...o no culpes a los idiomas de lo que haces por imperialista
Recientemente leí Planta sapiens, un libro del filósofo Paco Calvo en torno a la inteligencia vegetal. Su contenido, que es magnífico, merecería un artículo aparte. No obstante, en este querría hablar sobre un detalle del mismo que me llamó la atención: está escrito en inglés, a pesar de que su autor es español. Igual sucede con el resto de sus publicaciones, con contadas excepciones. Todo esto me llevó a preguntarme cómo puede ser que una persona que se ha pasado veinte años hablando de raíces tenga tan poco en cuenta las suyas propias.
Sin embargo, sería muy injusto por mi
parte criticar a Paco Calvo (que solo merece mi respeto) cuando él no hace más
que ajustarse a una tendencia global. Sin ir más lejos, el 95% de artículos
científicos se escriben hoy en inglés. Por su lado, en internet un 26% del
contenido total está en esta lengua. Estos datos sorprenden si se tiene en
cuenta que “apenas” un 4,6% de la población mundial tiene el inglés como lengua
materna. Más en general, el 75% de los usuarios de la red se comunican en solo
diez idiomas: el inglés, el mandarín (solo estos dos ya suponen el 45% de
presencia), el español, el árabe, el portugués, el indonesio, el japonés, el
ruso, el francés y el alemán. Estos datos contrastan con el hecho de que en el
mundo se hablan en torno a 7000 lenguas, de las cuales se estima que la mitad
desaparecerán en este siglo.
Nos acercamos pues a un escenario de
homogeneización lingüística caracterizado por tres fenómenos interrelacionados.
En primer lugar, la emergencia de una lengua franca global, el inglés, que hace
las veces de latín del mundo globalizado. Incluso la comparación con el idioma
del imperio romano se queda pequeña, ya que el alcance de este se restringió a
las clases altas y eruditas del continente europeo, mientras que el de los
imperios británico y estadounidense se extiende por prácticamente todos los
países y clases (aunque siga teniendo en las altas y eruditas sus principales
valedores). En segundo lugar, la consolidación de lenguas vehiculares con un
papel similar al inglés a nivel regional como herencia del colonialismo. Los
ejemplos más claros son el francés en la llamada Françafrique, el portugués en
la lusofonía, el español en Hispanoamérica, el árabe en el norte de África y
oriente medio… cuyo estatus de prestigio y sensación de mayor utilidad ha
producido (y continúa produciendo) un desplazamiento de las lenguas locales.
Por último, un proceso de simplificación y estandarización que conduce a la
pérdida de diversidad lingüística y dialectal dentro de los países. Esto ha
sido posible gracias a la generalización de la enseñanza básica y los medios de
comunicación. Algunos casos señeros son China, Alemania e Italia, donde el
mandarín, el Hochdetusch y el italiano estándar ganan año tras
año terreno sobre los dialectos regionales.
¿Es esto una mala noticia?
Indudablemente tiene sus ventajas. Que la abrumadora mayoría de los artículos
científicos se escriban en inglés garantiza que toda la comunidad científica
pueda entenderlos sin apenas intermediarios, lo que facilita la fluidez en el
intercambio de información y la comunicación entre investigadores de distintas
partes del mundo. Tampoco parece ineficaz que un hispanohablante pueda ir desde
California hasta Tierra de Fuego haciendo uso de una sola lengua o que las
distintas poblaciones de un mismo país puedan entenderse, algo que en Italia o
Alemania no estaba ni mucho menos asegurado cuando ambos estados se unificaron.
En general, cabría decir que, por grande que sea el valor sentimental de las
lenguas y dialectos que se perderán este siglo o por irritante que resulte la
hegemonía del inglés en la ciencia, los negocios o el mundo digital, no debemos
arredrarnos ante estas realidades, pues en última instancia nos permiten
combatir la maldición de la torre de Babel
que durante toda su historia ha confundido al género humano.
Sin embargo, yo creo que el castigo de
Babel, sin ser una bendición, ha tenido menos inconvenientes de los que solemos
pensar. La incapacidad para entendernos con los hablantes de otras lenguas se
ha podido remediar siempre gracias al aprendizaje y la traducción. Más aún, el
ejercicio interpretativo que supone verter un idioma distinto al nuestro propio
favorece más la comprensión del otro/a y su cultura. Bien es cierto que este
ejercicio de traducción puede ir acompañado de mala fe y servir a los intereses
de quienes hablan una de las dos lenguas en cuestión. Un caso notable es el
Tratado de Waitangi, por el cual los maoríes cedieron la soberanía de Aotearoa
(Nueva Zelanda) a la corona británica. Este texto contaba con numerosas
imprecisiones conceptuales entre la versión inglesa y la maorí. Aquello
favoreció una lectura suavizada del tratado por parte de los firmantes
indígenas que no se correspondía con las intenciones reales de los británicos,
lo que en la práctica supuso que los maoríes acabaron dando consentimiento, sin
pretenderlo, a su plena colonización. No obstante, este trágico ejemplo dice
más de las miserias del imperialismo británico que de las del duro oficio de la
traducción. La lista de guerras civiles y entre países con una lengua común es
lo suficientemente amplia como para probar que el conflicto tiene mucho que ver
con intereses enfrentados y muy poco con la incomunicación lingüística.
La diversidad lingüística supone a su vez
riqueza epistémica. No soy en absoluto partidario de la hipótesis Sapir-Whorf
fuerte, según la cual la lengua que se hable determina el pensamiento y las
categorías lingüísticas propias. Todo se puede traducir de manera más o menos
fiel y comprender en otra lengua. Ahora bien, cada lengua, tomada en conjunto
con el resto de la cultura, está ajustada a una circunstancia que siempre es
particular y aporta un conocimiento muy rico sobre la misma. Por más que esta
perspectiva concreta se pueda trasladar a otro idioma, para lograrlo es necesario
que el idioma original siga existiendo. Por lo tanto, si la lengua en cuestión
se pierde, sea la que fuere, ello acarreará un empobrecimiento cognitivo de la
humanidad, por imperceptible que sea. Esto lo evidencia el hecho de que entre
el 73% y el 91% de todo el saber sobre plantas medicinales del mundo se
encuentra asociado a lenguas indígenas individuales (es decir, que hay
conocimientos botánicos presentes en una única lengua). Si tenemos en cuenta
que se estima que en torno a un tercio de esos idiomas desaparecerán en el
siglo XXI el agujero que dejarán será inmenso.
Además, aunque la hipótesis Sapir-Whorf
fuerte sea poco plausible, más respaldo empírico recibe la débil, que sostiene
simplemente que la lengua que uno hable influye en el pensamiento del hablante,
pero sin llegar a determinarlo. Así, mayor cantidad de lenguas significaría mayor
riqueza en nuestras categorías, puntos de vista, conceptos… Todo esto, lejos de
ir en detrimento de la comunicación, la dota de un potencial inmenso, pues, si convenimos
que este mosaico lingüístico es traducible y adaptable a otras lenguas, solo
puede resultar (y ha resultado históricamente) en un refinamiento conceptual,
categorial, terminológico… de todos los idiomas implicados. Y es esta plétora
lo que favorece la comunicación.
Para concluir podríamos trazar una
analogía con la agricultura. El monocultivo practicado por la agroindustria,
que nos ha permitido generar cantidades ingentes de alimentos para una
población que no ha parado de crecer en décadas, tiene también su reverso
negativo en forma de dependencia energética, proliferación de plagas, pérdida
de biodiversidad, degradación de suelos o baja productividad. De modo similar,
por cómoda que la uniformización lingüística que estamos experimentando nos pueda
resultar, someternos a ella puede suponer un empobrecimiento antropológico
difícil de compensar. Por ello tal vez sería conveniente reivindicar el
policultivo, tanto en el suelo como en las lenguas, y mirar con mejores ojos
hacia Babel.
Pavlo Verde Ortega
En defensa de la diversidad lingüística...
Fuentes
"La dictadura del inglés en la ciencia: el 95% de los artículos se publica en esa lengua y solo el 1% en español o portugués". El País. https://elpais.com/ciencia/2021-07-27/la-dictadura-del-ingles-en-la-ciencia-el-95-de-los-articulos-se-publica-en-esa-lengua-y-solo-el-1-en-espanol-o-portugues.html
"El inglés como lenguaje de internet". CCLS Houston. https://cclshouston.com/blog/el-ingles-lenguaje-de-internet
"Los idiomas en internet y en el mundo: un panorama de las prácticas actuales". Milega. https://www.e-translation-agency.com/es/non-classe-es/los-idiomas-en-internet-y-en-el-mundo-un-panorama-de-las-practicas-actuales/
"La mitad de las lenguas del mundo desaparecerán antes de que acabe el siglo XXI". La Sexta. https://www.lasexta.com/programas/sexta-columna/noticias/la-mitad-de-las-lenguas-del-mundo-desapareceran-antes-de-que-acabe-el-siglo-xxi_20210122600b112ece4427000167938a.html
"El saber medicinal indígena se pierde al extinguirse las lenguas". La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/natural/fauna-flora/20210616/7532259/mas-mitad-medicinal-indigena-pierde-extinguirse-lenguas.html
"Hipótesis de Sapir-Whorf". Wikipedia.
https://es.wikipedia.org/wiki/Hip%C3%B3tesis_de_Sapir-Whorf
Cómo citar este artículo: ORTEGA VERDE, PAVLO. (2022). En defensa de la diversidad lingüística... Numinis Revista de Filosofía, Año 1, 2022, (CM8). http://www.numinisrevista.com/2022/10/en-defensa-de-la-diversidad-linguistica.html
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