero cielo o infierno, respectivamente. Quizá sea una responsabilidad
un poco más grande de lo que pensamos el hecho de que podamos aparecer en la
bandeja de notificaciones de alguien al segundo. No todas las personas se
contentan con los mimos niveles de socialización y, mientras para unos,
extravertidos, la comunicación inmediata se comporta como todo un sueño hecho
realidad, para otros más introvertidos, la imposibilidad de un momento de pausa
puede resultar agotador psíquicamente.
A
las dificultades de contestar, de tener que seguir forzando la maquinaria
social, que ya se ve sobreestimulada por otros factores que acontecen en
nuestra vida —como las redes sociales— se le tiene que sumar una severa
amonestación pública cuando alguien decide o evita participar temporal o
permanentemente en este engranaje de mensaje-respuesta instantáneos. La mayoría
de nosotros ya damos por hecho que es normal el estar insertos
en una demanda de inmediatez, pero realmente esta transfiguración ha sido un
suceso increíblemente reciente, por lo que no podemos culpar a los que todavía
no se han acostumbrado.
Con todo, quedaría insistir en que sigamos reflexionando acerca de la bondad o maldad del acontecimiento que ahora mayor poder de cambio tiene sobre el sujeto: el superávit de información, proveniente del mundo y del otro, y la inmediatez de esta. Si resulta que nos decidimos porque existe un mayor número de razones para pensar que sus consecuencias son negativas, podremos hallar la clave y la excusa definitiva para justificarnos por no contestar al WhatsApp.
María Sancho de Pedro
Excusas para no contestar al WhatsApp
Cómo citar este artículo: SANCHO DE PEDRO, MARÍA. (2022). Excusas para no contestar al WhatsApp, Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CL8).
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Muy aguda reflexión. Aun así creo que no contestar al guasap tiene un componente de irresponsabilidad social, porque al otro lado hay una persona de carne y hueso que aguarda una respuesta. No hace falta que esta sea inmediata (a menos que el tema sea urgente), pero de la misma manera que no ignoraríamos a una persona con la que estamos conversando cara a cara, ignorar a alguien por guasap me parece injusto. No es que me guste la mensajería instantánea, pero me gusta menos la ausencia de comunicación
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